Editorial

El país acosado por la violencia criminal


Mientras en Pergamino se siguen sufriendo los robos, muchas veces de forma violenta, como el caso del joven atropellado en su moto para robársela o los arrebatos de cada día que casi nunca terminan en una denuncia pero sí dejan heridas y pánico en las víctimas. Y la otra cara del delito: fue detenido un menor al que se le imputan dos robos y aun no tiene 15 años.

Es decir, la situación en Pergamino refleja proporcionalmente el panorama en cuanto a inseguridad, con menos casos pero con la misma variedad de modalidades y con el denominador común de la violencia desbordada aun cuando no se ofrece resistencia. Quizás las drogas sean las responsables, o mejor dicho el haber dejado florecer este sucio negocio, pero también hay una efervescencia contenida en la gente sin que sea estimulada por estupefacientes, como también veremos.

Hemos tomado algunos casos de esta semana, pero podríamos hacerlo diariamente y el resultado sería el mismo: más drogas, más violencia y más delito.

En la zona del Bajo Flores y en el barrio de Villa Soldati, en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, hubo noches de tiros y violencia, lo que es bastante común en ese sector. La diferencia, esta vez, fue que hubo dos muertos y dos heridos que, en principio, no tienen ninguna vinculación entre sí.

El primer hecho ocurrió en la villa 1-11-14, una de las más grandes de la ciudad, cuando personal de la Gendarmería que hacía una recorrida fue atacado por un grupo de entre 15 y 20 personas. Los recibieron a balazos, se secuestraron más de 20 vainas servidas de las armas de los delincuentes. En principio no hubo heridos.

En otros hechos, hubo dos personas que llegaron muertas al hospital Piñero, del barrio de Flores. Una de esas víctimas fue atacada a balazos cuando estaba en el interior de la villa Fátima. Personal de la Gendarmería Nacional llegó al lugar después del enfrentamiento entre dos grupos de personas y encontró a un joven herido. Pero como no llegaba la ambulancia –situación frecuente en estos puntos de la ciudad a los que es difícil ingresar porque las calles no son tales sino pasillos- los gendarmes fueron atacados por los ocupantes del asentamiento. Les tiraron piedras y otros objetos contundentes. Cuando llegó el móvil sanitario, el joven estaba muerto.

La otra persona fallecida se cree que fue arrojada desde el interior de un automóvil en la puerta del mismo hospital, con una herida de bala en la cabeza. Se desconocen aún las circunstancias del disparo y obviamente quién lo propinó. Ingresaron también heridos, pero como son de gravedad aún no se los ha interrogado para conocer si fueron partícipes del mismo hecho.

Las cifras diarias de muertos en situaciones de inseguridad en Argentina superan a las de una guerra. Sencillamente porque hay sectores del país que están liberados, han sido ganados por la delincuencia y el narcotráfico, convirtiéndose las calles en campos de batalla. Y como en toda guerra, los civiles, aquellos que no son parte del conflicto, pagan con su vida la locura de unos y la inoperancia de otros. Esta semana una adolescente de 17 años murió de un balazo en la cabeza cuando regresaba de la escuela en colectivo. El ómnibus en el que viajaba en el distrito de Merlo fue tomado por cuatro delincuentes armados, pero un pasajero se resistió al robo, sacó un revólver y disparó a mansalva. La chica que fue alcanzada por un proyectil y se desplomó al instante. También resultaron heridos otros dos pasajeros y uno de los ladrones que fue apresado, más tarde, en un hospital cuando era atendido.

Los delincuentes eran tres menores y un mayor, lo cual hace crecer la preocupación sobre los más jóvenes, que en los tiempos que corren aparecen en todo tipo, empujados por mayores o directamente lanzados al delito para solventarse el haber caído presa de las drogas.

Como decíamos al principio, la violencia que emanamos los argentinos es evidente. Somos irascibles al conducir, al gestionar, al reclamar. Pareciera que hemos perdido la paciencia y todo tipo consideración. Y esto produce una reacción en cadena: si actuamos con violencia, la respuesta será violenta. No necesariamente hay estupefacientes de por medio, simplemente la intolerancia le ha ganado al respeto, a la paciencia y nos encuentra a diario con reacciones exacerbadas. Como sucedió en Corrientes, por citar un caso extremo. Allí el reconocido abogado penalista Ernesto “Tito” González, recordado por numerosos casos resonantes, entre ellos el del secuestro y desaparición de Cristian Schaerer, en 2003, fue acribillado de cinco balazos mientras tomaba un café en una confitería céntrica de la capital provincial, por un hombre que tras dispararle a quemarropa al menos cinco veces, se quitó la vida con el mismo arma. Según indicaron fuentes policiales, el asesino sería un hombre identificado como Walter Martínez, quien había sido querellado en una causa judicial por el letrado.

El hombre efectuó al menos cinco tiros, tras lo cual se apuntó a sí mismo y se suicidó, informaron las fuentes. Testigos del hecho aseveraron que producto de los disparos también resultó herido otro cliente que estaba próximo a la mesa de González.

Por cuestiones personales, por robo, por enfrentamientos entre bandas de ventas de drogas (como vemos diariamente en Rosario y otras localidades), la Argentina ya se parece más al far west que a un país donde la ciudadanía puede moverse con cierta tranquilidad.

 

 


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