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Falleció Maya Plisetskaya, la bailarina indomable que desafió al poder y al tiempo


 Dos imgenes de la vida de Maya Plisetskaya- con su esposo Rodión Shcherdin en 2005 y en el escenario (INTERNET)

'' Dos imágenes de la vida de Maya Plisetskaya: con su esposo Rodión Shcherdin en 2005 y en el escenario. (INTERNET)

Con sus ojos vivarachos que no envejecían, una sonrisa triunfadora y un porte real nunca dejó de sorprender al público. Con una perfecta formación académica, adornaba sus interpretaciones con desafíos y sensualidad inimaginables en la danza.

MOSCU, (AFP-NA) - La bailarina rusa Maya Plisetskaya, fallecida ayer a los 89 años, desafió el tiempo y las costumbres de la época, escandalizó al régimen soviético con interpretaciones eróticas y se apasionó con coreografías modernas a la edad en que sus colegas estaban retiradas.

Con sus ojos vivarachos que no envejecían, una sonrisa triunfadora y un porte real, Plisetskaya nunca dejó de sorprender al público.

Casada con el compositor ruso Rodión Shcherdin, Maya Plisetskaya falleció ayer en Alemania por una crisis cardíaca pero será enterrada en Rusia, según el director del Bolshoi, Vladimir Urin.

En su 80 cumpleaños, en 2005, interpretó en el Kremlin el “Ave Maya” que le dedicó el coreógrafo francés Maurice Béjart, coronando una gala mágica con bailarines clásicos del mundo entero, los monjes Shaolín, la orquesta del ejército ruso Alexandrov y el rey del flamenco Joaquín Cortés.

Un homenaje que resumía bien la carrera y el carácter de la “Prima ballerina assoluta”, una distinción suprema que el Bolshoi sólo ha concedido dos veces en su historia.

“Maya Plisetskaya asimiló una gran tradición, la digirió y la recicló, alcanzando la libertad. Independientemente de lo que baile, siento en ella una fuerza vital enorme, la sensualidad, pero sobre todo, la modernidad”, dijo de ella Maurice Béjart.

Para el coreógrafo, Maya Plisetskaya era la “última leyenda viva de la danza”.

“Lo esencial es ser una artista y comprender por qué estás en el escenario. No basta con levantar la pierna”, decía la bailarina para explicar el secreto de su éxito.

Nacida el 20 de noviembre de 1925 en Moscú, Plisetskaya conoció el destino trágico de millones de soviéticos. Su padre, ingeniero, fue fusilado bajo el régimen de Stalin en 1938 y su madre, actriz de cine, fue enviada a un campo en Kazajastán como “miembro de la familia de un traidor a la patria”.

La pequeña Maya, “hija de un enemigo del pueblo”, fue acogida por su tía, bailarina, y su tío, profesor de danza. Estaba “feliz” porque aprendía a bailar. Le encantaba la danza española, “tan diferente de lo que nos rodeaba”, escribe en sus memorias.

Un amor que le retribuyó España, concediéndole la nacionalidad, y en 2005, el premio Príncipe de Asturias de las Artes. El jurado entendió que Plisetskaya había “convertido la danza en una forma de poesía en movimiento, al conjugar la exquisita calidad técnica con la sensibilidad artística y humana”.

Plisetskaya entró en el Bolshoi en 1943 donde bailó casi 50 años.

Sobresalió rápidamente. Con una perfecta formación académica, adornaba sus interpretaciones con desafíos y sensualidad inimaginables en la danza soviética.


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