El malestar por la decepción, la frustración, la desilusión y todos los sentimientos negativos invaden por mucho tiempo a la persona que sufre una estafa; pero también puede afectar seriamente sus relaciones familiares y de amistades por la misma defraudación que quebranta proyectos de vida.
Así es lo que está sufriendo un hombre de mediana edad, quien es empleado y no sólo se encuentra despojado de sus ahorros; sino que -además- debe hacer frente a deudas por créditos adquiridos y responder a un juicio de cobro ejecutivo por firmar pagarés.
En estos momentos se está animando a hacer público su padecimiento, pero prefiere mantener su nombre en reserva para no exponer a su familia que transita un estado muy delicado.
En las reuniones sociales está logrando compartir su padecimiento para contar en primera persona como cayó en la cuantiosa defraudación de un sujeto a quien conocía desde muy chiquito.
La relación de amistad y de extrema confianza nunca lo llevó a sospechar que lo defraudaría de la forma más vil al despojarlo de sus ahorros en dólares; el dinero obtenido en un crédito y el proceso judicial que puede llegar a embargarle sus bienes familiares.
El principal sentimiento es que su vida está en ruinas por las derivaciones negativas en todo el entorno porque perdieron dinero que atesoraban y planificaban invertir en proyectos familiares; porque pueden perder las propiedades a su nombre y todo un deterioro material que no saben que dimensiones puede alcanzar.