En las últimas décadas, muchos productores le dijeron "chau al alambrado" y se volcaron de lleno a la agricultura, desplazando así a la ganadería hacia ambientes marginales, donde los animales conviven con inundaciones y otros eventos extremos del clima que condicionan su alimentación base: las pasturas. Este fenómeno llevó, incluso a investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) a preguntarse cómo es posible alcanzar una producción sustentable en estos ambientes tan hostiles.
Por supuesto que profesionales de otras instituciones como el INTA estudiaron también el tema y lograron avances extraordinarios. Pero aún así, el stock ganadero se debilitó y es natural que ocurra, dado que no es lo mismo producir carne en la Pampa Húmeda que en regiones del norte del país.
También incidieron en el stock ganadero otros factores como la ausencia de un plan de retención de vientres o la implementación de políticas populistas intervencionistas en el comercio, pero no es el caso analizarlas en este artículo.
Lo concreto es que el stock ganadero es la columna vertebral con que se expresa toda la cadena y esta se fue debilitando en las últimas décadas. El tema no es menor porque influye decisivamente en la producción, el consumo y la comercialización y son estas tres variables las que fueron mostrando cambios significativos en las últimas décadas.
Se estancó el stock y se multiplicaron los habitantes
Como bien lo ejemplifica el consultor Gabriel Carnevale, "en el mundial 78 éramos 25 millones de habitantes, mientras que hoy nos estamos acercando a los 50 millones y en todo ese tiempo el stock vacuno se mantuvo en 52 millones de cabezas".
Este desequilibrio entre oferta y demanda derivó en todos estos años en un lógico y sostenido incremento en los precios. De hecho, apunta Carnevale "los terneros en pie hoy valen dos dólares el kilo y si uno mira la serie histórica de 70 años para atrás valían 50 centavos de dólar" y no subieron más por el bajo poder adquisitivo de la población, lo cual llevó a reducir el consumo de carnes rojas".
Tradicionalmente "los argentinos consumíamos 90/100 kilos por habitante/año, mientras que ahora estamos en el nivel histórico más bajo, apenas superamos los 40 kilos por habitante/año", nos recuerda.
Al reducido stock se le sumó también el bajo nivel de nacimientos por la ausencia de políticas sanitarias que permitan mejorar la reproducción en los rodeos. "Hoy el rodeo Argentino produce 14 millones de nacimientos por año que aportan medias reses de 110 a 150 kilos, lo cual da una producción per cápita de 65 kilos, de los cuales 45 se destinan al consumo local y 20 a la exportación", describe Carnevale.
Por todo ello, es imperioso que Argentina comience a proyectarse no solo como un país productor de alimentos para sus habitantes, sino para el mundo. Para ello cuenta con buen clima y tierra fértil, pero faltan políticas de Estado. Como bien concluye Gabriel Carnevale, "empecemos como país a adaptar o adoptar planes de producción como los tiene Brasil que logró retener dos millones de hembras por año y hoy son los que abastecen al mundo de proteína animal, con el ingreso de divisas genuinas que ello significa".