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Guillermo Irizar y Emilio Lavezzari corrieron 120K en el Patagonia Run


 Guillermo Irizar y Emilio Lavezzari en uno de los ascensos que tuvieron que superar en el Patagonia Run (GUILLERMO IRIZAR Y EMILIO LAVEZZARI)

'' Guillermo Irizar y Emilio Lavezzari en uno de los ascensos que tuvieron que superar en el Patagonia Run. (GUILLERMO IRIZAR Y EMILIO LAVEZZARI)

Cumplieron sus objetivos en el ultra maratón que se disputó en San Martín de los Andes. Finalizaron el extenuante recorrido, con 5.500 metros de desnivel positivo, luego de 22h. 11m. 47s. y 24h. 52m. 20s, respectivamente. Ambos repasaron la carrera para LA OPINION. En la distancia 42 kilómetros participó la también pergaminense María Cristina Villata.

DE LA REDACCION. Entre el viernes 10 y el sábado 11 de este mes en San Martín de los Andes se desarrolló la sexta edición de la competencia de ultra maratón Patagonia Run. En la mayor de las seis distancias que incluía el evento, 120 kilómetros, entre los 170 participantes de 35 países, dos pergaminenses cumplieron sus objetivos al completar el extenuante recorrido. Guillermo Irizar empleó 22h. 11m. 47s. para finalizar en la posición 55 (5º en su categoría) y Emilio Lavezzari concluyó 113º con un registro de 24h. 52m. 20s. También participó, en la distancia 42 kilómetros, María Cristina Villata, madre de Guillermo Irizar, que se ubicó 279ª con un tiempo de 6h. 44m. 08s. Tanto Irizar como Lavezzari compartieron con LA OPINION sus experiencias en la prueba.   

 

Guillermo Irizar

Irizar ya había corrido dos “ultra” en la montaña, pero esta era la primera vez que afrontaba uno de más de 100 kilómetros. “Definitivamente para correr este tipo de carrera hay que estar loco, pero no insano, sino loco por el deporte, por la naturaleza, por descubrirse a uno mismo, por encontrarse en la adversidad y ver hasta dónde uno es capaz de llevar su cuerpo y por sobre todas las cosas siempre disfrutando”, destacó.

Antes de iniciarse en las carreras de pedestrismo y especialmente en las de aventura, Guillermo jugó al basquetbol hasta que se apasionó por esta disciplina “por el simple hecho de correr y disfrutar de la naturaleza, como siempre digo ‘el tiempo es anecdótico’, cada línea de llegada que cruzo es una victoria para mí”. 

En el inicio de la entrevista, relató: “Largamos a las 21:30 del viernes por lo que tuvimos que correr durante más de 10 horas de noche con la luz artificial que llevamos en nuestras cabezas, fue muy dura la noche y trajo consecuencias después durante el día. Los terrenos son en su mayoría senderos de montaña, estás continuamente subiendo y bajando, lo que te va quitando piernas y más a nosotros que no estamos acostumbrados por vivir en el llano”.

Al referirse a los tramos más complicados de la competencia no dudó en responder que “el ascenso al cerro Colorado en plena noche y el ascenso y el descenso del Quilanlahue fueron los más difíciles, el último tiene una subida de 4 kilómetros, llega a los 1.650 metros y está ubicada en el kilómetro 90 de la carrera, cuando estás muy cansado y el descenso es muy técnico, empinado, con tierra suelta, muchos zigzagueos que te van comiendo los cuádriceps y con piedras sueltas por lo que lo mejor es bajar con cuidado para no lesionarte y terminar rodando”.

Pero la carrera había empezado mucho antes con una preparación que demanda un gran desgaste físico. “El entrenamiento fue de 12 semanas con algunos fondos de 40, 50 y 60 kilómetros los domingos y muchas cuestas y pasadas de 5.000 metros. En mi caso entrenaba todos los días antes de ir a trabajar o a la noche. Semanalmente corría entre 100 y 130 kilómetros, llegué a correr como máximo 60 kilómetros a un mes de la carrera para luego empezar a descargar y no llegar cansado a la competición”, contó.

El enorme desgaste que genera la competencia le trajo problemas durante el recorrido. “Las zapatillas me jugaron una mala pasada y me provocaron ampollas en los pies, por lo que tuve que aminorar mucho la marcha, hasta casi caminar los últimos 30 kilómetros, por suerte me encontré con un amigo de Colón, José María Giuli, que se encontraba acalambrado y entre los dos nos fuimos ayudando y alentando para llegar trotando-caminando hasta el final”.

La llegada será un momento inolvidable para Guillermo. “Llegué junto a mi amigo, nos abrazamos muy fuerte y nos largamos a llorar junto a mi madre y otros amigos más que se encontraban en la meta. Te pasan tantas cosas por la cabeza, pensás en tus amigos, en tu familia que te apoya, en los entrenamientos que hiciste con calor o frío, con lluvia, con viento. Es una carga de emoción impresionante”, recordó, quien agradece “a mis viejos y mi hermano por apoyarme y bancarme en esta hermosa locura que tengo, y a ‘Coti’, ‘Hochi’, ‘Uru’, ‘Emi’ y ‘Tuky’ por todos los fondos juntos que hicimos y a ‘Marce’ y ‘Vero’ por estar siempre”.

 

Emilio Lavezzari

En el comienzo de su diálogo con LA OPINION, Lavezzari, que en 2013 había completado una competencia de 84 kilómetros, sintetizó: “Fue un día a flor de piel”. Y acerca de la disciplina ultra maratón, define: “Muchos piensan que estamos locos pero nosotros no pensamos, solo lo sentimos”.

Sobre los terrenos que debió superar, manifestó: “El recorrido en su mayoría es por senderos de montaña con ascensos y descensos permanentes que no dan descanso a las piernas, por eso decidí cuidar el físico porque en el llano podemos correr horas y horas pero el esfuerzo de hacerlo en montaña es totalmente distinto, además era mi debut en la distancia. Las partes más difíciles fueron los ascensos y descensos a los cerros Colorado de 1.785 metros y el cerro Quilanlahue de 1.650 metros, en total el desnivel positivo (subida) de la carrera fue de 5.500 metros”.

Consultado sobre las sensaciones que vivió durante la competencia, manifestó: “Son incontables, pasás frío, calor, hambre, sed, hubo momentos en la noche en los que analicé abandonar pero los pude superar pensando en todo el sacrificio que había hecho para llegar ahí y no podía bajar los brazos, había que llegar como sea, por supuesto sin arriesgar mi integridad física, esto es un deporte para estar bien y disfrutar, no corro para ganar nada, ya estoy grande y es un hobby para mí.

“El aspecto psicológico es fundamental en estas distancias, si no estás bien de arriba es difícil que lo puedas hacer, siempre el cuerpo sigue a la cabeza”, destacó Emilio, que sobre el equipamiento que llevó en esta aventura, explicó: “Zapatillas de montaña y ropa térmica, rompe viento, impermeable, mochila de hidratación (camelback) de 2 litros, donde también llevé ropa y comida. La organización además exige silbato de emergencia, manta térmica y linterna frontal”.

Durante el recorrido los participantes deben ir superando puestos de asistencia donde se alimentan y se hidratan, hay un tiempo límite de arribo a cada uno, en caso de llegar fuera de horario el competidor queda fuera de la carrera y la organización no le permite seguir. “Llegué al penúltimo puesto con diez minutos de margen, el siguiente estaba a 10 kilómetros y tenía solo una hora y diez minutos, sentí que no llegaría ya que tenía 105 kilómetros encima y venía un poco desanimado. Comí, me hidraté y salí a buscar esos kilómetros con el alma, dejando todo, pensando que no me podía quedar sin mi meta, mi familia me estaba esperando en la llegada, fue muy decepcionante pensar que no llegaría, corrí solo pensando en llegar y así fue, alcancé el último puesto a las 20:29 y cortaban el paso a las 20:30”, relató.

El último tramo de la carrera para Lavezzari “fue a pura emoción y entre lágrimas que no podés evitar”. En la llegada lo estaban esperando Paula, su señora, y sus hijos Pedro y Simón, a quienes define como “su motor”. Un nuevo desafío superado y seguramente ya habrá otro en el horizonte. 


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