La dicotomía del campo y la ciudad parece no tener razón de ser cuando nos adentramos al establecimiento Don Raúl Luis. Las decenas de imágenes que el artista fotográfico Francisco Ayerza supo rescatar del campo, cobran vida en este paraje de Pergamino, que lleva su nombre.
Tampoco exageramos si decimos que nos trae a la memoria a Hipócrates cuando decía "el aire puro es el primer alimento y el primer medicamento". Y, precisamente, una de las principales ventajas de vivir o, al menos, pasar unas horas en el campo, nos permite respirar ese aire puro, estar en un entorno sin polución, relajarnos y lo más importante disminuir ese stress que nos genera el ritmo intenso al que nos lleva la vida.
Lo cierto es que el aire puro y la naturaleza constituyen una parte integral en la vida del ser humano, es un espacio de múltiples significaciones que no solo brinda infinitos regalos, sino que se instala como el único lugar donde el individuo es capaz de reencontrase consigo mismo.
Lo bueno de "tomarse un respiro"
Todas estas cosas, quizás porque las vivió en carne propia, fueron las que llevaron a Matías Cogo a cambiar de hábitos y darles la oportunidad a otros que también puedan hacerlo. "Yo nací y me crié en el campo, pero el deseo de mis padres de que estudie y me capacite, me llevó a alejarme de este mundo que tanto quise, quiero y querré", nos cuenta Matías al tiempo que alza su mirada y abre sus brazos mostrándonos su más preciado tesoro: el campo.
Respondiendo al pedido de sus padres, una vez cumplido el secundario se trasladó a Rosario, siguió la carrera de contador, se recibió y volvió a Pergamino para ejercer su profesión. "La verdad me iba muy bien, trabajaba en relación de dependencia en una empresa local y, además, tenía clientes de manera independiente, en ese aspecto no me podía quejar; pero, aun así me costaba mucho adaptarme al ritmo ciudadano, pese a que nunca me alejé del todo del campo y tiempo libre que tenía lo pasaba aquí ayudando a mi padre en las labores agrícolas".
Volviendo a las raíces
Después de años de oficina sintió la necesidad de conectarse definitivamente con su tierra, que había sido el sustento de generaciones pasadas. "El apego que tengo al campo pudo más y un día tome la decisión de dejar la ciudad, mi dependencia a la empresa que trabajaba y también tiempo después los clientes particulares, para dedicarme por entero al campo".
Y así fue como a partir de 2018 Matías toma la determinación de abrazar definitivamente el legado de su familia. Claro que la decisión de dejar su profesión de contador implicó desafíos y sacrificios, pero también le brindó una sensación de plenitud y realización. "En Ayerza la mayoría de las chacras tienen 27 hectáreas o menos y mi padre, como tantos chacareros, tuvo tiempos buenos y malos, lo que siempre lo llevó a buscar diferentes actividades para agregar valor y generar beneficios económicos que le permitieran subsistir", enfatiza y remarca que "hay que estar y conocer para saber que no todo son pepitas de oro".
Consciente de esto, Matías sabía que había que buscar la manera de tener ingresos extras que puedan solventar los gastos que demanda el campo cuando las cosechas no dejan buenos dividendos, tarea nada fácil, más aún cuando se le enferma gravemente su padre. "No fue fácil, arranque sumándole a la agricultura una actividad más manuable como la granja, básicamente producción de huevos, entre otras actividades, hasta que perdí a mi padre y todo se precipitó, obligándome a incursionar en otras alternativas y en esa búsqueda surgió la idea de dedicarme al turismo rural", resume.
Cambio profundo
Como todo cambio, a Matías le generó miedos que poco a poco fue superando "trabajando con pasión y no bajo presión", como nos dice, y su creciente entusiasmo en poder mostrar cómo se vive en el campo, lo bien que hace el aire puro y, a la vez, le sirva de sustento.
"Arrancamos con `Tardecitas en el Campo`, que sinceramente no llamó mucho la atención, pero todo fue cambiando en la medida que ofrecíamos la posibilidad de pasar todo el día, hubo más interés más repercusión, más aun cuando le sumamos el `Galpón de los Tatarabuelos`, un espacio donde se guardaban maquinarias y herramientas que transformamos en una pulpería con capacidad de 50 o más personas, y disfrutar de un buen asado a la parrilla o a la cruz y comidas al disco; y ni hablar cuando agregamos hace poco la `Casita del Puestero`, otro espacio que existía pero mejoramos y acondicionamos para poder pasar la noche, fue una revolución, potencializó el proyecto".
Difícil encontrar las palabras para definir el entusiasmo y las ganas que Matías le pone a esta iniciativa que, por cierto, va ganando cada vez más adeptos deseosos de pasar un tiempo al aire libre, respirar aire puro, hacer un retiro, yoga, meditaciones. "Son infinitos los motivos que llevan a los visitantes a acercarse a Don Raúl Luis, lo cual me llena de satisfacción…". Y no es para menos, dado que no solo encontró una alternativa económica sino que además contribuye a cambiar la mirada hacia el campo. "Durante años el campo estaba demonizado y castigado en diferentes aspectos, pero últimamente estamos observando que muchos se están enganchando con el ambiente rural, está cambiando la proyección, la óptica de lo que es el campo en la Argentina, lo que significa y me siento orgulloso de contribuir en esa unión del campo y la ciudad, que nunca debió haberse roto".
