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No es un delito de los que generan miedo, pero sí es uno de los que más daños ocasiona, tanto por la cantidad de damnificados como por el perjuicio que produce. De un tiempo a esta parte ha crecido sin solución de continuidad el robo de metales. Lo vemos en el cementerio, donde los cacos arrasan con placas, crucifijos y herrajes, y aunque no se ve, se padece el robo de cables. La revalorización del precio internacional del cobre y del bronce impulsa las operaciones de grupos organizados que aprovechan un activo circuito ilegal para su reducción y reventa clandestina.
Las principales empresas de telecomunicaciones, como Telefónica y Telecom, registraron en lo que va del año perjuicios económicos que superan los 1.000 millones de pesos.
Nuestra ciudad también padece este clase de delitos y varias empresas pergaminenses (entre ellas la más perjudicada es la Cooperativa Eléctrica) desde hace un tiempo que no solo se ven afectadas en su economía sino que además deben dar constantemente explicaciones a sus usuarios por las reiteradas interrupciones en su servicio.
El pasado jueves, el encargado de la Cooperativa Eléctrica de Francisco Ayerza, sita en calle Juan Manuel de Rosas y Almafuerte, denunció que un grupo de delincuentes, previo a cortar el cableado de media tensión, se llevó 540 metros de cable de 50 milímetros y más de 600 metros de conductor de aluminio.
Luego de la exposición ante las fuerzas de seguridad, trabajaron en el lugar efectivos del Grupo Táctico Operativo (GTO) de la Comisaría Tercera y de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de Pergamino.
Tomó intervención de la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio Nº 2 que preside Francisco Furnari, especializada en esta clase de delitos.
La cadena "productiva"
Esta modalidad delictiva, capaz de alimentar un importante mercado negro con fácil disponibilidad de dinero, incluye la intervención de tres sectores bien diferenciados. Primero, los sujetos encargados de la sustracción material del tendido de cables. Luego, los responsables de las distintas chatarrerías que operan como comercios legales y que compran en el mercado negro el material robado y lo almacenan. Y, finalmente, las fundiciones, talleres donde, a través de procesos metalúrgicos específicos, se separa el cobre del aislante que lo contiene para su posterior venta.
Como sucedió durante mucho tiempo con los estéreos y sigue ocurriendo con autopartes de coches y motos, el principio del fin está en desactivar el "gran" negocio, focalizado en unos pocos y de fácil localización, si se los quiere encontrar.
