"Nonocho" Orlando, el responsable de que Pergamino tenga "Capitán del Espacio"

En quioscos de muchas ciudades de Argentina, incluso en las capitales de provincias, conseguir el alfajor Capitán del Espacio resulta imposible. Hay casos en los que los propios comerciantes aseguran que no los pueden adquirir; y por otro lado se encuentran quienes desconocen su existencia, sorprendiéndose cuando el cliente se los pide con "naturalidad". 

De acuerdo a datos proporcionados recientemente por empresas del rubro y publicados por el diario El Cronista, en el país se consumen entre 12 y 13 millones de alfajores por día; hay algunos tradicionales, varios con una extensa trayectoria e incluso variedades importadas que llegaron en los últimos tiempos para competir con marcas tradicionales que se encuentran en los negocios del sector. 

Sin embargo, en Pergamino, el Capitán del Espacio hace muchos años se comercializa sin problemas, tanto simples como triples, blancos y negros; y también están los de fruta, que tienen un público numeroso que los pondera por encima del resto, asegurando que no los cambian "por ninguno". 

Cuenta la historia que Ángel Líneo de Pascalis tenía 36 años y trabajaba en un frigorífico hasta que se enteró de una oportunidad para cambiar de rubro laboral. Una fábrica de alfajores, en la localidad de Ezpeleta, había quebrado y estaba en venta. Este emprendedor llamó a su amigo Arturo Amado, juntaron sus ahorros y la compraron en febrero de 1962. Su filosofía de negocio, sin saberlo, daría pie al mito de esta golosina "única" que desde hace alrededor de 60 años venden la familia Orlando en Pergamino y localidades vecinas.  

Alfajores todo el año

"Somos la tercera generación que los comercializa acá en la ciudad y la zona; hoy me acompaña Soledad, en todo lo que respecta a logística; y yo sigo en las calles con la distribución", cuenta a LA OPINION "Nonocho" Orlando, el responsable de llevar este manjar a los quioscos y demás comercios que los venden. "La gente los consume todo el año, hay algunos que prefieren los simples tradicionales y un público que únicamente busca los triples negros, aunque también están los consumen los blancos por sobre tosas las cosas", agregó este reconocido pergaminense que hace años transita las calles con su utilitario transportando las cajas de esta emblemática golosina que cautiva a grandes y chicos, sin distinciones de ninguna índole.  

El mito del Capitán 

Su nombre, justamente, es uno de los grandes misterios. Algunos se lo atribuían a la canción "El anillo del capitán Beto" de Invisible o como un homenaje a Neil Armstrong, sin embargo las fechas no coincidieron dado que son posteriores. En una de las pocas entrevistas que otorgó, en este caso al diario Clarín Zonales, allá por 2008, De Pascalis afirmó: "Lo elegí porque en esa época se hablaba de que el hombre llegaría a la Luna", lo que marcó para siempre el verdadero motivo del nombre. 

Asimismo, varias personalidades también se declararon fanáticas de este alfajor de culto. Basta con ver la cara del Papa Francisco cuando le llevaron una caja al Vaticano. Hace un tiempo, durante una de sus transmisiones en vivo, Sergio "Kun" Agüero comentó: "De chiquito me mataba jugando a la pelota por un Capitán del Espacio".

Por otro lado, en las redes sociales, hay publicaciones tales como "El Capitán del Espacio no está 'sobrevalorado'. El Capitán es un mito que se emancipó de la mercancía en sí, de la cosa tangible, del producto", escribió Facundo Calabró, conocido como "El catador de alfajores", en su cuenta personal de Twitter @alfajorperdido.

Aún hoy se mantiene el mito. La baja distribución en el territorio porteño y otras zonas del Gran Buenos Aires todavía dificultan encontrarlo. Pasaron más de 60 años y el misterio no se despeja. De Pascalis falleció en 2012, a los 86 años, y la fábrica se repartió entre sus herederos Nelly de Pascalis, Rubén Aranda y Liliana Elena. En tanto, la presidencia del directorio pasó a manos de Mario Díaz, esposo de Elena. 

"Fanáticos del Capitán"

De Pascalis no creía en la publicidad y sus sucesores alimentaron aquella decisión. El mito, de todas maneras, creció hasta expandirse a kioscos y comercios de todo el país. Un alfajor que solo necesitó el marketing de la calle para hacerse popular. Quienes viven por la zona de Quilmes, donde está la fábrica, lo consideran una insignia del barrio y un motivo de orgullo. Se han confeccionado remeras y pintado murales con su logo; también hay quienes lo llevan tatuado en la piel.

Últimamente, la máxima preocupación de los consumidores se centró en el logo de este producto ya que tras la aprobación de la Ley de Etiquetado Frontal, la cual prohíbe incluir personajes infantiles, animaciones, dibujos animados, entre otros, hizo que se retirara el personal que ilustraba los envoltorios.

El fanatismo por el alfajor se puede ver en redes. Un grupo de Facebook activo con más de 10 mil personas. Se comparten fotos, lugares donde se puede comprar, pedidos para que haya venta en otros puntos del país. Imágenes con Capitanes del espacio blanco, de dulce de leche, en París, Alemania y Australia. "Tiene un valor simbólico. Nos acordamos de la niñez. Nada nos encandilaba más que pasar por un quiosco", sostuvieron en este grupo de la red social. 

Más allá de las competencias de alfajores, el peso está ligado a lo que está alrededor del alfajor. Desde el Mono de Kapanga peleándose con Clarín por una nota que sacó el matutino hasta una canción de Callejeros, los ejemplos son muchos para hablar de lo que significa la golosina. Con sus detractores a la espera de que alguien lo revalorice, el alfajor mantiene la cercanía con sus verdaderos fanáticos.