Falleció el viernes a los 72 años, el referente del tango de nuestra ciudad, Carlos Aguilera. Se definía como un "cantor" y amante de la música. Su nombre real era Pedro Timoteo, "Carlos" era su identidad artística, la que adoptó a los 13 años, cuando comenzó a sentir con pasión "ese berretín" de estar en los escenarios.
Reconocía que recién con el transcurso de los años se amigó con su nombre verdadero y aseguraba que tendría que haberse llamado "Timoteo" en el terreno artístico, porque era un nombre con una impronta fuerte propia de los tangueros.
Tenía poesía en la voz y en lo que decía, un don que poseen aquellas personas que han crecido y se han desarrollado cerca del arte.
Se crió en una familia de artistas de circo. Su padre Daniel Aguilera era un cantor nacional, cantaba tango, milonga, canciones camperas, y su madre, Mercedes Gola, también cantaba y ambos trabajaban en los circos.
Carlos nació en el barrio Centenario y vivió allí hasta que sus padres se separaron. Con su madre se estableció en Doctor Alem y Larrea, un lugar atravesado por historias e inundaciones que de algún modo marcaron una época de su vida. Fue a la escuela Nº 2 y sus estudios secundarios los hizo dos veces, una vez en Brasil y otra vez en la Escuela Nº 1 en el turno noche.
Su vocación por la música surgió tempranamente. A los 12 ó 13 años comenzó a subirse a los escenarios y a presentarse en los concursos y festivales que se organizaban en Pergamino y la zona. La primera relación que tuvo con la guitarra fue a través de la zamba y del folklore en general porque en su tiempo era frecuente recorrer peñas.
A los 22 años se fue a Brasil, donde vivió hasta los 45 años. Allí transitó gran parte de su historia. Vivió en San Pablo, aunque también estuvo en Río de Janeiro y en Salvador de Bahía, donde trabajó como cantante en una boite que se llamaba Cloc.
En San Pablo, con casi 30 años, hizo un ciclo acelerado del secundario para ingresar a la Universidad de San Pablo, en la Facultad de Música. Allí estudió el primer año de música y por entonces tocaba la trompeta además de cantar tango y música italiana en la noche.
Su paso por la Universidad se interrumpió cuando nació su hija Caroline. Su vida cambió y, además de cantar, se dedicó a la fotografía social. En Brasil nacieron sus dos hijos: un varón llamado Carlos Daniel con el que no tenía trato; y Caroline, que le dio dos nietos: Lucas y Laura.
En 1995 volvió a Pergamino a pasar las fiestas con su madre y volvió a Brasil solo a visitar su hija y sus nietos. Aquí lo esperaba la música. La fotografía quedó para sus inquietudes personales.
Volvió a hacer el secundario con la intención de ingresar al Conservatorio Provincial de Música y culminó sus estudios en 2001, donde también hizo la Tecnicatura en Piano.
En los escenarios siguió trabajando en Pergamino y en Buenos Aires. "Tengo algunas composiciones mías que son cantadas, y tengo que recordar eso a la muchachada", señalaba LA OPINION y también mencionaba que una zamba de su autoría fue grabada por un conjunto folklórico de Buenos Aires.
En lo cotidiano dictaba clases de canto en forma particular. La mayor satisfacción que le ha dado su carrera de música han sido los amigos. Fue un agradecido del camino que la música le permitió transitar.
En los últimos años su compañera de vida fue Silvana Torralba, profesora de Expresión Corporal y docente. Carlos Aguilera imaginaba el futuro, cantando los mejores tangos y buscando siempre el conocimiento. "He podido vivir de la música, me ha ayudado a vivir y a sobrevivir. Pero solo de grande me di cuenta de que la amaba tanto. Le debo a la música lo que soy, porque seguramente la vida me hubiera llevado por otros caminos si no hubiera tenido una guitarra en la mano", decía.