Por Ricardo Piraccini.
Fue una de las plumas ilustres que tuvo LA OPINION. Poeta y periodista, entre otras facetas, estuvo junto al Diario hasta sus últimos días. Falleció el 26 de julio de 2011, a los 92 años de edad.
(Escrito en ocasión del 88º aniversario de LA OPINION, el 13 de febrero de 2005)
Las puertas de la mañana se abren para recibir un nuevo día. Y es, además, un nuevo año.
Un nuevo año que palpita emocionadamente en las fibras más íntimas y más sensibles de todos los que hacemos LA OPINION. Tarea riesgosa y estimulante, que significa colocarnos en la misma huella que inaugurara don Enrique Venini el 13 de febrero de 1917; y él lo hacía impulsado por un ansia recóndita que le caracoleaba dentro del corazón. Desde entonces han transcurrido ochenta y ocho años, y quienes en este momento ocupamos su escritorio lo hacemos con la responsabilidad que siempre exhibió él, que fue emprendedor, que fue esclarecedor, que fue didáctico. ¡Cuántas cosas han ocurrido desde entonces! ¡Cuántos sueños rosados se concretaron en realidad! Y cuántos quedaron en el manojo de posibilidades inconclusas. Estar hoy escribiendo estas líneas, ocupando el lugar que ocupara Don Enrique, dando vida a páginas en blanco que se llenaron de expectativas, de promesas, de concreciones, significa un compromiso que nos impulsa, que nos obliga, que nos impele a una superación constante; al siempre nuevo desafío de escalar peldaños nuevos, con sus riesgos y sus perjuicios. Han transcurrido muchos años desde aquel principio incierto. Porque lo era, como son inciertas todas las empresas que se inician, aunque para ello se esté armado de las mayores precauciones.
Pero ha pasado el tiempo, y aquel sueño de don Enrique se ha concretado magníficamente. Claro que para ello se ha debido aplicar el mismo ímpetu, el mismo afán, la misma afanosa intención de ser cada día más. Han transcurrido ochenta y ocho años desde aquel balbuceo, y para arribar a esta planicie actual -que es halagüeña y promisoria, que es premio y es desafío- debieron quedar en el camino muchos proyectos frustrados y el caducar de muchos sueños.
Desde la altura actual (porque lo nuestro es altura), se puede divisar la ruta que se tiende por delante; y, mirando hacia atrás, contemplar la senda andada. Y vemos a tantos que fueron importantes mojones de nuestra ruta. Y vemos en la vera del camino nombres que en su momento fueron pilares a nuestro lado: pilares queridos como Quique Kessler, que quedó en una encrucijada del camino; como Ramón Raimundo, con su invariable prodigalidad. Y como Carlos Dowbley Schuster, Enrique Guillaume, Américo Orellano, Manuel Russo Montenegro, Héctor Del Giúdice, Luis Giménez Colodrero, Manuel Antón, Juan Raimundo. Estos, y muchos más que quedarán en los huecos del olvido, hicieron lo suyo para que hoy LA OPINION alardee con su presente feliz.
Todo tiene su precio. Todo tiene su premio. El precio de aquellos incendios que trataron de interrumpir nuestro paso, y el premio de este andar airoso y optimista. ¡Cuánta gente ha colaborado con amor y constancia para que LA OPINION sea la antorcha que va marcando rumbos. Y no olvidemos a tantos que en los talleres, en las máquinas, en las linotipos dejaron jirones de lealtad y de esfuerzo. Y vaya, entre ellos, el nombre querido de Alfredo Venini, como testimonio de un fervor sin mácula. ¡Qué poca cosa son hoy en el recuerdo aquellos minúsculos individuos que intentaron poner piedras en nuestra ruta!
Hoy, avanzando en el tiempo, LA OPINION es. Existe, y se eleva en la consideración de toda la sociedad. Las piedras que alguna vez se sembraron a nuestro paso son nada más y nada menos que flores que se marchitaron sin esparcir su perfume. Hoy estamos de fiesta. Los almanaques esparcidos a nuestro paso son jalones que dicen que nuestro rumbo es claro, que nuestro paso es firme, que nuestras ilusiones son gérmenes de una realidad que no demorará en concretarse, esparciendo más flores en nuestro rumbo. De aquel sueño esperanzado de Don Enrique hasta este presente grato de Hugo una sucesión de nombres y de esperanzas han bordeado el trayecto, con concreciones que son de todos los que algo hicieron para su fertilización. Porque es Pergamino quien tiene que alborozarse con nosotros en este remanso de sueños y de ilusiones.
LA OPINION es; LA OPINION está; LA OPINION es nuestra y es de todos. ¡Es suya, también, estimado lector! Porque para usted escribimos y ponemos la mejor intención. Para usted van nuestras lucubraciones más felices y nuestros esfuerzos por brindar la información que necesita. Amigo, asiduo lector de nuestras páginas, sepa que ellas están escritas para usted con la mejor voluntad, con la mejor intención y el mayor respeto. Usted, que ha hecho de nuestro Diario su preferido, que espera nuestras noticias y nuestros comentarios, sepa que nuestra preocupación está puesta en eso. Nuestro Diario hoy cumple años. Y nuestra alegría, nuestra emoción y nuestro anhelo, están exclusivamente tendidos hacia usted, lector. Hoy cumplimos años, y nuestra emoción y nuestra gratitud la dejamos a sus plantas, como una ofrenda de amor.