Editorial

La paradoja del ajuste


En la búsqueda de equilibrar las cuentas públicas y evitar un estallido de la economía, el Gobierno ha impulsado una serie de medidas que van desde el sinceramiento de tarifas- disfrazado de redistribución de subsidios- al ajuste en áreas sensibles, como la salud y la educación. Lo que resulta una paradoja es que se han tocado en este proceso banderas que enarboló el kirchnerismo para marcar su sensibilidad social.

En materia sanitaria los recortes que se planean son abismales y contradicen muchos de los discursos esgrimidos por los principales funcionarios de la cartera sanitaria e impactan no solo en el aspecto prestacional sino en términos de inclusión porque ocurren en momentos de enorme vulnerabilidad para un sistema que aunque se fortaleció durante la emergencia sanitaria por Covid-19 también mostró sus falencias estructurales y funciona en un esquema tan fragmentado como desigual.

Del mismo modo, en términos educativos, el ajuste implementado sobre el Programa Conectar Igualdad, que había sido presentado por la propia vicepresidenta de la Nación durante su gestión en 2010 cuando ella misma decía sentirse "la Sarmiento del Bicentenario" por el alcance inclusivo de la iniciativa que prometía revolucionar la educación e igualar a quienes parten de realidades más desfavorables para enseñar y aprender. El recorte es incluso superior a los recursos con los cuales se financia este programa. 

Tomando la pandemia como escenario, en ambos campos- tanto educativo como sanitario- las consecuencias son evidentes y gravísimas. En lo concerniente a la salud, este es el sector que quizás más sintió el impacto por la titánica tarea que efectores tanto del ámbito público como privado tuvieron que llevar adelante para evitar las temidas muertes en las calles. Y en el plano educativo las consecuencias negativas sobre los aprendizajes y los indicadores que empiezan a emerger como consecuencia de la realidad encienden luces de alarma que preocupan por sus implicancias.

Sin embargo, los recortes se inician por ahí, como si el gasto público no tuviera otras variables para implementar un ajuste. Ni hablar del que ya de por sí genera la inflación y la tremenda presión tributaria que motivan un ahogamiento de la clase media y de los principales sectores productivos del país. Resulta por lo menos una paradoja que se inicie el proceso por las acciones que podría suponerse constituyen el ADN del ideario político y social del kirchnerismo.

Cualquier gobierno no peronista que ensayara medidas similares u osara instrumentarlas en un contexto de la crisis de la dimensión de la que vive argentina, estaría condenado al estallido social o a protestas capaces de voltear superministros o funcionarios de primera línea.

Poco se entiende del destino y mecanismo elegido para hacer el ajuste. En lo sanitario, durante la pandemia, y quizás como nunca antes, se reclamó más inversión en salud y más recursos afectados a jerarquizar el funcionamiento del sistema sanitario en todas sus dimensiones. Curiosamente este ha sido considerado uno de los terrenos donde aplicar recortes fuertes. En educación, durante el tiempo que estuvieron cerrados los establecimientos educativos se cuestionó la brecha digital, y es justamente una de las aristas que hoy se verán perjudicadas. Como si esto fuera poco, el oficialismo decidió quitarles presupuesto a programas de infraestructura escolar, incluidos jardines de infantes.

En un curso de los acontecimientos en que resulta impredecible comprender cuál será el rumbo que tomará la economía y la política, resulta por lo menos incomprensible que se empiece por donde uno sospecharía no deberían comenzar las restricciones, a la luz de la realidad se abren muchos interrogantes respecto del futuro. ¿Dónde queda la promesa de fortalecer el sistema de salud y la tarea de los agentes sanitarios? ¿Dónde queda el compromiso de construir un país que haga base sustentable en la educación?

El recorte a cargo del Ministerio de Economía no sólo perjudica a la educación y a la salud sino al desarrollo del país. Sin educación no puede haber futuro y este ajuste, y ya lo mostró la realidad que sin salud no hay vida ni futuro posible.

Por supuesto que el país atraviesa un claro momento donde la lógica debe ser el equilibrio fiscal, pero el ajuste realizado en los programas educativos y sanitarios golpean aún más sistemas resquebrajados que están llamados a fortalecerse. El camino a la estabilización nunca puede ser sin recursos para la educación y con restricciones en el campo sanitario. Ninguna urgencia puede impactar sobre los principales capitales que tiene una sociedad para concebir y construir su porvenir.


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