Aunque no es estrictamente necesario ser músico para ser un buen luthier, el conocimiento profundo del instrumento, tanto en su ejecución como en el manejo de la madera y su resonancia, otorga un valor añadido al artesano que da vida a estos instrumentos. Esta sensibilidad resulta clave a la hora de entender al músico y de mejorar el instrumento a través de su uso. Como bien se sabe, un instrumento siempre mejora al ser tocado.
José Temprana no solo es luthier, también es músico y cantante y, sobre todo, un experto en instrumentos de percusión y un apasionado del folklore latinoamericano. Rodeado de tamboriles, tumbadoras, congas, cajones, bongós, cencerros y redoblantes, nos recibió en su taller ubicado en la calle Joaquín Menéndez 955.
-¿Qué apareció primero el músico o el luthier?
-Primero viene la música. Mis viejos (Mirta Susanna Cortopassi y Sergio Gustavo Temprana) me vieron rascar una raqueta de tenis como si fuera una guitarra. Me llevaron a los 8 años a aprender guitarra con Juan Carlos Migliaro. Estuvo bueno porque fue algo más integral, guitarra y canto. Hoy día estoy más vinculado con el canto que con la guitarra. A los 15 años empecé con batería, arranqué con Gustavo Castell y seguí con Mariano Risso. Empezaba la época de las bandas de rock. Le pedí a mi primo Pepe Bizcaysacú, que vivía en esta casa, que me preste la batería y ahí arranqué a tocar con la muchachada.
Después de terminar la escuela me fui a vivir a Buenos Aires y encaré Ingeniería Mecánica porque siempre me gustó la matemática y la física, y los autos. Estudié un año el CBC y sobre el final del primer año me empecé a dar cuenta que necesitaba recuperar la cuestión musical. Si bien cuando me fui estudiaba percusión con Oscar Giunta y seguía tocando, cuando termino ese primer año me pongo a investigar y con la ayuda de orientación vocacional, aparece Ingeniería en sonido, en la Universidad de 3 de Febrero.
Paralelamente me interesó también la carpintería y desde la percusión lo que me gustaba era tratar de generar mis propios instrumentos, buscar algún cajón que sonara como yo quería, o hacer un bombo que tuviera un parche de madera como si fuera un cajón; siempre buscando cosas nuevas. Las tres principales materias primas que se trabajan en el taller son la madera, el hierro y el cuero.
Lo de Ingeniería en Sonido lo apliqué de alguna manera de las cuestiones acústicas. Estaba bueno porque lo que veía teóricamente lo podía llevar a cabo directamente.
Fui generando vínculos y así conocí gente que me involucró en la movida del candombe y los instrumentos. Así como yo daba mis servicios de percusionista o cantante, esa gente que yo iba conociendo de alguna manera me exigía estar aprendiendo cosas nuevas todo el tiempo para estar a la altura de las circunstancias.
En Fuerza Bruta
Después de los tres años de carrera de Ingeniería en Sonido, cuando José decidió dedicarse de lleno a la música, comenzó en el Conservatorio "Manuel de Falla" donde estudió otros tres años. "Después, por una convocatoria por Internet, me llegó la posibilidad de hacer un casting para ingresar a Fuerzabruta (compañía teatral argentina con presentaciones en distintas capitales del mundo). Fue uno de los laburos que me abrió la cabeza porque implicó diversas áreas en diferentes roles. Ahí estuve con Mati Lanzillotta. Yo me desempeñe principalmente como músico tocaba el bombo legüero y cantaba, y también el redoblante y el derbake-; pero también hacía de stage manager", explicó.
Así fue que Temprana trabajó con intervalos- durante seis años, desde el año 2014 hasta el 2019, con dos giras por año y recorrió Londres, China, San Pablo, Uruguay y Macao.
"Las primeras veces fue un poco estresante, pero por suerte me agarró en una etapa de la vida que podía hacerlo, lo llevaba bien y tenía la cintura como para arrancar de nuevo todo el tiempo", sostuvo.
"Apliqué luthería porque era también el encargado de mantener los instrumentos en condiciones", agregó.
Pergamino y la pandemia
Después de su última gira con Fuerza Bruta por Río de Janeiro, Temprana compró una camioneta y con su compañera emprendieron un viaje por el sur del país. "Viviendo en una camioneta no nos enteramos de nada. El 15 de marzo cumple años mi viejo, así que el 13 dijimos vamos para Pergamino y nos quedamos unos días para festejar. El 17 se decretó la cuarentena por la Pandemia de Coronavirus. Así que nos quedamos viviendo un par de meses en lo de mis viejos y de ahí nos instalamos en esta casa. Desde ese momento empecé a confiar y a darme cuenta de que no era tanto un hobby sino que era parte de lo que yo soy y de lo que también quería desarrollar en paralelo con mi camino de músico", confesó.
-Pergamino no es quizás el mejor mercado para un luthier.
-Pero lo que termina sucediendo es que no es donde más se venden los tamboriles. Hoy en día, con las redes pude hacer contacto con comparsas, más la gente que yo conocía en Buenos Aires y que me acompañó en mis inicios de mi trayectoria. Tengo contacto en las comparsas de Tigre, Avellaneda y Mercedes; gente que eventualmente necesita tamboriles para agrandar la comparsa.
-¿Cuáles son los instrumentos que manufacturas?
-Entre las cosas que estoy fabricando -el primer caballito de batalla que amo- es el cajón peruano flamenco. Después, el gran amor que encontré acá y que más estoy fabricando últimamente, son los tamboriles de candombe (el chico, el repique y el piano), que se toca colgado, caminando. Esto me abrió las puertas para empezar a investigar y obtener recursos para poder empezar a abocarme a otros instrumentos como el redoblante, ashiko (barricas tipo cónicas), tumbadora (familia típica de tambores centroamericanos), campanas (cencerros), bongó. Después, en los tiempos que tengo para mí, me dedico a la investigación del folklore latinoamericano.
Los que más fabriqué son los tamboriles de candombe. Acá tenemos una comparsa que se llama La Ferroviaria, que nació a partir de la pandemia con la necesidad de encontrar un espacio para juntarnos al aire libre. Nace con el taller porque empecé a fabricar tamboriles pero no había tocadores. Así que hablé con Mati Lanzillotta, Emanuel Rotella, Juancito Echevere, Chizo Tiseyra. Empezamos a juntarnos y a compartir los piques. Yo ya había formado parte de comparsas de candombe en Buenos Aires y soñaba con hacerlo acá. Hoy somos entre 14 y 18 integrantes. Es emocionante porque contamos con la autogestión y salimos con nuestro vestuario.
Los ensayos son abiertos en Parque Belgrano, los sábados o los domingos, dependiendo del quórum.
Proyecto musicales
Para José, tanto el canto como la interpretación de instrumentos "son medios de expresión" que lo impulsan a seguir adelante. "Estoy fabricando tamboriles y escuchando salsa, candombe, cumbia o merengue. Esto forma parte de mí día a día. Siempre he cantado. Aunque no diría que es lo que más me apasiona, me siento auténtico cuando lo hago; me siento libre tanto con mi voz como con los tambores",
-Además de La Ferroviaria, integras varios proyectos musicales ¿Cuáles son?
- Estoy en varios proyectos y encontré una dinámica que me gusta. En una época de mi vida estaba en dos proyectos, ensayba toda la semana y ponía toda la energía. Y ahora lo que tiene de bueno, tanto en la Orquesta Compay como en otros proyectos es que estamos trabajando más con fechas, es decir, nos preparamos para tocar en una determinada fecha. Esto genera mucho menos desgaste para la relación. Y en esto de los objetivos todo el tiempo vas conociendo gente nueva. Lo último que armamos fue "Portuñol", con Germán Mesonero, Fernando Basanta y Demi Santucho. Después integro "Ensamble Mapacho" junto a Ari Santucho, Mati Lanzillotta, Nati Gómez Carillo, Lula Defrancesco y Marcos Montero. Y por último tocando en trío con Ari Santucho y Marcos Montero, que le llamamos "Shairinmesin", que es el nombre del disco de Marcos Montero.
Un claro referente
En un mundo cada vez más globalizado, donde las tradiciones corren el riesgo de perderse, José Temprana emerge como un puente entre el pasado y el presente. Su profundo conocimiento de las raíces musicales de nuestra región, combinada con su destreza como luthier y talento como músico y cantante, lo convierte en un referente imprescindible, demostrando que la música, cuando se vive con autenticidad y respeto, tiene el poder de mantener vivas nuestras historias y tradiciones.