Nunca antes un puñado de diseñadores de tecnología había tenido control sobre la forma en que miles de millones de personas piensan, actúan y viven sus vidas. Así lo advierte el científico informático y empresario estadounidense, Tristan Harris, quien asegura además que un puñado de empresas de tecnología controlan miles de millones de mentes todos los días. ¿Exagera?
Harris no es un improvisado. Conoce muy bien las estrategias utilizadas por los gigantes de Silicon Valley porque el mismo se desempeñó como diseñador ético de Google, cargo que -según afirma- abandonó al comprobar que tanto esa compañía como otras grandes que se disputan la atención de los usuarios (Facebook, Instagram o Twitter) cruzaron todas las barreras éticas al crear productos que están diseñados para activar el circuito de la dopamina en el cerebro humano, que proporciona placer y por hacerlo de tal manera que genera adicción. De esa manera, los me gusta o las constantes notificaciones en el celular están diseñadas para captar la atención del usuario, a cualquier precio. Para captar nuestra atención, los gigantes de Silicon Valley nos han convertido en adictos. Lo han hecho sabiendo que tenían ese efecto y lo hicieron desde el principio porque sus ingresos publicitarios dependen de ello, reveló Harris. La mayoría de los usuarios creen que otras personas sí pueden ser persuadidas por estas estrategias, pero no ellos. Y que, si alguien se convierte en un adicto, es por su propia responsabilidad. No saben que detrás de estas tecnologías hay grupos de ingenieros que se valen de todo tipo de trucos y técnicas para convertirlos en adictos, porque saben cómo provocar ansiedad y generar la sensación constante de que se están perdiendo algo importante, sostuvo.
Pero Harris no se quedó en la denuncia. Fue más allá y creó el Center for Humane Technology con el objetivo de generar conciencia de la necesidad de evitar ser víctimas de estrategias que sacan un enorme provecho de las vulnerabilidades psicológicas de los usuarios de estos servicios que, además, se ofrecen bajo el disfraz de la gratuidad, cuando en realidad brindan accesos sin cargo a cambio de recopilar una gran cantidad de datos e información sobre gustos e intereses de las personas que los utilizan.
Para evitar estas sofisticadas trampas, Harris propone desactivar las notificaciones; eliminar las aplicaciones de Facebook, Instagram, Tik Tok, Twitter y otras redes sociales que se benefician de la adicción, la distracción, la indignación, la polarización y la desinformación. Respecto de estas tres últimas situaciones, propone que los usuarios se acostumbren a escuchar opiniones y voces con las que no están de acuerdo. En ese sentido, observa que las redes sociales nos brindan contenido con el que ya estamos de acuerdo para mantenernos en línea por más tiempo, lo que erosiona nuestra capacidad para relacionarnos con personas que no comparten nuestras opiniones. Para resolver problemas como la pobreza, el racismo o el cambio climático, tenemos que unirnos y exponernos a diferentes perspectivas, recomienda.
Por su parte, el experto norteamericano en temas de tecnologías, Eli Pariser, explica en su libro El filtro burbuja: cómo la Web decide lo que leemos y lo que pensamos que Internet se transformó en una potente herramienta para extraer y analizar datos de millones de personas. En ese sentido, señala que los principales cincuenta sitios Web del mundo instalan un promedio de 64 cookies y dispositivos de búsqueda personal en las computadoras de los usuarios de la red. Busca una palabra como depresión en un diccionario en línea, y la página instalará en tu computadora hasta 223 cookies y dispositivos de rastreo para que otras páginas Web puedan seleccionarte como objetivo de antidepresivos. Comparte un artículo de cocina, y puede que te acaben persiguiendo por Internet decenas de anuncios de ollas antiadherentes, advierte Pariser. En su libro también describe el novedoso fenómeno de la selección mediante algoritmos que utilizan empresas como Google o Facebook, y explica las graves consecuencias que tiene esto sobre la recepción de información por parte de la ciudadanía y sobre la forma de pensar e interpretar los acontecimientos y, por consiguiente, sobre las democracias en los distintos países.
Naturalmente, cada cual podrá utilizar las nuevas tecnologías como mejor le parezca, aunque no está de más saber qué hay detrás de cada anuncio, de cada propuesta, de cada sugerencia, de cada contenido.