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El regreso a las manos correctas: las de los técnicos de carrera


María Alejandra Morales es bioquímica con ms de dos décadas en el Inevh

Crédito: LA OPINION

María Alejandra Morales es bioquímica, con más de dos décadas en el Inevh.

La designación de Alejandra Morales como directora del Instituto Maiztegui luego del paso de una gestión impuesta por la política representa más que un cambio administrativo: es un retorno a la lógica que históricamente definió el éxito de este organismo. 

La designación de Alejandra Morales como directora del Instituto Maiztegui representa más que un cambio administrativo: es un retorno a la lógica que históricamente definió el éxito de este organismo. Durante décadas, el Instituto fue un ejemplo de cómo la ciencia y la técnica, libres de injerencias externas, podían generar impacto positivo en la sociedad. Sin embargo, en mayo de 2020, esa tradición fue interrumpida con una decisión que muchos interpretaron como una movida política antes que técnica.

Lo paradójico del caso es que la misma política que puso en el cargo a Marita Conti es la que ahora la remueve. En el medio sucedieron cosas importantes: por ejemplo, que el Gobierno que la designó, concluyó su mandato hace un año, y a pesar de ello, Conti continuó en sus funciones hasta ahora, incluso estando en la vereda ideológica opuesta. Supuestamente, su salida fue motivada por su exposición en redes sociales durante una celebración en el exterior, en un momento en que desde el Gobierno nacional se solicitaba austeridad y bajo perfil en cuestiones personales. Además, que el contexto actual exige un intenso trabajo en el Instituto debido a la aproximación del pico de dengue, enfermedad de la cual el INEVH es referente nacional.

Esta dinámica, inherente al juego político, es una lección recurrente para quienes acceden a posiciones estratégicas sin un vínculo directo con la misión técnica de las instituciones que lideran. No se trata de evaluar la gestión de Conti como buena, regular o mala. El punto central es que su presencia simbolizó un desvío de los valores fundacionales del Instituto, una institución nacida para ser conducida por profesionales de carrera, alejados de los vaivenes partidarios.

El Maiztegui nunca necesitó un jefe político. Su historia demuestra que su fortaleza radica en la independencia y el profesionalismo de sus cuadros técnicos. De hecho, sus directores fueron el propio Julio Maiztegui, luego su discípula Delia Enría, y le siguió la propia Alejandra Morales, quien ahora vuelve al cargo. Con Morales al frente, no solo se corrige un error histórico, sino que se envía un mensaje contundente sobre la necesidad de respetar la naturaleza de las instituciones. Es un triunfo para Pergamino, una comunidad que siempre ha valorado y defendido el trabajo del Instituto como un emblema de conocimiento y servicio público.

Este episodio nos invita a reflexionar sobre el impacto de las decisiones políticas en organismos sensibles para la sociedad. El Maiztegui vuelve a ser conducido por quien nunca debió haber dejado el cargo, devolviendo al Instituto el sentido de pertenencia que lo caracteriza. Es un reencuentro con su esencia, una victoria para la ciencia, y un recordatorio de que hay espacios donde la política debería estar al servicio de la técnica, y no al revés.


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