Edgardo "Fufa" Thomé: la familia, el fútbol y el trabajo, pilares de una vida honrada

Jorge Edgardo Thomé tiene 69 años. Nació en Pergamino, creció en el barrio Trocha y hoy vive en Centenario, junto a su familia. Es repartidor de diarios desde hace casi 40 años. Fue empleado ferroviario, antes trabajó en Lucini, y tuvo una nutrida trayectoria en el campo de la actividad deportiva como jugador de fútbol. Su historia de vida tiene la riqueza de los relatos sencillos, esos que fluyen en la serenidad de una conversación que ocurre en la cocina de su casa en compañía de su esposa y uno de sus nietos.

Su mamá es Blanca y tiene 91 años. Cuando habla de ella, Jorge señala que fue una costurera que trabajó en importantes talleres de la ciudad y que siempre estuvo atenta a las necesidades de la familia. Su papá, ya fallecido, fue Edgardo, empleado ferroviario. Tiene una hermana menor, Ana María. Guarda lindos recuerdos de su infancia, vividos en la tranquilidad de una vida que era muy apacible. 

"Fufa"- apodo que adoptó siendo jugador de fútbol por el parecido con un compañero que llevaba ese sobrenombre- fue a la Escuela Nº 2 y más tarde al Colegio Industrial, donde completó el ciclo básico. "Aunque había aprobado, no quise seguir. Había surgido la posibilidad de ir a probarme como jugador en Platense, así que lo hablé con mis padres y me fui", cuenta señalando que su pasión siempre fue el fútbol. Sus primeros pasos en ese deporte los había dado en Sports, club en el que se inició como delantero en la séptima y más tarde en la sexta con la que logró salir campeón.

"Yo estaba jugando en Sports cuando 'Chichito' Watfi me vino a buscar para ir a Platense", relata y recuerda la experiencia que significó en primer lugar un desarraigo y luego una vivencia llena de aprendizajes. "Me probaron, tuve la posibilidad de quedar, le pedimos permiso al Club y me quedé allá", refiere. Vivía en la sede del Club. "Al principio todo era color de rosas, nos pagaban pero después algunas cosas fueron cambiando, el pago se hizo más discontinuo, dejaron de darnos la comida en la sede, nos daban unos vales para ir a un restaurante, más tarde eso se cortó, y nos veíamos en la obligación de tener que conseguir un empleo para poder mantenernos en Buenos Aires y eso hacía que pudiéramos practicar menos".

Cuando eso sucedió, aunque futbolísticamente le iba bien -había conseguido jugar en la sexta, en la quinta categoría y algunos partidos en la reserva- Jorge evaluó la posibilidad de quedarse un tiempo más o regresar a Pergamino; y por consejo de sus padres decidió volver a la ciudad. "A veces me arrepiento de esa decisión, porque pienso que la hubiera podido luchar un poco más, pero en ese momento entendí que era lo mejor. Como estaba abierto el libro de pases en Pergamino, firmé para Sports".

Volver al ruedo, en su cuna

Su regreso al Club que había sido su cuna vino acompañado de grandes satisfacciones: "Fue ese año, en 1971, que tuvimos la posibilidad de salir campeones para la primera categoría del Club Sports". En su relato Jorge revive con emoción anécdotas que guardará para siempre. Fueron años gloriosos del fútbol que se jugaba "de otra manera", con mucha competitividad, pero también con entrañable compañerismo.

Cuando fue convocado para hacer el Servicio Militar, por consejo de un amigo hizo el cambio de domicilio a la ciudad de Junín de modo de poder cumplir con esa obligación en la vecina localidad. "Estando en Junín me conecté con el Club Newbery, empecé a jugar y salimos campeones, algo que el Club no conseguía desde hacía muchos años. Fue una hermosa experiencia que viví haciendo la Colimba", señala Jorge y menciona que conserva amigos del Servicio Militar con los que aún en el presente siguen en contacto.

Su experiencia como jugador de fútbol lo vinculó a Junín un tiempo más porque a su vuelta del Servicio Militar lo convocaron del Club Sarmiento y una vez más en Newbery. Ya de nuevo en Pergamino firmó para Argentino, club con el que salió subcampeón en una histórica final con Douglas Haig. Más tarde jugó en Compañía durante un año.

La vida familiar

A la par de la carrera deportiva y de su trabajo, Jorge conformó su familia junto a Ana María Frascinelli, a quien conoció en un boliche que funcionaba en el Club Comunicaciones. "Estuvimos cuatro años de novios y nos casamos. Estamos juntos desde entonces", refiere y la mira. Cuando iniciaron su relación Jorge jugaba en Compañía y trabajaba en la legendaria fábrica Lucini.

Tuvieron cuatro hijos y son abuelos de cuatro nietos. Su familia es para Jorge un tesoro y el partido mejor ganado. Su casa, esa que construyó en el barrio Centenario con la ayuda que le brindó el fútbol y el esfuerzo de su trabajo, es el lugar del encuentro familiar. 

"Esta casa la fui haciendo despacio, de a poco, ayudado por el fútbol. Jugando en Compañía me ayudaron a levantarla; Argentino me facilitó las aberturas. En ese entonces uno no pedía plata por jugar, mi prioridad era tener mi casa, así que canjeaba mi trabajo por materiales", describe con la satisfacción de haber alcanzado su anhelo. "Hasta que pudimos mudarnos, hace 36 años, vivíamos en una casa que me había prestado mi abuela", cuenta este hombre que hoy adora recibir en su lugar a los nietos. "Acá es todo para ellos", expresa con la emoción que se cuela en la voz ante los sentimientos verdaderos.

Habla con orgullo de los suyos. Sus hijos son: Natalia, que es profesora de Educación Física, trabaja en el Colegio Santa Julia y en el Club Gimnasia donde da clases de hockey; y está casada con "Rolo" Echecopar. Mariana, que es profesora de Educación Física; trabaja actualmente en el Registro del Automotor y está en pareja con Germán Colell; Jésica, que es médica clínica y está casada con Alvaro Alonso; y Jorge que es empleado administrativo y es soltero. Sus nietos son Pilar (15), Nicolás (13), Clarita (11 meses) y Francisco (22 meses). 

Lucini y el ferrocarril

Al momento de describir su trayectoria laboral, Jorge recuerda su paso por Lucini: "Mi tarea era en el taller mecánico, con los tornos. Los turnos eran rotativos, mañana, tarde y noche. Trabajé allí hasta que la fábrica cerró". Cuando eso ocurrió comenzó a hacer algunas changas, hasta que gracias a su padre pudo ingresar al Ferrocarril Belgrano. "Primero empecé en el sector de carga, después me pasaron a la Estación donde estaba como controlador. Era una época de mucha actividad ferroviaria que lamentablemente se perdió. Venían trenes cargados de cereal. Siete años después de mi ingreso el ferrocarril cerró, nos indemnizaron y fue tiempo para mí de abrirme otro camino".

Reconoce que fue una dura experiencia perder el empleo porque tenía una familia para sostener. Pero siempre fiel a su impronta "fue para adelante" y tomó cada una de las posibilidades que se le presentaron. "Gracias a mi primo Oscar Riera, empecé a repartir diarios con él. Y más tarde, en paralelo, fui coordinador en una empresa de remis. A la mañana repartía los diarios y a la tarde iba a la agencia. Después me quedé solo con el reparto de diarios, que es lo que hago en la actualidad, ahora los viernes, sábados, domingos y lunes".

Un canillita

Después de tantos años de recorrer las calles llevando los diarios se siente un verdadero canillita. Aprendió el oficio de la mano de su primo y le gusta el trato con la gente. Cuenta que cuando comenzó repartía en bicicleta. "Hoy el reparto se hace en moto, pero la zona es la misma, el barrio José Hernández y General San Martín; los clientes son muy fieles", comenta, señalando que hace casi 40 años que realiza esa actividad.

La carrera deportiva

Su carrera deportiva terminó en el Club Compañía, cuando tenía 32 años. Antes había jugado también en el Club Juventud de Rojas. "La actividad laboral no me permitía entrenar tanto, así que tomé la decisión de retirarme, ya tenía edad para hacerlo", refiere, asegurando que la mayor satisfacción que le dio el fútbol fueron los campeonatos logrados, esos logros que lo inscriben en la historia del deporte de sus amores.

"Cómo olvidar el campeonato con Newbery; ni hablar del campeonato logrado con Sports, las vivencias de un jugador de fútbol son inolvidables", resalta y rescata la innumerable cantidad de amigos que cosechó.

Hincha de Racing de Avellaneda, hoy disfruta del fútbol junto a su nieto que, aunque es hincha de Estudiantes, lo acompaña en todos los partidos. Su balance del camino transitado es positivo y encontró su coronación de la mano de una convocatoria que recibió cuando ya retirado de la actividad: lo llamaron para dirigir a un grupo de chicos del Club Gimnasia y Esgrima. "Empezamos a practicar y el segundo año salimos campeones en cancha grande. Antes nunca había pasado, así que fue una fiesta. Después los chicos que eran clase 78 se fueron a estudiar, cada uno tomó su camino y dos años después me vinieron a buscar porque querían jugar en primera. Me convencieron, los dirigí, en la primera ronda anduvimos muy bien; en la segunda rueda no tanto; seguimos hasta que terminó el campeonato y después me retiré", relata sobre su experiencia como DT.

Esos chicos a los que tanto quiere tampoco siguieron. La vida los llevó como a Jorge por otros senderos. Sin embargo, cada año los vuelve a ver. "Todos los años nos reunimos, jugamos un partido y compartimos un asado", relata Jorge "Fufa" Thomé, un hombre para quien el fútbol y la vida es eso: la cosecha de buenos momentos, vividos junto a buenas personas.