En las semblanzas que acompañan cada especial de LA OPINION, en esta ocasión es el testimonio de Adolfo Ramón Churin el que sirve para hablar de odontología y hacerlo resaltando la esencia de esta carrera de servicio. Con 80 años cumplidos, "el doctor Churin" como lo llaman todos, sigue disfrutando de su labor como el primer día. Tiene en su haber 54 años de ejercicio ininterrumpido de la profesión que eligió siendo un niño cuando en su pueblo, Manuel Ocampo, se deslumbraba viendo la tarea que desplegaba el doctor Barbará, odontólogo de sus abuelos que cada vez que llegaba al consultorio lo invitaba a que viera cómo trabajaba. "Yo esperaba ese momento y viéndolo a él trabajar me enamoré de esta profesión", refiere y señala que tenía apenas 10 años por entonces e iba a la escuela primaria del pueblo. Más tarde prosiguió sus estudios en Pergamino, en el Colegio Nacional, viajando desde Manuel Ocampo en el famoso "tren colegial" y fue en la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Rosario que cursó su carrera.
Ya con su título, regresó a Pergamino y comenzó a trabajar. "Primero atendí en un consultorio del barrio Centenario; luego en Florida y Colón; y actualmente en San Martín 1167, donde funciona el Instituto Dental Odas. Allí también están mis hijos: Mauro, que es odontólogo; y Corina, que es mecánica dental y secretaria. Junto a nosotros trabajan además tres odontólogas", añade.
Ha sido testigo y protagonista de enormes transformaciones. Siempre estuvo predispuesto a nutrirse de nuevos conocimientos para adoptarlos. Pero lo ha hecho sin perder jamás de vista que lo importante es el paciente y que "la odontología no es una mercancía sino un servicio que se brinda a alguien que siente dolor, que tiene un padecimiento y a quien hay que acompañar".
Esa dimensión humana de la profesión es la que le ha permitido entablar un vínculo entrañable con sus pacientes.
"Tal vez no debería decirlo yo, pero mis pacientes me quieren muchísimo y yo los quiero mucho también. Para ellos he sido a veces padre y a veces abuelo. En 54 años he atendido a la abuela, a la madre y a los hijos", destaca, agradecido.
Siente que la satisfacción más grande que le ha dado la profesión está dada por ese vínculo y también por el trato excepcional que siempre ha tenido con sus colegas.
Ejercicio docente y labor dirigencial
En paralelo a su tarea profesional, también incursionó en la docencia. Cuando era estudiante universitario lo hizo como ayudante de cátedra en la Facultad de Odontología y más tarde en Pergamino como docente de secundaria en la Escuela de Comercio, donde ejerció como profesor de Anatomía, Fisiología e Higiene. "Siempre me gustó la docencia y de mi paso por ella guardo muy lindos recuerdos. Ejercí durante 15 años y siempre lo hice a la par del consultorio", señala.
En el terreno dirigencial, comenta: "Fui delegado de Pergamino en la Sociedad Odontológica de La Plata, durante muchos años viajé y siempre tuve un apoyo muy grande de mis colegas. Es una sociedad espectacular que protege mucho a los profesionales odontólogos. En ese aspecto mi profesión también me ha gratificado".
Un camino que volvería a recorrer
Sabe que si volviera a nacer volvería a recorrer el mismo camino. "No tengo ninguna duda que volvería a ser odontólogo" recalca y afirma: "Mi profesión es parte de mi vida y la adoro".
Con ese espíritu de celebración es que trabaja todos los días. Y es desde esa mirada tan cercana al servicio que observa el presente de la profesión: "A veces me duele ver que se ha mercantilizado mucho la odontología".
"Si algo pudiera decirles a los más jóvenes es que la ejerzan con amor, sabiendo que es una profesión que hay que llevar en el alma, trabajando por el paciente".
"Ese sería mi mensaje, el que transmití a mi hijo, a los demás colegas que trabajan en el Instituto; y el que he tomado para mí como consigna de mi ejercicio profesional", sostiene convencido, sabiendo que ese modo de concebir la profesión le ha dado como recompensa, los mejores frutos.