Economía y Agro

Cuatro generaciones y una pasión: el caballo criollo


Desde hace más de medio siglo, la familia Kehoe escribe en su campo de Pergamino su propia historia con los caballos criollos. Es una pasión que se transfiere con los genes y que evidencia no tener solución de continuidad. Aquí la cuentan dos de sus protagonistas.

La de los Kehoe con los caballos es una historia sin fin que comenzó hace algo más de medio siglo en un campo de Pergamino y hoy continua escribiéndose con creciente entusiasmo en todo el país. Aquí la cuentan sus protagonistas. "Mis padres siempre tuvieron campo y fueron amantes de los caballos y cuando se dividieron las tierras familiares, mi hermano se inclinó más por la agricultura y yo me volqué de lleno a los caballos y, en especial, por el criollo", cuenta Luis Patricio Kehoe.

Corrían los años 90 y en sus tierras tenía algunas yeguas que ocasionalmente cruzaba con padrillos que le prestaban los vecinos, hasta que un día decidió dar un paso más. "Me puse a pensar que en definitiva el caballo pisa y come lo mismo, tenga o no papeles, y fue así como me plantee tener animales de pedigree…". Esta decisión se materializó en 1997 cuando en familia asistió a la Exposición Rural de Palermo para comprar su primer padrillo. "Fuimos todos porque siempre cada decisión que tomo la consulto con mi mujer y mis hijos que, por supuesto, también son amantes de los caballos", recuerda con emoción Kehoe.

Se abre un nuevo mundo

Su estudio de abogacía, hoy en manos de su hija, fue su principal fuente de recursos y lo subraya. "Gracias a Dios mi profesión me permitía no tener que depender del campo, con lo cual esto no se inició con intención comercial sino como un hobby muy hermoso, muy indo, que me daba la opción de ir a exposiciones y llegar a vender algún animal el día de mañana".

Y ese momento no tardó en llegar. En 1998 fundaron la Cabaña San Patricio, cuyo prefijo es Berpato, "Ber" por Bernarda, "Pa" por Patricio y "To" por Tomas, sus tres hijos que, años más tarde crearon la Cabaña San Agustín, que lleva el prefijo Sin Apuro, ambas con destacado desempeño y acreedoras de decenas de premios en exposiciones y competencias en distintos puntos del país. Aun así, se ocupa con esmero de reconocer que esos logros de hoy son posibles a partir del apoyo que le dieron todos los criadores en su momento. "Las competencias eran sanas, nunca importaba si ganaba tal o cual animal, todo lo festejábamos de igual modo, todos nos ayudábamos, todos éramos solidarios, no existía esa competencia descarnada y eso hizo que uno vaya creciendo en el conocimiento y en la calidad de la genética".

Tampoco olvida haber tenido la oportunidad de conocer a Eduardo Ballester. "Tenía su estancia en Trenque Lauquen, para mí fue el criador más grande de criollos que tuvo Argentina, número uno e insuperable; íbamos a todos sus remates y siempre comprábamos yeguas y padrillos; así fue como mejoramos el pedigree, comenzamos a competir con el pie derecho y, con el correr de los años, logramos posicionarnos y tener grandes satisfacciones como cabañeros", remata Kehoe. 

La historia continúa 

Luis Patricio Kehoe heredó de sus padres ese apego al caballo, se lo traslado a sus hijos y estos, a su vez, hacen lo propio con sus nietos. "Mi padre es el culpable de esto", resume en broma Tomas, quien hoy por hoy se ocupa de las cabañas. 

"Desde que tengo uso de razón que estoy con los criollos, mi padre dice que aprendí a montar antes de caminar y algo de razón debe tener porque el caballo fue, es y será mi estilo de vida, no puedo no tener caballos", sintetiza. A la vez, destaca su afinidad con el criollo por "su nobleza y rusticidad", sin ocultar su sano orgullo como argentino porque "pocos caballos en el mundo son como el criollo nuestro", precisa. 

Tomas vive en el campo con su familia y se ocupa de la crianza, selección y doma, además del mantenimiento de la infraestructura que todo eso implica. Integra una de las comisiones de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, es delegado de la zona 8 del Centro Norte la Provincia de Buenos Aires y, como su hermano Patricio, oficia de jurado en exposiciones y concursos en varias disciplinas que se realizan en distintos puntos del país. "Mi hermano es igual o más apasionado que yo, porque él es veterinario y se dedica exclusivamente a caballos, integró el consejo directivo de la Asociación Argentina de Criollos y hoy preside la Comisión de Veterinaria y Bienestar Animal de la Asociación de Criollos".

Y así se escribe esta linda historia sin fin de la familia Kehoe, cuatro generaciones apegadas al criollo, una raza que aman, respetan y no dejan de exponer en toda muestra o concurso que se les presenta y que, al parecer, van a continuar por siempre, según nos contaba Tomas al cierre de la entrevista. 

"Mis hijos son como yo, tanto Pedro que tiene 4 años como Juan que tiene 6 me acompañan en todo, siempre los tengo detrás de mí; también mi mujer Rocío me acompaña en esta gran aventura hace más de 20 años, aun estando embarazada me ayudó siempre en el cuidado de los caballos, al punto que un día en los boxes una yegua le apoyo la cabeza en la panza, eso fue como una señal de nuestro futuro como familia".


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