Perfiles pergaminenses

Mario Zandrino, la noble tarea docente ejercida con compromiso y sensibilidad


Mario Zandrino un recorrido por una rica trayectoria laboral y personal

Crédito: LA OPINION

Mario Zandrino, un recorrido por una rica trayectoria laboral y personal.

Fue profesor de Matemática y Física en varias escuelas secundarias. También trabajó en la enseñanza de adultos y en la formación de educadores. Hoy, ya jubilado, sigue vinculado a esa profesión que ama desde distintos espacios. En su tiempo libre baila tango, realiza diversas actividades y disfruta de su presente rodeado del afecto de sus hijos y su gente querida.

Mario Ernesto Zandrino nació en Pergamino y creció en Azcuénaga y Echevarría, donde vivió hasta los 26 años. Su familia estaba integrada por sus padres, Adela y José; y sus hermanos Beto y Marité. "Mi padre era empleado del Correo y además comercializaba fiambres y lácteos, al principio era de venta al por mayor y luego tuvieron un local de venta al público", cuenta en el inicio de la entrevista que se realiza en su casa del barrio La Rioja.

Recuerda su niñez y adolescencia como un tiempo feliz. El territorio del juego eran las plazas de Ejercicios y 9 de Julio: "Jugábamos al fútbol y al básquet todo el tiempo, andábamos en bicicleta. La plaza era nuestro lugar, los fines de semana, feriados o vacaciones era levantarnos y salir a la plaza donde estaban nuestros amigos".

Su segunda casa era el Club Sirio Libanés, donde hasta el presente sigue concurriendo todos los días a compartir alguna actividad social. "Participábamos mucho de la vida del Club, íbamos a hacer deporte y llegábamos temprano y cuando terminábamos nos quedábamos, era como nuestro hogar".

Hizo la primaria en el Colegio Marista y el secundario en el Industrial. "En 1982, que fue un año muy caro a los sentimientos de todos, estaba terminando el secundario en plena Guerra de Malvinas y posteriormente a ello, era el sorteo de mi clase para el servicio militar. Me tocó número bajo, pero atravesé ese momento con los nervios y ansiedades de un contexto muy particular como el de estar saliendo de una guerra", relata.

Muchas de las amistades que forjó en aquella infancia y juventud son sus amigos de hoy. "La mayoría de mi barra es de esa época. Guardo hacia ellos un cariño, un respeto y sentimientos muy profundos, porque son los que han estado desde siempre y siguen estando", expresa. A ese universo afectivo se han sumado otros muchos amigos que fue cosechando en el recorrido.

Al terminar el secundario inició el profesorado de Matemática y Física donde hoy es el Instituto de Formación Docente Nº 122 y que en esa época pertenecía a la Escuela Normal. Estando en tercer año, en 1985, ingresó a la docencia en la Escuela de Educación Técnica Nº 2 y en el Colegio Nacional y así inició una larga carrera docente. "Fui docente durante 32 años, comencé muy joven, a los 21, y a los 53 me jubilé", refiere y menciona que trabajó en muchos establecimientos educativos, entre ellos el Colegio Comercial, la Escuela de Educación Técnica Nº 1, el CENS Nº 451; y durante 13 años, en los Institutos de Formación Docente Nº 5 y Nº 122.

Una fuerte vocación

Descubrió su vocación por enseñar tempranamente y cuenta que, a pesar de haber ido a una escuela técnica, siempre supo que quería ser docente. Su inspiración en este hacer fue su abuela materna, Ada. "Seguramente de ella tomé la vocación, había sido maestra y vivió con nosotros, sin dudas yo iba viendo esa herencia que nos iba dejando producto de su enorme compromiso con la educación".

Ya retirado de las aulas hace unos años -aunque sigue realizando algunas tareas como parte de un grupo que brinda clases de apoyo a alumnos de distintas partes del país a través de plataformas virtuales y además recibe en su casa a varios alumnos particulares a quienes brinda clases de apoyo- siente que volvería a elegir la docencia si volviera a nacer porque fue su gran pasión. "Puse en mi actividad mi mejor empeño y voluntad. Trabajé muchas horas, en distintas instituciones y en diferentes contextos y momentos de la educación, soy parte de una generación de docentes que atravesó profundas transformaciones y debió adaptarse a ellas. Mis materias, incluso, iban cambiando de nombre según los planes de estudio", señala y remarca: "Siempre fui un enamorado de mi trabajo y lo disfruté mucho a pesar del cansancio que suponía".

De cada una de sus experiencias laborales tomó los mejores aprendizajes. Valora especialmente la posibilidad que le dio su profesión de dar clases en espacios de formación de adultos. "Fue un placer para mí ver cómo personas que eran madres o padres y trabajaban muchas horas durante el día se hacían el tiempo para estudiar, para retomar esa asignatura pendiente y lo hacían con mucho compromiso. Fue una experiencia muy gratificante acompañarlos en esa experiencia por el esfuerzo y el amor con el que tomaban el compromiso de ir a la escuela".

También tuvo una nutrida trayectoria como formador de docentes, un desafío que tomó en la búsqueda de nuevas alternativas. "Di clases en nivel superior casi en el tramo final de mi carrera; buscando nuevos desafíos apareció esa posibilidad de transmitir no solo el conocimiento sino los aprendizajes que había tenido luego de tantos años de ejercicio docente. Fue un lindo recorrido del que me nutrí mucho también", resalta.

Una nueva etapa

La decisión de jubilarse la tomó en el convencimiento de que "cuando uno tiene la posibilidad de retirarse, debe hacerlo". 

"Después de tantos años de trabajo hay un desgaste y hay que darse lugar para cosas nuevas y permitirse ejercer la vocación desde otra perspectiva. La ecuación económica no varía demasiado, pero la vida cambia bastante", afirma.

"En el presente vivo una etapa muy linda de mi vida. Cuando me jubilé me di más tiempo para salir a caminar, andar en bicicleta, ir a la pileta del Parque Municipal, compartir más tiempo con mis hijos y con mis amigos; y tener la posibilidad de haber descubierto algo tan maravilloso como el tango".

 "En mis últimos años de trabajo en la docencia estaba un poco cansado y tenía la necesidad de hacer algo diferente, me sugirieron que empezara a bailar tango. Me animé y tomo clases desde entonces todas las semanas", cuenta y precisa que empezó con Inés y Mauricio; luego continuó en "El Fortín" y actualmente va a la Escuela de Bellas Artes y toma clases con Carina Fajar en el Club Social. 

A la par de ello y teniendo en cuenta que tanto en Pergamino como en la zona es muy amplia la actividad de las milongas, fin de semana por medio, con su compañera Marisa se toman el tiempo de ir y compartir un buen momento de la mano de esa actividad que los reconforta.

"Descubrí el tango en esa búsqueda de hacer algo distinto y es muy apasionante, muy artesanal. Antes me parecía algo antiguo; y cuando me introduje en ese mundo le empecé a dar la razón y a recordar mucho a mis padres; bailar tango me conectó con la historia de mi niñez", resalta.

Comprometido con lo social, durante varios años junto a su hijo colaboró con comedores comunitarios y en la actualidad brinda un taller de apoyo escolar a los jóvenes que asisten al Centro de Prevención de Adicciones "Padre Galli".

"Siempre sentí vocación por participar en lo social, aportar desde mi lugar algo que pueda contribuir a modificar la realidad", sostiene, señalando que siempre le interesó la vida de las instituciones y lo que pudo aprender de ellas. "De joven estuve vinculado a la Asociación Pergaminense de Basquetbol. De chico había jugado en distintas categorías hasta juveniles y me sumé a participar del comité directivo impulsado por mi pasión por ese deporte y por mi vocación de aprender de grandes dirigentes que me enseñaron mucho", comenta. 

El motor de la vida

Mario es papá de tres hijos: Florencia (30), Agustín (27) y Martina (22). Los dos mayores son abogados; y la menor está terminando la licenciatura en Administración de Empresas. "Los amo profundamente. Hace poco vivían conmigo. Florencia se mudó con su pareja, Santiago; Agustín se estableció en la casa que era de su abuela y donde tienen el estudio; y Martina intercala su tiempo entre Pergamino y Rosario donde está cursando su última materia. Están encaminados, somos muy unidos y compartimos mucho juntos".

Cuando habla de sus hijos siente una profunda emoción que se traduce en la palabra y en el gesto tierno que acompaña a aquellos padres que han hecho de la presencia una constante. "Me dediqué mucho a mis hijos y me han dado enormes satisfacciones", destaca. "Son el motor de mi vida, la máquina interna que tengo en todo momento".

Viajar y agradecer

En el plano de las asignaturas pendientes, lo único que Mario anhela es poder conocer un poco más el país y fiel a su espíritu de ir siempre detrás de los sueños hasta alcanzarlos, en el horizonte aparece el viajar como consigna. Por lo demás se siente a mano con la vida. 

Hincha de Independiente y de Douglas; apasionado por el básquet de Pergamino; apegado a sus cosas, a su lugar, sus personas, sus amigos, sus mascotas, se siente pleno. Y al hacer un recorrido por su historia de vida el balance es positivo: "Trabajé de lo que elegí y coseché grandes amistades, compañeros y compañeras entrañables. El estar con alumnos con características diferentes todos los días fue un desafío y un aprendizaje. Uno más allá de ser docente de una materia específica, termina siendo un confidente y un referente. Los chicos muchas veces necesitan que los escuchen, que les presten atención, que los descubran, que los alienten, que los incentiven y creo que desde mi lugar pude ejercer esa función que tiene que ver con la educación integral. Eso me ha hecho sentir siempre afortunado".

"Y en lo personal, guardo el recuerdo de mis padres que con sus valores me señalaron el camino; disfruto de mis hermanos; del cariño y la buena compañía de mi gente querida y del amor supremo hacia mis hijos. No puedo pedirle a la vida nada más". Cuando lo dice y el tono de la charla va encontrando el punto final, la gratitud simplemente aparece para mostrar la esencia de un hombre que de la mano de su vocación y sus valores supo tomar de la vida las mejores experiencias, sin perder nunca esa sensibilidad que es la que caracteriza a las buenas personas y a los buenos docentes.


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