Editorial

La fiesta de Año Nuevo, punto de largada de la temporada


Es comprensible que quienes viven en ciudades enormes, donde el cemento reina y el verde no es tan visible, busquen escapar en las jornadas calurosas y no laborables como el caso del Año Nuevo y sus asuetos y puentes al fin de semana. Con un sentido más festivo y menos religioso, las ciudades turísticas se hacen eco de esta demanda y se preparan para recibir a las muchas familias que deciden pasar el fin de año fuera de casa.

Y así como los porteños y los bonaerenses vamos hacia la Costa Atlántica, los norteños se hacen una escapada a Carlos Paz. Son lugares emblemáticos de vacaciones, pero ahora se han convertido en lugares para refugiarse en los fines de semana largos que abundan en el calendario y desde hace unos años también se puso de moda ir a pasar las fiestas. Cierto es que la disgregación de las familias, además de esos entreveros que siempre existieron pero ya no se disimulan, ha contribuido a que cada vez sean menos esas grandes comilonas entre parientes, donde uno caía con el vitel toné, otro con la ensalada rusa y todos aportaban para la bebida y la mesa dulce.

Este estilo de viajes cortos se repite durante todo el verano, ya que por motivos varios no son posibles ya esas vacaciones como las de hace años, en que se pasaba todo enero y los que podían los tres meses de verano en la Costa o en la Sierra. Hay quienes opinan que con esta modalidad se combate el estrés porque las escapadas funcionan como una renovación, para “cargar las pilas” varias veces al año. 

Los canales de noticias, algo vacíos de contenido en estos días por la falta de actividades políticas y públicas, ocupan gran parte de sus horas al aire dando cobertura al tránsito de porteños y bonaerenses que iniciaron el viaje hacia la Costa Atlántica. Así, todo el tráfico de las avenidas y autopistas que es materia de diario análisis televisivo se traslada a partir de ahora a las rutas turísticas.

Desde las primeras horas de la mañana de ayer, la Agencia Nacional de Seguridad Vial del Ministerio de Interior y Transporte registró una circulación superior a los 2.200 autos por hora en el peaje de Samborombón cuando, en promedio, el tránsito habitual es entre 200 y 500 vehículos cada 60 minutos. Hablamos en épocas no vacacionales obviamente.

Como decimos, se trata fundamentalmente de gente que sale de las ciudades por las fiestas, aprovechando los feriados y asuetos incorporados. Es tan así que fuentes policiales informaron que desde el miércoles 24 hasta las 16:00 de ayer circularon unos 24.600 autos rumbo a las distintas ciudades balnearias. Si se toma un promedio de cuatro personas por vehículo, en tres días alrededor de 100.000 personas viajaron, sólo contabilizando los autos particulares, a las playas bonaerenses. Hay que sumarle la gente que viajó en colectivo o en tren a la Costa, que no es poca. En el más tradicional y conservador Pergamino también se registra desde hace unos años un movimiento distinto para Año Nuevo, quizás no tanto en Navidad, por su connotación religiosa. Para el 31 las reuniones han ido adquiriendo un matiz más social, entre amigos, incluso con organización tercerizada y el pago de una tarjeta para que el disfrute sea completo para todos y nadie se cargue con el trabajo. 

Eso para quienes han optado por quedarse porque a decir verdad, si no fuese por la llegada de quienes viven afuera y visitan a la familia en Pergamino, la ciudad mostraría con mayor contundencia cómo ha pegado esta nueva tendencia de pasar Año Nuevo haciendo turismo. La cuestión es aprovechar, más que nada, los feriados para cambiar de aire, de lugar, intentar disfrutarlos de otra manera. La Navidad, en cambio, cala de otro modo en el seno del hogar, incluso entre los no practicantes, y de eso toma nota también la industria del turismo ya que no se suelen ver propuestas de festejo para el 24 sino sólo para el 31.

Hay otra cuestión en este tema. La cantidad de gente que viaja en todo el país en estos días –y en los fines de semana largos de año- muestra que la clase media hace uso de su no capacidad de ahorro y las facilidades financieras para darse un gusto en este ciclo crítico que estamos atravesando. La ecuación es fácil: si no viajo, tampoco llego a (por ejemplo) comprar un terreno o un auto. Si lo ahorro, en pocos meses carece de valor, y si me endeudo en 12 cuotas sin interés, antes de cumplir el plazo, debido a la inflación, el gasto se habrá licuado en gran proporción.

Así aprendemos a vivir los argentinos, acomodándonos a las circunstancias según nos lleve la corriente; hay tiempos en que se puede ahorrar, otros en que conviene pagar de contado y otros, como ahora que ni lo uno ni lo otro: vivimos, comemos, nos vestimos y vacacionamos en cuotas.


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