En el lugar de trabajo de una mujer y en la cuadra donde reside recurrieron a las autoridades para que intervengan ante los graves incidentes protagonizados en las últimas horas.
Se trata de una persona mayor de 50 años con serios problemas de convivencia que hace mucho tiempo sólo se manifestaban en incidentes aislados y en los últimos días la escalada de violencia tuvo sus víctimas en el ámbito laboral y en la cuadra de residencia.
El sábado a la noche le tocó el timbre a la vecina para que las personas que estaban de visita en su casa quiten los autos del espacio del cordón del domicilio.
La propietaria del vehículo lo removió con evidente desgano ya que la unidad no estaba obstruyendo ninguna rampa de discapacitados ni una entrada de cochera.
El auto sólo se encontraba en el frente de la vivienda de quien se consideraba damnificada por ese lugar de aparcamiento elegido.
Al ir a pedirle que removieran la unidad de ese espacio les dijo que la visitarían familiares e iban a necesitar estacionar frente a su vivienda.
Las reglas de convivencia en sociedad establecen códigos implícitos que en este caso le darían prioridad a quien estaciona primero y no al frentista.
Frecuentemente se da que los moradores dejen sus vehículos frente a la puerta de acceso a la casa, por una cuestión de comodidad.
La automovilista trasladó el vehículo hacia otro sector de la misma cuadra y volvió con evidente gesto de malestar que la mujer cuestionó abiertamente.
Los cruces de palabras subidas de tono entre los moradores de ambas viviendas recrudecieron y hubo contactos físicos y lesiones mutuas entre las personas enfrentadas.
Afortunadamente, la cuestión no pasó a mayores y sólo acusaron heridas superficiales y contusiones por el forcejeo que duró unos pocos segundos.
Rápidamente se calmaron y cada uno regresó a su casa con su versión de los episodios que se convirtieron en actuaciones penales de la Fiscalía porque hicieron intervenir a la Policía a través de llamados al servicio de emergencias 911.
El otro escenario de conflicto fue el lugar de trabajo donde provocó discusiones con sus colegas y faltó el respeto a sus superiores que le llamaron la atención.
El clima laboral se enrareció por los gritos, insultos, expresiones malintencionadas y todo tipo de provocaciones verbales que le atribuyeron a la mujer.
Lo más grave de todo es que los testigos de ese maltrato oral se dio dentro de un ambiente donde había otras personas ajenas a la situación laboral y muchos de ellos adolescentes menores de edad.
Las autoridades llamaron al orden a la trabajadora e iniciaron un procedimiento que podría terminar en sanciones disciplinarias con las probables consecuencias administrativas que la resolución pudiera acarrear.
Estos episodios se dieron en el barrio General San Martín donde reside y trabaja la mujer mayor de 50 años; cuestionada por sus vecinos y el entorno laboral.