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Propuesta del obispo Hugo para esta Cuaresma: "Tres palabras para masticar"


El obispo diocesano compartió una reflexión para la Cuaresma

Crédito: (DIARIO EL NORTE)

El obispo diocesano compartió una reflexión para la Cuaresma.

Monseñor Santiago, máxima autoridad eclesiástica de la Diócesis de San Nicolás, invita a la reflexión en este tiempo litúrgico importante que atraviesa el cristianismo. "Buscamos la felicidad y esa felicidad se encuentra en Dios", plantea el sacerdote.

La Cuaresma es, junto con la Navidad, el tiempo del año más importantes para la Iglesia Católica puesto que circunscribiendo la historia cristiana a los 365 días del calendario gregoriano, es durante ellos que se sintetiza el concepto central, la idea fuerza y motor del cristianismo: el milagroso nacimiento de Jesús y su fundacional muerte y resurrección. Para vivir este momento con sentido católico, el obispo de la Diócesis de San Nicolás, monseñor Hugo Santiago, comparte una reflexión con los fieles, basada en tres palabras que toma del ejercicio espiritual que realiza actualmente el Papa Francisco.

"El cardenal Raniero Cantalamessa, que está predicando el retiro de Cuaresma al Sumo Pontífice y a los miembros de la Curia del Vaticano, eligió una palabra por día de retiro, sugiriendo que se la mastique como un "chicle". Tomé tres palabras que les propongo tal cual él las propone", comienza diciendo el obispo.

Primero: ¿qué buscan?

Es la pregunta que le hace Jesús a los discípulos de Juan. Ellos le responden: "¿Dónde vives, Señor?", fueron y pasaron el día con él. Lo que buscamos todos los hombres es la felicidad. El cardenal comenta que mucho antes que Freud, San Agustín descubrió esta "pulsión" típica de todos los hombres: buscamos la felicidad. Lo que ocurre es que el santo dio una respuesta muy distinta a la del psicólogo en orden a encontrar esta felicidad. San Agustín dijo: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti". 

Buscamos la felicidad y esa felicidad se encuentra en Dios y nosotros muchas veces no la encontramos, seguimos con nuestra insatisfacción porque la hemos buscado en "cisternas rotas", recipientes en los cuales el agua se va por las grietas y no nos podemos saciar, así ocurre cuando buscamos la felicidad en donde no se encuentra. Por eso la pregunta sigue en pie para ti y la puedes masticar como un "chicle": ¿qué busco?

Segundo: ¿crees?

La palabra para "masticar" hoy -dice Cantalamessa en su reflexión- es la pregunta que Jesús le hizo a la hermana de Lázaro ante la tumba de su hermano muerto: "'¿Crees?' (Juan 11,26)". "Deja de lado por un momento todo lo que has aprendido de memoria en el catecismo y que repites en el Credo. Entra en esa esfera secreta, donde solo estás tú y Dios. Pregúntate: ¿creo? ¿He creído realmente alguna vez, personalmente, y no sólo 'a través de un intermediario', aunque fuera la Iglesia universal? San Pablo escribe que "con el corazón se cree y con la boca se hace la profesión de fe" (Romanos 10,10): ¿Mi profesión de fe, sale de lo más profundo de mi corazón? La fe abre horizontes nuevos; es la única capaz de dar una respuesta seria a las preguntas más importantes del ser humano: "¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy?". La era electrónica nos ofrece una nueva imagen de la fe: la conexión a internet. Abres la página de Google y ya estás conectado. Todo el mundo virtual se abre ante ti. Algo parecido se obtiene con la fe. Sin cables, sin costes. Una breve oración, un simple movimiento del corazón, una mirada a la imagen de Cristo que tienes delante, ¡y ya estás conectado! Conectado a un mundo que no es virtual, sino real. El único que es verdaderamente real, porque es eterno: ¡el mundo de Dios!" 

Tercero: ¡Vete, no peques más!

La palabra de Jesús para recibir, dice el cardenal Cantalamessa, "es la que dirigió a la adúltera, después de que sus acusadores se habían marchado: 'Mujer, ¿nadie te ha condenado?' 'Nadie, Señor'. 'Yo tampoco te condeno, y en adelante, no peques más'. Cada uno de nosotros, si nos examinamos bien, nos daremos cuenta de que, junto a los muchos pecados que cometemos, hay uno que es diferente de los demás. Es ese pecado al que estamos secretamente un poco apegados, que confesamos, pero sin una verdadera voluntad de decir ¡basta!".

"San Agustín, en las Confesiones - explica el predicador de la Casa Pontificia - describe su lucha por liberarse del pecado de la sensualidad. Hubo un momento en el que rezaba a Dios diciendo: 'Concédeme castidad y continencia'. Sin embargo, una vocecita añadía: "¡No inmediatamente, Señor!" Llegó un momento en que se dijo a sí mismo: '¿Por qué mañana?'. 'Mañana' que en latín se dice 'cras'. ¿Por qué este cuervo dice cras? ¿Por qué no ahora? Bastó que dijera ese '¡basta!' para sentirse libre. ¿Qué hay que hacer concretamente? Ponerse por un momento ante la presencia de Dios y decirle: 'Señor, tú conoces bien mi fragilidad. Confiando, pues, únicamente en tu gracia, te digo que, desde ahora, quiero decir basta a esa satisfacción, a esa libertad, a esa amistad, a ese rencor, a ese subterfugio financiero, en resumen, basta a ese pecado que tú y yo conocemos bien. Vengo a recibir tu perdón sacramental'. Podrías también recaer, pero para Dios algo ha cambiado: tu libertad se ha alineado con El. Ahora son dos luchando contra el mismo enemigo. Verás cuánto es más hermoso vivir libre de la esclavitud del pecado, en paz con Dios y con uno mismo". ¡Buena Cuaresma!


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