Perfiles pergaminenses

Nelson Bouvier, o la capacidad de reinventarse e imprimir en cada actividad una mirada coherente sobre la vida


Nelson Bouvier en dilogo con LA OPINION compartió anécdotas de distintas etapas de su vida

Crédito: LA OPINION

Nelson Bouvier, en diálogo con LA OPINION compartió anécdotas de distintas etapas de su vida.

Tiene 63 años. En distintas circunstancias supo rearmarse y algunas veces, empezar de cero. Se nutrió siempre de la impronta de sus valores y la pasión que lo acompañó en cada meta. Hoy dedicado a la producción audiovisual, es dueño de ricas experiencias en otros campos como la docencia, el automovilismo y su trabajo en un emblemático bar de la ciudad.

Nelson Alberto Bouvier tiene 63 años. Nació en Pergamino, y vivió en calle Estrada, a la vuelta del Club Sports, hasta que su familia se mudó a una casa en calle Echevarría, entre San Nicolás y Doctor Alem. Tenía 7 años por entonces, y vivió allí buena parte de su vida. Su padre fue Nelson, de quien heredó el nombre, y su mamá Sara Bonaldi. Sus hermanos son Carlos Horacio "Charles", que vive con su familia en Cosquín; y Leandro, que es abogado. La entrevista en la que traza su "Perfil Pergaminense" transcurre en la intimidad de su casa y en la simpleza de un relato colmado de vivencias. Fue a la Escuela Nº 1 y guarda hermosos recuerdos de su niñez: "Era otra vida. Jugábamos en la calle y era habitual andar en bicicleta y dejarla en la vereda cuando te llamaban a comer. Las puertas de las casas siempre estaban abiertas y los vecinos se sentaban en la vereda a conversar". Sus primeros amigos son de ese tiempo y esa vecindad. Los otros surgieron en la primaria y en la vida. Y con muchos mantiene contacto aún hoy en vínculos entrañables.

"La ciudad era diferente, el paseo obligado de los domingos era salir a dar vueltas en auto y en la esquina de San Nicolás y Avenida había un policía parado en una garita dirigiendo el tránsito. Vi cuando inauguraron los semáforos donde hoy es el lugar más céntrico de la ciudad", relata.

Hizo el secundario en el Colegio Nacional y destaca la adolescencia como "una muy linda etapa". "El clásico de ese tiempo eran los cumpleaños de 15. También ir al Centro donde había lugares tradicionales como Capote, Corcho's y Old Pub. Pero la movida real estaba en el Cruce de Caminos, donde funcionaban Fedra, El Gato, Fenicia, El Refugio, El Descanso y Cruce Bar".

La medicina y su paso por el servicio militar

Al terminar el secundario, se fue a estudiar Medicina a Rosario. "Estuve un año y me volví a buscar un trabajo. Conseguí en Seguros Pergamino, donde estuve hasta que me tocó hacer el Servicio Militar, que fue toda una experiencia ya que me tocó en Las Lajas, Neuquén, a 15 kilómetros del límite con Chile. Poco tiempo después se desató el conflicto por el Canal de Beagle", cuenta. 

"Tuvimos que ir a la frontera, incluso llamaron a la clase anterior para estar preparados si nos invadían. Teníamos 18 y 19 años, no éramos muy conscientes de lo que estaba ocurriendo; hoy con la mirada de lo que sucedió luego en Malvinas, entiendo que fue un momento muy difícil, pero no sé si tomábamos verdadera dimensión. Pasamos las Fiestas en el medio de la cordillera; fue algo único. Dentro del regimiento yo estaba en una sección que se llamaba 'baquianos', y una vez al mes salíamos en mula a recorrer la cordillera, era una aventura. Como experiencia no lo padecí y me enseñó a valorar muchas cosas".

A su regreso volvió a Pergamino y aunque hizo un nuevo intento en la Facultad y retomó la carrera, la vida fue llevándolo por otros caminos quizás porque, aunque tenía vocación, siempre sintió una disociación entre la carrera y lo que podía significar el ejercicio profesional. Lo confiesa con mucha claridad cuando refiere: "Me faltó un año para recibirme, pero siempre hubo cuestiones que no me terminaban de cerrar. Desde el primer día sentí que la carrera era fantástica porque no hay nada más fascinante que conocer el cuerpo humano y cómo funciona, pero no estaba tan decidido a ejercer una profesión en la que todo el tiempo está en tus manos la responsabilidad por la vida y la muerte de otras personas. Una cosa era la carrera y otra la profesión; y ahí había un paso que no estaba dispuesto a dar. Años más tarde regularicé las materias, pero no las rendí, así que mi historia con la carrera quedó ahí".

La llegada de sus hijos

Fruto de su primer matrimonio con Alejandra Enrique, Nelson tuvo dos hijos: Sofía, que es jefa de residentes de Clínica Médica en el Hospital Tornú; y Andrés que es técnico en computación y trabaja en el área de Electromedicina del Hospital San José. Ellos se transformaron en la razón de su vida y marcaron cada una de sus decisiones en lo laboral y en lo personal. "Cuando decidí dejar la carrera ya tenía a Sofía, más tarde llegó Andrés, luego me separé, así que me aboqué de lleno a trabajar", menciona y entre las experiencias laborales que marcaron su historia personal menciona su paso por el Auto Helado La Fe y el Bar Enrique, donde estuvo durante 18 años. Las anécdotas vividas en esos emblemáticos lugares de la ciudad son infinitas. "Aprendí mucho del trato y el servicio a la gente".

La docencia

Durante 14 años fue docente de Biología. Comenzó en el Colegio Normal, en un cuarto año, valiéndose de los conocimientos que había adquirido en la facultad y descubrió una profunda vocación en la docencia. "Lo hacía a la par del bar y siempre me resultó muy gratificante", señala. Con la reforma educativa, cuando los colegios pasaron a Provincia, se impusieron otras condiciones para el dictado de clases -se requería ser profesional y realizar el trayecto pedagógico o tener el título de profesor- y eso condicionó la posibilidad de tomar nuevas horas. "Con el tiempo renuncié a las que tenía y me quedé solo con el bar", cuenta y confiesa que "estar frente al aula fue una de las mejores experiencias de mi vida. Conseguir que un chico se entusiasme con el querer saber es algo que no tiene precio".

La capacidad de reinventarse

Siempre fue una persona que supo adaptarse a las circunstancias y que encontró el modo de reinventarse, guiado por algunas de las que fueron sus pasiones. "Con unos amigos empezamos a jugar al Hockey y me transformé en entrenador. A raíz de mi vinculación con el Club Argentino formé el equipo masculino y femenino de ese deporte y después solo con los varones seguí en Banco Provincia".

"Una cosa me fue llevando a la otra y en 1999 comencé a incursionar en el automovilismo y corrí durante 10 años. Fue una pasión que sentí desde chico de la mano de mi viejo. Recuerdo que me despertaba los domingos para ver las carreras de Fórmula Uno y no me perdía ninguna carrera que se corría en Pergamino, o las escuchaba por radio".

Comenzó en el karting, entre amigos, y siempre fantaseaban con la idea de alquilar un auto para correr en alguna categoría. El sueño se hizo realidad: "Organizamos un campeonato y dijimos que el que salía campeón alquilaba un auto de TC 4000; salí campeón así que juntamos plata y lo alquilamos por una carrera. Ya no me bajé más. Después seguí con dos amigos, Favio Vignola y Luciano Becerra, y más tarde solo y con otros compañeros. Terminé corriendo con un Ford hasta el año 2000 en que compré una Chevy, con la que corrí hasta la última carrera. Tuve la posibilidad de correr con las cuatro marcas más representativas".

El automovilismo le mostró un mundo que le resultó sumamente atractivo y lo condujo a otra de sus pasiones: la televisión. "El automovilismo zonal tiene esa cosa de familia, mucha amistad. Más allá de la rivalidad de la pista, en el entono hay otra historia y me entusiasmó la idea de poder reflejar eso en un programa de televisión. Así, con Andrea Terra nació 'A Puro TC', un programa que tuvimos como 10 años al aire y al que luego se sumaron Diego Bustos y Marcelo Sarlengo". 

Un nuevo comienzo

A raíz del programa que se emitía por Cablevisión conoció a su esposa Grielda Incerti, con quien está casado hace 18 años y con quien construyó no solo una historia de amor sino una "hermosa familia ensamblada que me hace profundamente feliz".

"Nuestra primera charla fue casi una discusión en el canal, por un problema que hubo con la emisión del programa. Al tiempo un camarógrafo amigo me habló de ella, coincidimos en el bar donde yo estaba y así nació una relación que ya tiene 18 años. Nos conocimos el 17 de febrero de 2003, en mayo nos fuimos a vivir juntos y en octubre de ese año nos casamos". 

Reconoce que ensamblar el equipaje de ambos fue "un desafío enorme": "Ella tenía sus hijos, Santiago, Julián y Manuel; y yo los míos; y los chicos siempre son determinantes, te pueden dar un empujón para seguir adelante o para correrte. Ambos pusimos mucho para que funcionara. Los chicos tienen prácticamente las mismas edades, eso ayudó; y también colaboró el hecho de que nos mudáramos a un lugar neutral, ni a su casa ni a la mía, y entre todos construyéramos un espacio que nos pertenecía".

"Yo quiero mucho a los hijos de Gricelda y ella quiere mucho a los míos, los dos nos hemos ocupado de los chicos del otro y eso fue muy importante desde el comienzo. Hoy nuestra familia se va ampliando; Santiago que está en pareja con Agustina y tienen a Clarita; y también se va nutriendo de los proyectos y experiencias de todos. Cuando nos juntamos somos una banda", expresa con la satisfacción de ver plasmado en su realidad el anhelo de saber que todos están encaminados.

Otros proyectos

Nelson estuvo a cargo del Bar Enrique hasta 2009. Cuando lo dejó, siempre en la búsqueda de abrirse camino, comenzó a dar clases de manejo e hizo de esa actividad un medio de vida. Durante un tiempo trabajó en Bromatología de la Municipalidad y mientras tanto seguía adelante con el programa de automovilismo. "Con Gricelda teníamos la inquietud de hacer un programa juntos, así nació 'A tu Salud', una propuesta que tiene 12 años y que nos ha dado muchos aprendizajes y satisfacciones".

"Hoy ese programa es mi medio de vida, junto a otro que hago junto a Marina Villanueva que se llama Pasaporte al Diseño. También filmo desde hace varios años las sesiones del Concejo Deliberante, así que la producción audiovisual es mi actividad en el presente".

El lugar que soñaba

Desde hace tres años viven en Tierra de Sueños, un barrio al límite de la zona urbana de la ciudad, donde tiene todo lo que soñó. "Fuimos los terceros en llegar acá, la tranquilidad de este lugar no tiene precio. Tenemos lo que queríamos, una casa sencilla, mucho verde, plantas, una huerta, cosas de las que disfrutamos".

Cuando la charla promedia y lo convoca a la reflexión, afirma que se lleva bien con el paso del tiempo. Reconoce que a su edad se empieza a mirar hacia atrás para observar el camino transitado, pero nunca para quedarse ahí. Más bien para hacer el balance necesario que es el que impulsa nuevos sueños. "Quizás los proyectos a esta altura son más pequeños: viajar, cambiar el auto, comprar una casa rodante, ir de camping. Todo lo demás ya está hecho. Lo mejor que tengo son mis hijos y la familia que hemos armado", concluye convencido de que volvería a transitar el camino tomando las mismas decisiones, esas que lo han conducido a la vida que soñaba.


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