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Primero vamos a las noticias de estos días en que, como comentamos ya en otras oportunidades, sigue apareciendo la Policía mezclada en los negocios de narcotráfico. En Rosario, por ejemplo, donde ha habido varios casos, eso explica el crecimiento exponencial del negocio, de la violencia entre bandas y del aumento de los crímenes por encargo.
La familia de un joven que murió el año pasado en un supuesto enfrentamiento con la Policía santafesina denunció que encontraron 300 gramos de cocaína y un kilo de marihuana fraccionada y lista para vender dentro del vehículo de su propiedad, que desde septiembre pasado estuvo bajo custodia judicial en el predio de la Jefatura de Policía de Rosario. Por pedido del Ministerio Público de la Acusación, ahora la Policía Federal se incautó de los estupefacientes.
Esta semana la mujer fue a constatar el estado del auto que perteneció a Iván Mafud, de 26 años, quien murió en oscuras circunstancias, se topó con una bolsa de cocaína fraccionada y lista para la venta dentro del auto, que está en custodia judicial dentro de la Jefatura.
Tras tomar intervención el fiscal Miguel Moreno, a cargo de la investigación de la muerte del joven a manos de la fuerza provincial, convocó a la Jefatura a la Policía Federal, y se confirmó el hallazgo de la droga: unos 300 gramos de cocaína y un kilogramo de marihuana.
El auto está en ese predio policial desde el 9 de septiembre del año pasado. Fue requisado oficialmente hace ocho meses sin que se encontrara nada parecido a una bolsa con droga, que los efectivos federales detectaron ahora en un hueco entre los asientos trasero y delantero del lado del conductor.
Un sector de la Policía, evidentemente, utilizaba el auto decomisado a su custodia para esconder la droga que luego sacaban a la venta.
Estas cosas son realmente intolerables y explican una de las razones por las cuales se fabrica, fracciona y comercializa con tanta impunidad la droga en nuestro país.
Es más, la magnitud económica del tráfico de drogas local queda expuesta en el valor económico de sus pérdidas, ya que en dos años los narcos argentinos dejaron de ganar 3.500 millones de pesos por los decomisos de cargamentos de droga por parte de las fuerzas de seguridad nacionales.
No existen estudios oficiales que revelen el volumen real del tráfico en el país. Según algunos especialistas, lo incautado no llega a más del 10 por ciento del circulante que elude los controles y llega al mercado local y a las vías de exportación. El producto del negocio, según estudiosos privados podría alcanzar los 17.500 millones anuales.
En su informe anual, dado a conocer el viernes, la oficina antidrogas de la ONU difundió las cifras de capturas de drogas en todos los países. De él surge que entre 2012 y 2013 en la Argentina fueron secuestradas más de 250 toneladas de marihuana y unas 20 de cocaína. Ese volumen de incautaciones permite determinar el valor de la pérdida narco en el mercado ilegal a partir del cruce de datos aportados por las fuerzas federales de seguridad y la Afip.
En el documento de la ONU figura la captura de más de 127 toneladas de marihuana durante 2013, período en el que también se decomisaron 11,5 toneladas de cocaína. Cifras similares se observan en el análisis de 2012. En ambos años se mantuvo alto, además, el secuestro de hojas de coca en el norte argentino, con más de 181 toneladas confiscadas por las fuerzas federales.
Entre las capturas locales de drogas informadas a la ONU cobran una interesante dimensión las 127 toneladas de marihuana. Es que si bien una parte de esa sustancia que ingresa desde Paraguay es traficada luego a Chile, las estimaciones oficiales indican que esa droga incautada tenía como destino final el mercado argentino. Y en ese caso, el consumo local debería haberse disparado más allá de lo que muestran los datos de la Sedronar.
No es menos desdeñable el negocio de quienes exportan drogas desde la Argentina hacia Europa. En este sentido no importan las profesiones; pueden ser albañiles, cocineros, camareros, electricistas, pintores, actores, mecánicos, enfermeras, profesores y hasta personas con carreras universitarias como ingenieros. Porque buscan perfiles de gente normal que esté desesperada sin trabajo y acepte los 5.500 dólares por viaje que les ofrecen.
Viajan principalmente a España. La droga puede ser ingestada en el cuerpo u oculta entre su ropa o equipaje. Los principales requisitos que tienen que tener las potenciales “mulas” son el desenvolvimiento para aparentar ser turistas y una tranquilidad a prueba de controles policiales.
Entre el 1° de enero de 2014 y el 25 de este mes la Policía de Seguridad Aeroportuaria detuvo a 75 “mulas” en aeropuertos del país, un promedio de cuatro por mes. En unos 163 procedimientos, se secuestraron 312 kilos de cocaína. Nuevamente, lo que se incauta es un mínimo porcentaje en relación con lo que llega a destino, así que si bien genera satisfacción cada procedimiento policial exitoso, al mismo tiempo debemos pensar que un 90 por ciento más siguió circulando, para mal de nuestra gente y prosperidad económica de quienes articulan este sucio negocio que, dicho sea de paso, está totalmente fuera de la economía formal. De allí que como correlato, haya crecido también exponencialmente el lavado de dinero.
Nada de esto es posible sin la connivencia, cuando no la ayuda, de la política.
Y quienes la ejercen en nuestra representación siguen insistiendo con que en Argentina no se produce droga. A otro con ese cuento. En este país se ha dejado hacer mucho. Lo que es igual a decir que se ha dejado de hacer mucho. Ahora, retrotraer la situación puede pagarse con la vida, porque estamos hablando de mafia. Será por eso que de la droga nadie habla seriamente en sus campañas.
