Otra vez la salud presidencial

La presidenta Cristina Kirchner fue internada en el Sanatorio Otamendi al presentar un cuadro febril infeccioso, según informó a través de un comunicado la Unidad Médica Presidencial. No es la primera vez que la mandataria sufre inconvenientes con su salud, lo que indica que no sólo la Constitución no le permite volver a presentarse sino que su organismo le está pasando facturas por el estrés que genera tantos años en el poder. Y en estos momentos, ella debe recordar que su marido se inmoló por no poner freno a su intensa actividad política.

Concretamente, en los últimos tiempos fueron reiterados sus problemas de faringitis o de hipotensión, más allá de las dos cirugías de los últimos años, por el supuesto tumor cancerígeno, que luego resultó un “falso positivo” y el hematoma subdural en la cabeza. Hace poco más de una semana, al cumplirse un año de la operación, la mandataria se realizó un chequeo de control en la Fundación Favaloro, como en forma más o menos periódica pero su complicación apareció luego de esta revisación general.

Lo que en este momento la llevó a la internación es un “síndrome bacterémico de probable foco intestinal”, según fuentes cercanas al equipo médico. En el entorno de la presidenta especulaban que el origen podría haber sido algún alimento en mal estado. A poco de estar en el sanatorio la fiebre ya había bajado y se decidía cuándo se le otorgaría el alta médica, cosa que al cierre de esta edición no había sucedido. 

Toda esta información, sin quitar valor a la palabra ofrecida por los profesionales médicos, puede ser o no ajustada a la verdad. Porque cuando se trata de salud de la jefa de la Nación, al menos de esta, los datos pasan por un tamiz antes de darse a publicidad. El entorno presidencial es el que finalmente decide qué y cuánto informar, haciendo una estimación del efecto social que puede tener la situación. Lamentablemente esto sucede en países como el nuestro, o Venezuela (donde la enfermedad de Chávez fue un tabú), sumamente presidencialistas, en que el bienestar del jefe es condicionante de la normal marcha del Estado, más allá de las instituciones que lo componen.

Por eso nunca se conocen bien los diagnósticos de la mandataria, lo que, en realidad, produce el efecto contrario al buscado con el sigilo que propone su entorno: crecen las sospechas, se magnifican las hipótesis, todo por esa conciencia social que hay de que no se nos está contando toda la historia. La noticia de la internación de Cristina sorprendió a varios integrantes del Gabinete que no esperaban ni sabían de dolencia presidencial alguna, por lo que buscaron quitarle cualquier connotación de gravedad al estado de salud presidencial.

Respecto del actual padecimiento, si es de origen bacteriano como se supone, una sigmoiditis (colitis ulcerante por inflamación en el colon), no se resolverá en dos días sino que llevará más tiempo porque hay que luchar y matar esa bacteria, la que puede ser más o menos resistente y eso tiene relación no sólo con el resultado del cultivo que indica de qué tipo se trata y qué medicación es acorde, sino del estado de las defensas del paciente.

Esto sucede a pocos días de recuperarse de una faringitis que la obligó a más de 48 horas de reposo, la jefa de Estado tuvo otra recaída de salud, al detectársele signos de fiebre y dolores estomacales en la Quinta de Olivos, los médicos decidieron que fuese internada en el Otamendi para realizarle estudios. 

Nuevamente el Sanatorio Otamendi Miroli, antes fueron el Hospital Austral y la Fundación Favaloro; esta es otra cuestión que levanta el resquemor social. ¿Cómo es que la primera ciudadana no recurre al hospital público, el Argerich, donde tienen reservada su habitación todos los presidentes? 

Por su rol, los actos de la presidenta están observados y analizados en función de sus discursos. Y es allí donde debiera primar la coherencia entre dichos y hechos. Es altisonante la oratoria cuando no se actúa en consonancia, por lo que lo más saludable para la relación mandatario-ciudadanos sería que Cristina (y quienes la sucedan) hicieran uso de aquello que la gente usa, sin distinciones. Ser ejemplo, sería la figura. Al fin, sabemos que se le dispensará de todos modos una atención distinguida en cualquier hospital, pero el gesto habrá valido. 

Cristina Kirchner suspendió el encuentro que iba a mantener hoy en la Casa Rosada con su par de Chile, Michelle Bachelet, para celebrar el 30° aniversario de la firma del tratado de paz por el conflicto del Beagle.

Además tenían previsto mantener, desde la Casa de Gobierno, una videoconferencia con el Papa Francisco, actividad que se “reprogramó sin fecha, para este mes”, según informó el secretario de Comunicación Pública y vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro. Iban a recordar, junto a Francisco, la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile, que fue el resultado de la mediación emprendida por otro Sumo Pontífice, el recordado Juan Pablo II, con el objetivo de evitar, a fines de 1978, una guerra fratricida entre los dos países por el conflicto del Beagle. 

Además de los escuetos partes médicos, lo que se filtró es que la presidenta está en una habitación común, sin cuidados especiales, con lo que el personal que la asiste le bajaba gravedad al tema.

No son pocas las dolencias que ha padecido la presidenta en el último tiempo, claro que una nada ha tenido que ver con la otra. Pero justamente por provenir de varios frentes, en conjunto denotan un desgaste en su sistema inmune al que deberá prestar atención. Y cuando es así, generalizado, es más difícultoso seguir una receta, aplicar un medicamento, más bien se trata llevando una rutina saludable en cuanto a alimentación y descanso. Si no hay algo más de lo que no estamos al tanto, todo se trata de que Cristina se cuide más, para poder culminar la gestión en mejores condiciones.