La lectura del parte diario en el que se actualiza la información local sobre los casos de Covid-19 va en sintonía con lo que está ocurriendo a nivel epidemiológico en el territorio provincial y en el país, donde el descenso sostenido de los contagios aporta un tiempo de alivio que es el que permite a las autoridades políticas de todos los estamentos habilitar nuevas aperturas y acercarse a lo que ellos mismos definen como "la etapa final de la pandemia".
Aunque hacen la salvedad que esta afirmación puede sostenerse solo en la medida en que no cambien significativamente las cifras, comienza a gestarse a nivel social una sensación de que lo peor de la emergencia sanitaria por Covid-19 ya ha quedado atrás. Este sentir, que por el momento encuentra correlato en las estadísticas oficiales, encierra por un lado la euforia, que es la que da rienda suelta a la realización de actividades que habían quedado postergadas por la pandemia. Pero al mismo tiempo conlleva el riesgo de relajar los cuidados individuales y colectivos que son los que en definitiva van a permitir el sostenimiento de la situación actual en materia sanitaria, ya que del mantenimiento de los hábitos que se han internalizado en este tiempo dependerá en buena medida que los contagios se mantengan bajo control.
En esta cuestión reside la principal tarea comunitaria: dejar de pensar que el Covid-19 quedó en el pasado y ejercer la libertad que permiten las aperturas acompañando cada una de las acciones con los cuidados básicos que contribuyan a que no haya sobresaltos, por lo menos hasta que se alcancen los niveles necesarios de inmunización de la población que aún no ha tenido la posibilidad de completar su esquema.
Sin dejar de celebrar que puedan darse aperturas que han sido largamente reclamadas en los últimos meses, el imperativo es mantener alerta la vigilancia epidemiológica y no relajar los cuidados, fundamentalmente atendiendo a que la realización de más actividades en esta "nueva normalidad" significa un mayor número de interacciones sociales que si no se realizan con las debidas medidas de prevención, pueden transformarse en vectores de eventuales contagios.
Quizás como en los primeros momentos de la pandemia cuando todas las recomendaciones sanitarias pasaban por inculcar en la población la adopción de ciertas medidas para evitar la propagación de un virus por entonces desconocido, en el presente la responsabilidad individual cobra una relevancia superlativa como instrumento de cuidado de la salud comunitaria.
El lavado de manos
Como si fuera un concepto nuevo, con la irrupción de la Covid-19, el lavado de manos se transformó en uno de los instrumentos más potentes en la prevención del virus Sars-COV 2 y hoy, que la apreciación de los principales referentes en materia sanitaria hace suponer que se transita otro momento de la emergencia sanitaria, esta recomendación no debe quedar de lado porque la higiene correcta de manos es una práctica sencilla y económica que tiene implicancias significativas en el cuidado de la salud y contribuye a la prevención de muchas enfermedades y virus respiratorios. Sostenerla y reforzarla tiene que ser de los aprendizajes incorporados para siempre.
La higiene respiratoria
Si algo enseñó esta emergencia sanitaria es la importancia de la higiene respiratoria. La advertencia de los especialistas respecto del riesgo que significan esas micro gotas de saliva de alguien que cursa una patología respiratoria, hizo que se internalizara como nunca antes la importancia de toser o estornudar sobre el pliegue del codo. Esta acción sencilla, ya no pasa desapercibida y es de las que seguramente deberán mantenerse en un gesto de cuidado hacia los otros. Lo mismo sucede con el hecho de estar atento a la aparición de cualquier síntoma que pueda representar una sospecha de Covid-19 y poner en marcha las medidas apropiadas que son el inmediato reporte para la realización del testeo, el aislamiento preventivo y la consulta temprana al médico para detener una posible cadena de contagios.
Ventilar ambientes
También se instauró la importancia de realizar una correcta ventilación de los ambientes, fundamentalmente cuando se va a mantener contacto con personas en espacios cerrados. Si bien la proximidad de la temporada estival hace que muchos intercambios y reuniones sociales puedan concretarse al aire libre, no menos cierto es que los contactos laborales y muchas de las actividades de la vida cotidiana suceden en ámbitos cerrados. En este sentido, la ventilación cruzada de los ambientes y el cuidado del distanciamiento social cuando se está "puertas adentro" es una medida de prevención de enfermedades que llegó para quedarse.
La distancia social
Uno de los aspectos que seguramente más va a costar sostener en la construcción de esta "nueva normalidad" que impone este tiempo es la que tiene que ver con el distanciamiento social. Para ser más precisos, es un distanciamiento físico, no social, puesto que la vida gregaria es indispensable para el ser humano y el aislamiento puede convertirse en un peligroso enemigo, especialmente para los adultos mayores. Por eso es que no hay que dejar de relacionarse pero guardando una prudente distancia. Así como para la realización de trámites y distintas actividades en ámbitos públicos y comercios, se instauró la idea de restringir ingresos y demarcar los espacios apropiados para garantizar el distanciamiento, las aperturas que comienzan a establecerse relajan la cuestión de los aforos y desdibujan en parte la necesidad de asegurar esa distancia justa entre las personas para evitar posibles contagios. Quizás porque el distanciamiento fue algo que tocó el centro mismo de nuestras costumbres, más asociadas al encuentro y a la cercanía, es que mantener cierto resguardo sea de las cuestiones sobre las que más habrá que insistir por lo menos hasta que la pandemia realmente haya terminado. De la mano de ello, seguir manteniendo costumbres como no compartir mates ni elementos de uso personal resulta una recomendación conveniente reforzar para sostener hábitos que hasta aquí han servido como prácticas de cuidado.
El barbijo
Desde el inicio de la pandemia, el uso del tapabocas generó no pocas controversias. Pero salvadas las primeras contradicciones de la propia Organización Mundial de la Salud respecto de su utilidad, fue uno de los elementos que más se instauró socialmente y que demostró ser efectivo en materia preventiva. En los últimos días, la decisión política de que su uso dejara de ser obligatorio en la vía pública, volvió a desatar la polémica y hubo voces que se pronunciaron a favor y en contra de esta determinación. Más allá de cualquier recomendación oficial, lo cierto es que el uso de tapaboca representa no solo una barrera para minimizar la posibilidad de contagios en la interacción con otras personas, sino que importa un verdadero símbolo y por tal desaconsejar su uso, aunque sea en determinadas circunstancias, puede hacer que muchas personas desatiendan su uso y dejen de emplearlos en lugares donde sigue siendo conveniente además de obligatorio. En lo sanitario, su utilización correcta promueve la salud y en lo simbólico es un modo de mantener presente el hecho de que a pesar del alivio y del deseo la pandemia aún no ha terminado. En este sentido, más allá de cualquier medida que impongan las autoridades, la decisión de mantenerlo entre los elementos de uso diario terminará siendo de cada ciudadano, en el ejercicio pleno de una libertad que hoy más que nunca está llamada a ejercerse con profunda responsabilidad individual y comunitaria.
Un llamado a la mesura
Así como el ejercicio de las libertades que comienzan a restablecerse exigen un importante grado de responsabilidad por parte de los ciudadanos, el mantenimiento de las actuales condiciones sanitarias y su mejora obligan a las autoridades sanitarias a sostener las acciones de vigilancia epidemiológica orientadas a monitorear el nivel y el comportamiento de los contagios y su naturaleza y de ese modo instrumentar las medidas adecuadas. Asimismo, el presente obliga a las autoridades políticas a manejar este momento de la pandemia con mesura, atendiendo a que a pesar de las necesidades de la ciudadanía de recuperar la vida que se tenía antes del coronavirus y del imperativo de la propia dirigencia de instalar la idea de que "la pandemia ha terminado", lo cierto es que esta definición aún no puede darse en términos sanitarios, porque no se condice con la realidad. Del cuidado individual depende en parte la salud colectiva, pero esto no exime de hacer su tarea como corresponde a quienes tienen responsabilidades de gestión. Transmitir falsas certezas y desatender lo que corresponde a la autoridad que es hacer cumplir los protocolos vigentes, testear, aislar y vacunar- puede representar una consecuencia aún más cara que el dolor social que ya ha causado esta emergencia sanitaria. Hoy más que nunca es vital transitar este tiempo con mesura.