Perfiles pergaminenses

Horacio Di Costa: un hombre que lleva el arbitraje futbolístico en el alma


Horacio Di Costa un hombre reconocido por su trabajo y por su desempeño en el mundo deportivo

Crédito: LA OPINION

Horacio Di Costa, un hombre reconocido por su trabajo y por su desempeño en el mundo deportivo.

Fue árbitro, formador en la Escuela de Arbitros al momento de su creación y actualmente integra el Colegio de Arbitros de Pergamino. Su trayectoria laboral se escribió en el rubro de la venta de artículos del hogar. De personalidad fuerte y carácter determinado, asumió cada desafío con pasión y responsabilidad y cosechó recompensas.

Horacio Salvador Di Costa, tiene 70 años. Creció en el barrio Centenario donde aún vive, en Italia y Emilio R. Coni, a una cuadra del Paseo Ribereño.

Su papá, Salvador, era italiano, nacido en Sicilia; y su mamá, Elena Porro, argentina. "Ellos conformaron una familia con cinco hijos y el único que vive soy yo", refiere profundamente conmovido en el comienzo de la entrevista. Habla de sus hermanos: Raúl, Guillermo, Roberto y Carmen. También cuenta que su padre tuvo un almacén que fue muy conocido en el barrio. "Estaba pegado a la casa familiar, así que ahí nos criamos todos. Guardo hermosos recuerdos de ese lugar, aunque el trabajo del almacén es un poco ingrato", sostiene.

Fue a la Escuela Pío XII, una institución que, según refiere, fue precursora de la segunda venida de los Hermanos Maristas a Pergamino. "La escuela la manejaban los sacerdotes de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, con maestras que contrataban. Funcionaba en la calle 11 de Septiembre", recuerda.

Su educación secundaria fue en el Comercial. "Al terminar comencé a trabajar. Mi primera experiencia laboral fue en el almacén de mi padre, donde trabajé con mis hermanos durante tres años hasta que tomé mi propio camino como vendedor de artículos para el hogar.

"También fui preceptor en el Colegio durante un año, mi carácter me ayudaba a realizar esa tarea", agrega.

En importantes empresas

Su historia laboral se escribió en importantes empresas. Durante 13 años trabajó en Conforama, donde llegó a ser gerente de sucursal y auditor de créditos; y durante 14 años se integró al plantel de Pardo Hogar, abocado a la supervisión de cobranzas y el control de créditos.

"Por más de treinta años estuve vinculado a la venta de electrodomésticos, llevo al vendedor en el alma y hoy, ya jubilado, retomé esa tarea en ventas que hago por redes, por contacto y cara a cara", comenta.

Confiesa que no le resultó sencilla la decisión de dejar la actividad laboral en relación de dependencia y quizás porque no se imagina vivir "jubilado sentado en mi casa" es que ideó el modo de seguir en actividad. "Pardo Hogar me permitió seguir trabajando un par de años después de jubilado y me desvinculé un poco por decisión mía y en parte por determinación de la empresa que se está reformulando luego del fallecimiento de su creador. Tengo hacia Pardo solo palabras de agradecimiento, porque fue un lugar en el que no solo pude trabajar, sino en el que me sentí muy cómodo".

Un nuevo y personal desafío

"Me siento y soy vendedor de alma", insiste y describe la tarea que realiza en la actualidad: "Volví a la venta en un contexto diferente como son las redes y el contacto personal. Lo que hago es una mezcla entre la famosa venta on line que realizan las empresas que todos conocemos y el tradicional contacto cara a cara, donde lo que se juega mucho es la confianza. Generalmente cierro una venta viendo al cliente. Es una iniciativa personal que estoy poniendo en marcha, compro, vendo y hago distribución de productos de una empresa grande radicada en Quilmes".

Le da satisfacción sentirse activo y cosechar la siembra de haberse forjado un nombre propio que hoy es su principal carta de presentación: "A nivel local en el rubro de la venta de artículos del Hogar mi nombre y apellido es conocido. He tenido una trayectoria y no he quedado mal con mucha gente, eso hoy rinde sus frutos y abre un camino que transito con mucha responsabilidad".

Variadas experiencias

Se define como un hombre que a lo largo de su vida ha emprendido diversos y variados desafíos que le dejaron ricas experiencias. Y en cada tarea ha puesto su impronta. Menciona que, siendo joven, durante dos años vivió en Capital Federal, donde se dedicó a la confección como parte de un emprendimiento de su primera familia política. "Estábamos en Once, pero no nos fue bien con esa aventura que habíamos emprendido, así que regresamos a Pergamino e instalamos tiendas bajo el nombre 'La batalla'. Los negocios funcionaban en Castelli y Merced, en San Nicolás Norte, y en el barrio Centenario. Fuimos los primeros en traer a Pergamino los canastos de ofertas en la puerta. También tuvimos negocio en San Nicolás. Después yo me desvinculé", cuenta.

En otro momento de su vida estuvo abocado al rubro gastronómico, en sociedad con amigos. "Durante dos años tuvimos el Bar Saloon, en el Segundo Cruce. Compramos el fondo de comercio en 1984, en coincidencia con la inauguración de Specktra. Fue una época dorada de la noche de Pergamino y del Segundo Cruce, un lugar en el que funcionaban importantes comercios y que tenía mucha vida.

"A la par de ello alquilamos el bar Gerald, ubicado en ruta nacional Nº 8 y calle 4, un bar nocturno con otro perfil que también marcó una historia para lo que era la noche de Pergamino", agrega, aunque reconoce que más allá de la experiencia siempre sintió que lo suyo era "ser vendedor de artículos para el hogar".

La formación de árbitros

Durante diez años Horacio fue árbitro de fútbol en la Liga local y en 1989 junto a Mario Mujica y Héctor Curini se hizo cargo de la Escuela de Arbitros de Pergamino, una institución que en la actualidad sigue funcionando con instructores nacionales. "Siento pasión por el arbitraje, mi personalidad seguramente me ayudó a inclinarme por esa actividad para la que hace falta tener un carácter muy definido", sostiene y señala que tanto en su condición de referí como de formador de árbitros cosechó grandes satisfacciones.

"Hace 52 años que estoy relacionado con el arbitraje y hoy soy integrante del Colegio de Arbitros de Pergamino, que es la entidad que designa a los árbitros", refiere.

En materia de formación menciona que "se ha constituido una escuela nacional y un colegio de instructores. Aquí viene 'Tato' González de Villa Constitución y tenemos árbitros en actividad que están recibidos de instructores: Raúl Merlino y Darío Cid".

Personalmente reconoce que le ha gustado mucho la tarea de formador y confiesa que cuando ve cualquier partido de fútbol les presta más atención a los árbitros que a los jugadores.

"A pesar de que el arbitraje lo llevo en la sangre, formar árbitros ha sido verdaderamente gratificante", resalta y menciona que cada fin de semana ir a las canchas "es su cable a tierra". También expresa la satisfacción que le da el hecho de que algunos árbitros locales llegaran a la segunda división del fútbol argentino, y algunos a desempeñarse en partidos de primera división.

De chico jugó en divisiones inferiores, pero lo suyo siempre fue otra cosa: "No era bueno y como sucede habitualmente, casi todos los malos, después nos hacemos árbitros", bromea.

Hoy su tarea se concentra en el Colegio de Arbitros, una actividad que comparte con Antonio Hardach y Marcelo Lapeyre.

"Este año volveré a la escuela como si fuera un aprendiz porque ha habido muchas modificaciones que las conozco, pero me falta profundizarlas. Para juzgar al árbitro tengo que saber, no puedo quedarme en el tiempo porque no podría seguir haciendo algo que llevo en el alma", resalta, con la pasión del primer día. "Me van a poner un silbato en el pecho el día que me muera".

Su amor más grande

En la entrevista, el relato que Horacio hace de las vivencias familiares muestra con claridad que sus hijos han sido el motor de todo lo que ha emprendido. "Siempre traté de hacer lo mejor por ellos", afirma. Y cuenta que se casó siendo muy joven. Fruto de su primer matrimonio nació Sebastián (46), que es licenciado en Educación Física y se ha especializado en Neurociencias aplicadas al deporte. "Vive en Coronel Domínguez, está casado con María que es farmacéutica y tienen dos hijas: Valentina (11) y Agustina (7).

"De mi segundo matrimonio tengo a Victorio (18) que es estudiante universitario en la Unnoba; y Camila Irusta (24), que es mi hija del corazón; ella es comisario de abordo y estudiante de la carrera de Traductorado de Inglés y vive en Buenos Aires".

Con verdadera convicción asevera que los hijos "son casi todo" y aclara que "el casi" es porque los nietos completan ese círculo con un amor virtuoso que lo hace sentirse muy afortunado. "Le ponen el broche de oro a la vida", exclama con un tono reflexivo.

Cada vez que habla de los suyos, algo en el tono de la voz cambia. Con cierta nostalgia la emoción de deja ver en el relato. También los amigos y las muchas personas que lo conocen por su hacer en el terreno comercial y deportivo constituyen un núcleo afectivo del que se nutre. "Tengo una peña con los árbitros, me gusta compartir un café con los amigos y me reconforta que después de tantos años de recorrer las canchas o de trabajar en la Peatonal, la gente me conozca y tenga de mí un buen concepto".

Pergamino en el alma

Confiesa que ama profundamente a Pergamino y refiere que, aunque por su actividad laboral ha tenido posibilidad de viajar y conocer ciudades sumamente atractivas, aquí, en su pago chico está todo lo que necesita. "A Pergamino lo llevo en el alma, es toda mi vida", destaca y cuenta que debido a un episodio de salud que hace ya muchos años lo obligó a cambiar sus hábitos de vida, disfruta de caminar cada mañana por el terraplén, ese lugar donde pasó su infancia. 

Casi sobre el final, cuando la entrevista le da paso a una charla distendida, surgen apreciaciones que tienen mucho de ver con un modo de ser y de sentir: "Con la vida me llevo como puedo, como me va tratando. Intenté siempre vivir para mis hijos, haciendo lo mejor por ellos. Y con el paso del tiempo me llevo bastante bien, no le tengo miedo. Y el día que me muera quiero que mis cenizas las dejen donde me crié, en el Arroyo, debajo de un árbol que todavía está".

También reflexiones que hablan de la esencia de alguien que cada mañana frente al espejo simplemente se mira a los ojos para decirse: "Estás vivo". Sabe que ese es el motor que pone en marcha todo lo demás y el combustible suficiente para seguir dando por los sueños, todas las batallas.


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