Editorial

Las dificultades para tomar decisiones cuando se vive en pandemia


La vida de todas las personas está estrechamente relacionada con las decisiones que se toman a diario. Pero no es lo mismo elegir opciones en tiempos de relativa calma que en estas horas de alta incertidumbre provocada por un enemigo invisible. ¿Dónde estamos parados? Es la pregunta del millón que resulta difícil de responder porque no hay salidas fáciles para una crisis que comenzó con un hecho biológico que, en poco tiempo, combinó factores sociales, económicos y políticos.

Días pasados el director para Europa de la Organización Mundial de la Salud, el médico belga Hans Kluge, dijo que la gran batalla contra la pandemia no se podrá ganar hasta que el 70 por ciento de la población mundial esté vacunada. Pero, hasta ahora, solo un puñado de países tienen una importante cobertura de vacunación: son naciones ricas que superan el 30 por ciento de la población con al menos una dosis. Israel, Estados Unidos, Reino Unido, Emiratos Arabes Unidos y Canadá son algunas de ellas. En el otro extremo, las más pobres no han conseguido vacunar ni siquiera al diez por ciento de sus habitantes. En el informe "Vacunas contra la Covid-19. ¿Bienes públicos o de mercado?" elaborado por la Red Argentina de Investigadoras e Investigadores de Salud (Raiis), los autores hablan de la geopolítica de las vacunas en un contexto internacional en el que unos pocos países tienen más vacunas que las que necesitan (por ejemplo, Canadá está a punto de perder miles de dosis porque no las usan) mientras la gran mayoría sufre la escasez de los inoculantes. Con este escenario de fondo y con reglas de juego establecidas por la poderosa industria farmacéutica global, Argentina no está entre los primeros, más bien entre los últimos. Acaba de superarse los 18 millones de dosis distribuidas en todo el país (15 millones fueron aplicadas de las cuales 11 millones corresponden a primeras dosis y cuatro al segundo componente, lo que equivale a decir que solo 11 millones de personas sobre una población total de casi 45 millones tienen el esquema completo), pero la noticia llega en un momento en el que el número de contagios no para de crecer. En Pergamino, el rigor de la crisis sanitaria también se siente con crudeza en el hospital y sanatorios privados donde todos los esfuerzos tienen el límite que impone la disponibilidad de camas y respiradores y, lo que es más importante, de recursos humanos en un área tan sensible como es el de la salud. 

Pero los esfuerzos del personal de salud para contener los picos de contagios contrasta con ciertos comportamientos sociales que ignoran por completo las distintas estrategias que convocan a la población a adoptar medidas sencillas para frenar la circulación del virus, como evitar las aglomeraciones, usar barbijos en forma correcta y ventilar los ambientes. Es probable que una mezcla de ignorancia, desinterés por el bien común y del cansancio provocado por tanto tiempo de restricciones, explique al menos en parte esos comportamientos. A esto debe sumarse el reclamo genuino de quienes necesitan mantener abiertos sus locales comerciales y continuar con las actividades que le permiten obtener el sustento diario, en un país con una economía que está muy lejos de ser floreciente. En este contexto, en el que se mezclan los factores mencionados, no se pueden pretender soluciones simples y rápidas. Es que el virus puso en evidencia la inutilidad del pensamiento dicotómico, que simplifica y divide al mundo en bueno o malo, todo o nada, izquierda y derecha, para abordar una realidad muy compleja, que tiene múltiples aristas.

Por eso resulta sorprendente que, en el orden nacional, funcionarios y dirigentes del partido gobernante y algunos dirigentes políticos de la oposición sigan apostando a la polaridad, a las posiciones extremas, a las confrontaciones, como si la mayoría de la gente compartiera la idea de que no existe la posibilidad de lo gradual ni de los consensos.

A esta altura de los acontecimientos está claro que la pandemia (que suma más de 32 millones de muertes en todo el mundo) agregó más complejidad a la vida en sociedad. Es por eso que hoy resulta más difícil decidir sobre algunas cuestiones. Pero no hay que caer en el desaliento. Hay que aprender a buscar consensos y tomar decisiones con una buena dosis de racionalidad. Lo que no hay que hacer es ir en contra de la lógica y las probabilidades.


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