Perfiles pergaminenses

Sergio Trepat, una vida dedicada a la educación física como vía de transmisión de valores


Sergio Trepat un largo recorrido en la docencia y en la enseñanza de los valores del deporte

Crédito: LA OPINION

Sergio Trepat, un largo recorrido en la docencia y en la enseñanza de los valores del deporte.

Comenzó a jugar al básquetbol a los 10 años y, fruto de las enseñanzas de grandes docentes, forjó una vocación que le permitió construir una frondosa carrera. Ya jubilado, abrazó la pasión por la apicultura. Casado y padre de tres hijos, afirma que volvería a transitar el camino personal y profesional que le dio enormes satisfacciones.

Se llama Sergio Angel Trepat, pero le dicen "Pancho" por herencia de su padre. Es profesor de Educación Física. Nació en Pergamino, tiene 60 años y creció en el barrio Centenario, en calle Gaboto, al lado del arroyo Pergamino.

Su familia estaba integrada por su padre Francisco (ya fallecido), su madre Delia Fernández (88 años, que actualmente vive en Córdoba); y dos hermanos mellizos: Mario y Marcelo. "Mi mamá era ama de casa y mi papá empleado de comercio, que trabajó muchos años en la Ferretería Francesa", cuenta en el comienzo de la charla que se desarrolla en el comedor de su casa.

"Tuve una infancia linda, de barrio, con algunas inundaciones encima", agrega y recuerda la zona cercana al Arroyo como "un lugar que todavía era terraplén y no paseo ribereño, un paisaje más rústico". Ahí jugaban los chicos y esa misma geografía es la que les causaba algunos sobresaltos cuando el agua crecía y tenían que evacuarse. "La inundación que más recuerdo es la del año 1966; fue la primera fuerte, nos tuvimos que trasladar, mi abuelo que tenía una quinta nos vino a buscar con un carro tirado a caballo", relata, señalando que, si bien el momento de la inundación es difícil, el proceso más complicado es el regreso, "un después en el que todo debe reconstruirse", define.

Hizo la escuela primaria en la Escuela Normal, en el viejo edificio de calle Florida y solo los últimos cuatro meses en la actual sede. El secundario, en el Comercial. Después se fue a estudiar Educación Física, una vocación nacida de las enseñanzas de sus docentes y de la vida del club, esa institución que lo cobijó siendo niño y que lo nutrió de los valores que luego abrazó en su ejercicio profesional: "A los 10 años empecé mi vida de club de la mano del básquet. En esa época, para lo que era el barrio, era una iniciación temprana. Mi papá jugaba en Juventud, pero fui poco tiempo porque todavía no tenían el diagrama de las divisiones inferiores. Así que mi lugar fue el Club Sports, donde iba la mayoría de mis compañeros y amigos".

"Mi profe fue Lucas Leonard y luego con 'Lalo' Garbini, que fue quien me puso el sobrenombre de 'Panchito'", refiere. Guarda muy lindos recuerdos de esa época y de la gente con la que compartía las prácticas y el aprendizaje de cosas que tomó para la vida. "La mayoría vivía cerca del Club y como en ese tiempo las distancias eran distintas, mi casa quedaba lejos, así que compartí muchas meriendas en casas de familias entrañables".

Vivió en el Club Sports buena parte de su infancia y adolescencia. "Dejé el Club cuando me fui a estudiar, aprendí muchas cosas y me hice de muy buenos amigos", resalta.

En lo deportivo, pasó por todas las categorías y llegó a jugar en primera: "Pero era un jugador mediocre, me salvaba Marcelo Duffy, yo iba siempre atrás de él".

Dejó de jugar cuando comenzó sus estudios, ya con la decisión tomada de transformarse en profesor de Educación Física. En ese período además se fue a cumplir con el Servicio militar en Bahía Blanca, donde estuvo un año: "Había comenzado la carrera en Venado Tuerto, con un plan de estudios de tres años, me fui al Servicio y cuando regresé el plan había cambiado y no me reconocían las materias que tenía, así que me resultaba más accesible seguir en Rosario, donde me recibí en el año 1984".

Su paso por los clubes

Estando en el último año de la carrera ya tenía trabajo en Pergamino, en algunas divisiones de básquetbol. "En el año 1984 empecé a trabajar como profesor de divisiones menores. Tuve un paso por el Instituto Davreux y cuando volví a Pergamino, como había sido partícipe con Raúl Belcuore del grupo de trabajo del equipo que salió campeón provincial, empecé a trabajar en el Club Argentino, donde estuve durante tres años".

"Después trabajé unos años en el Club Sports y en el año 1992 me surgió la posibilidad con un colega y amigo de armar una escuela de básquet en Tráfico's, donde no había nada", comenta y menciona que fue parte de esa experiencia durante seis años inolvidables: "Fue una iniciativa que surgió de la inquietud de un par de dirigentes y que nos dio muchas satisfacciones porque empezamos de cero. Los tableros que aún hoy están colocados en el Club fueron fruto del esfuerzo de padres que hoy son abuelos y que nos acompañaron con mucho compromiso para que los chicos pudieran iniciarse en la práctica del básquet".

La vida en la escuela

Durante 22 años tuvo un cargo titular en la Escuela Primaria Nº 23 de la localidad de Todd, Partido de Arrecifes. Allí se jubiló. "Tenía estructurados los horarios dos veces por semana, durante el turno mañana y tarde, así que viajaba para dar clases de Educación Física", comenta. "Fueron años muy felices, sobre todo en los comienzos. Cuando yo empecé los primeros 10 ó 15 años iban los chicos del pueblo y algunos de la periferia de Arrecifes porque era una escuela que tenía comedor. Después vinieron muchos cambios en lo educativo y me retiré con la realidad de otra escuela", señala, sabiendo que es parte de una generación de docentes que convivió con numerosos cambios en la dinámica del sistema educativo. Sin ninguna ponderación de valor, esas transformaciones fueron modificando la escuela y sus rutinas y dejando atrás tiempos que Sergio recuerda con cierta añoranza. 

Asegura que no le costó jubilarse. "La escuela había cambiado mucho. Yo trabajé en un modelo de escuela en la que no solo valía la cuestión pedagógica sino el trato con los pares. Esa escuela ya no estaba cuando me retiré. No hablo de transformaciones que hayan sido mejores ni peores, solo diferentes. Pero algunas cosas se habían perdido, así que cuando me coincidieron la edad y los años de aporte, no dudé en tomar la decisión de retirarme, quedándome con lo mejor de los muchos años vividos en una comunidad que me abrió las puertas, con compañeros, alumnos y familias que siempre recordaré".

A la par de su ejercicio docente en el ámbito educativo, en Pergamino realizó también algunas suplencias en escuelas secundarias de la ciudad, pero siempre de manera temporaria; su actividad profesional en nuestra ciudad estuvo más bien vinculada a la vida de los clubes y particularmente del básquet.

"En los últimos 15 años trabajé en el Club Sirio Libanés, institución de la que me retiré el año pasado antes de la pandemia", menciona, reconociendo que aprendió a convivir con nuevas rutinas cuando dejó la actividad laboral vinculada a la educación física.

La apicultura

Hace 20 años nació en él un hobby: la apicultura. Como se trata de una actividad estacional, durante mucho tiempo pudo hacerla convivir con la actividad laboral y lo que empezó siendo un entretenimiento, terminó transformándose en un pequeño emprendimiento que le sirve para producir miel que vende entre los amigos.

"Me considero un abejero, no un apicultor", afirma. Y prosigue: "En los comienzos fue una actividad que hacía con un amigo que tenía colmenas, pero ahora lo hago solo, con la ayuda de mi hijo".

Afirma que es una actividad que le resulta muy gratificante: "Tengo la colmena en Rancagua, un lugar donde no hay señal de celular, así que cuando voy es un verdadero momento de desconexión, el campo tiene eso".

La vida familiar, su pilar

Está casado hace 34 años con Adriana Morro, también docente de Educación Física. Tienen tres hijos: Sofía (33) médica residente de Traumatología en el Hospital San José; Rocío (31) que es técnica en Turismo que está haciendo una pasantía laboral en Dinamarca; y Felipe (28) que está próximo a recibirse de ingeniero agrónomo.

Con su esposa se conocieron trabajando en el Instituto Davreux, donde él daba natación y ella gimnasia. Lo que comenzó como una charla de mate en el tiempo que les quedaba libre entre clase y clase, terminó transformándose en un proyecto de vida compartido. Ambos venían de noviazgos largos, así que un año y medio después de haberse conocido se casaron y desde entonces están juntos llevando adelante su familia, sustentada en los pilares del amor y el respeto a las inquietudes del otro.

Viven en el barrio Luis Sandrini desde el año 1991. "Después de mucha lucha pudimos acceder a nuestra casa, el barrio era muy distinto, cuando llegamos éramos 20 familias y hoy es una zona de la ciudad que se ha desarrollado y conserva una tranquilidad que valoramos mucho".

Un camino elegido

Reconoce que el tiempo de pandemia ha alterado varias de sus costumbres, pero se reinventa y acepta que este es un momento que pronto pasará. Buen anfitrión, le gusta cocinar y recibir a los amigos, algo que está muy limitado en el contexto actual. "Quizás por la influencia de mis ancestros españoles, casi catalanes, me gusta la comida de olla", refiere y enseguida le vienen al recuerdo las épocas en que cocinaba durante los campamentos de los clubes.

Se lleva bien con su presente. Aun cuando se define como una persona tranquila, siempre está en la búsqueda de nuevas actividades y en su vida siempre hay espacio para nuevos proyectos. Los días que no puede viajar a Rancagua para ocuparse de las colmenas, disfruta de navegar en Internet y siente que su casa siempre es un buen lugar para estar.

"Pergamino es un lugar que me gusta, aquí nací. Córdoba también es un sitio que me gusta visitar, seguramente si no viviéramos en Pergamino, nos estableceríamos en algún pueblito de las sierras, pero aquí están los recuerdos, la infancia, los olores", resalta.

Ya retirado de la docencia, sobre el final y quizás porque nunca se deja de ser "profe", sus reflexiones giran en torno a la educación física, por lo que esa actividad le enseñó y le mostró de la vida. "Soy de la guardia de profesores que tuvimos enormes maestros que nos enseñaban deporte, pero también a movernos en la vida, que nos transmitían valores", dice y con humildad afirma que en su propio camino profesional intentó replicar esas enseñanzas y volcarla a generaciones de alumnos. "Si bien cuando uno compite siempre quiere ganar, es tarea del docente también enseñar a perder", agrega en una apreciación que define su modo de concebir la educación física.

Asegura que su profesión le ha dado múltiples satisfacciones y sabe que la volvería a elegir si volviera a nacer. "La profesión y el destino son un camino elegido que volvería a transitar, sin dudas. La educación física me ha dado mucho, me ha dado amigos, soy muy agradecido", resalta y rescata la calidad de los vínculos que pudo estrechar en el trabajo y en la vida. "He terminado teniendo relación de amistad con muchos padres de mis alumnos y con alumnos míos que hoy son padres. Su afecto es la mejor recompensa y el reconocimiento siempre estimula", expresa cuando la charla termina, con la gratitud como sentimiento que acompaña el decir, y que en la calidez de la sonrisa que se dibuja en su rostro, representa y expresa tanto.


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