Perfiles pergaminenses

Eloísa Berayra, la sencillez de una mujer comprometida con su prójimo


Eloísa recibió a LA OPINION en su casa y en una clida entrevista relató su historia de vida

Crédito: LA OPINION

Eloísa recibió a LA OPINION en su casa y en una cálida entrevista relató su historia de vida.

Vive en el corazón del barrio 12 de Octubre, colabora con la Parroquia y con el centro barrial "Padre Galli-San Cayetano". Siempre dispuesta a contener en la necesidad, es dueña de una rica historia de vida anclada en la simpleza de sus valores, esos que recibió de sus padres y que transmitió a sus hijos.

Eloísa Julia Berayra tiene 71 años, nació en Mariano H. Alfonzo donde vivió hasta los 7 años cuando sus padres se mudaron a Pergamino y se establecieron en el barrio 12 de Octubre, una barriada que era muy diferente a cómo es hoy y que ella aprendió a querer desde el primer día. Allí vive todavía, en la misma casa que con mucho sacrificio se fue ampliando para adaptarse a las necesidades de la familia. Ha dedicado a su hogar y al barrio buena parte de la vida. Dueña de una profunda fe cristiana que sabe poner en acto en cada una de sus acciones cotidianas, siempre encuentra el modo de servir a los demás. Desde hace más de 40 años colabora en la Parroquia San Cayetano y actualmente también en el Centro Barrial "Padre Galli-San Cayetano".

La entrevista en la que traza su Perfil Pergaminense tiene el tono de la humildad y de la sencillez de una mujer que ha sabido construir su historia de vida sobre la base del trabajo y la entrega a los suyos. Es la menor de 12 hermanos. Es soltera y mamá de dos hijos: Adrián y Maximiliano, a quien aceptó cuidar cuando tenía siete meses y adoptó para siempre. A ambos les inculcó los valores que ella sostiene. 

De su primera infancia en Alfonzo recuerda la tranquilidad de la vida en el pueblo. Cuando habla de sus hermanos refiere que había entre ellos mucha diferencia de edad por lo que cada uno fue haciendo su camino, aunque siempre unidos. Actualmente solo vive una de sus hermanas, María Teresa, a quien llaman "Negra"; "Elo" la visita cada mañana. "El otro hermano que me quedaba falleció el año pasado en Jujuy dónde vivía, a causa del coronavirus", lamenta. 

Sus padres fueron Bartolomé y Teresa: "El tenía horno de ladrillos y una herrería en Alfonzo; y ella era ama de casa; siempre trabajaron mucho". 

Cuando se mudaron a Pergamino, Eloísa hizo la primaria en la Escuela N° 17 y el secundario en la Escuela N° 1 "Mariano Moreno". "El barrio era muy distinto a como es ahora, no vivía tanta gente y calle Florida terminaba aquí, en la esquina de mi casa", indica recreando las vivencias de su infancia.

Una luchadora

Al terminar el colegio fue para ella tiempo de trabajar. Lo hizo en "La Estrella", el emblemático supermercado de los Gómez Echevarrieta, que funcionaba en el centro de la ciudad; allí realizaba tareas de limpieza. "Me gustaba trabajar ahí, dejé cuando se enfermaron mis padres y tuve que cuidarlos", menciona. Su papá falleció luego de haber batallado contra un cáncer; y su mamá partió tiempo después ya siendo mayor. "Como yo era soltera y la más chica me quedé con ellos y los cuide y ya no volví a trabajar en relación de dependencia. Comencé a coser en mi casa para afuera; cortaba y hacía vestidos. Actualmente si me traen para hacer arreglos los hago", cuenta sentada en el comedor de la casa donde vivió desde siempre, en el corazón del "12 de Octubre". 

La puerta está entreabierta y la acompañan sus dos perras. Vive con Maximiliano, su hijo del corazón. Al señalar cómo llegó a su vida relata una historia que la pinta de cuerpo entero en su generosidad: "Maxi llegó a mi vida por una enfermedad de su hermana. Su mamá no tenía cómo cuidarlo, tenía siete meses, yo le consulté a mi mamá si lo podíamos tener por una semana hasta que le dieran el alta a la nena, me dijo que si yo me ocupaba de cuidarlo podíamos traerlo a casa y así fue. Vive conmigo desde entonces".

Lo que iba a ser por una semana se transformó en un gesto de amor incondicional para toda la vida. Hoy Maximiliano tiene 31 años. Está separado de su pareja y tiene una hija, Priscila. "Nunca le puse mi apellido pero es mi hijo, él tiene relación con su familia biológica pero vive conmigo", agrega.

Cuando Maxi llegó a su vida ella ya tenía a Adrián, que hoy tiene 46 años, está casado con Florencia Di Benedetto y es papá de Camila. "Tengo una familia hermosa que es la luz de mis ojos. Que ellos estén sanos y felices es todo lo que anhelo", resalta.

Tanto a ellos como a sus nietas los disfruta plenamente y les dedica su tiempo y ese amor que solo son capaces de brindar las madres y las abuelas.

Al servicio de su comunidad

Eloísa es conocida en su barrio por su labor comunitaria. "Viví toda mi vida en el barrio y tengo muy buena relación con todo el mundo, nunca tuve problemas con nadie", refiere. Y cuenta que en un viejo galpón en el que su padre se dedicaba a criar pollos, se celebró la primera misa en el barrio 12 de Octubre. Según menciona, esa fue la génesis de lo que más tarde desencadenó en la construcción de la Parroquia San Cayetano: "Vi nacer la iglesia y colaboro desde el primer día haciendo todo lo que esté a mi alcance. Hace 46 años que colaboro con la Iglesia, antes de que naciera Adrián".

"El padre Marciano (Alba) quería hacer algo en el barrio; uno de mis hermanos le ofreció uno de los galpones de mi papá para que celebrara la misa. Yo estaba embarazada de Adrián y en esa primera misa me descompuse y ese día nació mi hijo. Desde entonces colaboro con la Iglesia. Hoy con el padre Aníbal", relata y comenta que la capilla comenzó a construirse tiempo después en el lugar donde está actualmente.

Eloísa siente como un acto de gratitud el hecho de servir a la comunidad de San Cayetano en todo lo que está a su alcance. La tarea para ella es diaria: "Preparo las cosas para la misa y me ocupo de distintas tareas en la Parroquia. Todas las tardes abro las puertas y las cierro cuando cae la noche", precisa y reconoce que la pandemia alteró el ritmo de la vida cotidiana porque ya no hay misa todos los días y porque muchas actividades no se pueden realizar porque "no podemos juntar a la gente".

"Sin embargo la iglesia está abierta y la gente con todos los cuidados se acerca a rezar. Los días 7 y los 19 tratamos de que esté abierta durante todo el día", comenta en relación en las fechas señaladas para los devotos de San Cayetano y San Expedito.

Su relato la lleva a recordar las emblemáticas fiestas de San Cayetano que se realizan cada 7 de agosto. "A la procesión viene gente de todos lados. La fe en San Cayetano es muy fuerte no solo en el barrio sino en la comunidad", sostiene. 

A la par de su función como colaboradora en la Parroquia, participa como voluntaria del Centro Barrial "San Cayetano-Padre Galli", un espacio al que asisten chicos y madres que participan de distintos talleres y actividades sociales y deportivas. "Recibimos los chicos y las mujeres que llegan con sus historias y los acogemos en el Centro, donde realizan distintas actividades. En este momento con un grupo de mujeres estoy haciendo bolsos de tela con la intención futura de poder venderlos. Algunas no sabían coser así que les enseñé a usar la máquina y ahora estamos abocados a esta tarea con telas que donaron o que ellas mismas traen".

"Hay una enorme tarea social en el centro barrial. Ahora con la pandemia algunas actividades tuvieron que suspenderse, pero se dictaban clases de zumba, boxeo. Igual los chicos siguen asistiendo, cada uno tiene su mate, pasan un rato y se van. La labor del padre Aníbal que lo lleva adelante junto con una trabajadora social, Laura, es muy importante. Y yo soy parte de un grupo de voluntarios que se ha sumado para colaborar. Para los chicos y las familias del barrio es muy importante tener espacios de contención", enfatiza.

Reconoce que siempre le gustó la tarea comunitaria, brindarse al prójimo está en su esencia. Invierte tiempo y pone lo mejor de sí en cada cosa que hace. Es una militante de causas justas y honestas. Aunque tiene afiliación a un partido, afirma que nunca le interesó participar en política. Lo suyo es el trabajo social entendido como la posibilidad cierta de brindarse desde sus saberes y desde su disposición para ayudar a los demás.

Ese es su universo. No tiene grandes anhelos ni asignaturas pendientes. Vivió fiel a sus principios desde siempre.

La fortaleza interior

A pesar de las adversidades que ha tenido que sortear, no considera haber tenido una vida difícil. Siempre fue una mujer de fe y de una enorme fortaleza de espíritu. Reconoce que cuando falleció su madre atravesó el dolor de la pérdida y se aisló un poco. Pero enseguida se nutrió de esa fuerza interior que la acompaña para salir adelante. En el año 1995 un incendio destruyó parte de su casa, ese lugar en el que había habitado y donde ella conservaba buena parte de la historia familiar y los recuerdos. Eso que tiene un valor intangible e inmenso. "Fue muy difícil, perdí todo lo que tenía y las fotos de mis padres", expresa lamentándose por aquello que no hubo forma de recuperar.

Tiene en los ojos la expresión de las personas que aceptan con serenidad el paso el tiempo. Reconoce que nunca estuvo en pareja, quizás porque no encontró al compañero para compartir su vida; o porque no lo buscó. Siempre se enfocó en criar a sus hijos y acompañar a sus padres. "Nunca tuve una vida de pareja, pero tuve mucho apoyo de mi mamá, de mi hermano, de la gente que me dio trabajo. Siempre salí adelante y nunca me sentí sola", afirma, cuando el tono de la charla la lleva a hacer un balance. Y agrega: "Siempre viví de mi trabajo y le enseñé eso que lo importante en la vida es trabajar y forjarse un porvenir", afirma. 

"Gracias a Dios mis hijos están encaminados. Maximiliano percibe una pensión por una discapacidad y Adrián tiene una ferretería", comenta casi sobre el final. Y agradecida, solo anhela que Dios le regale la vida necesaria para ver crecer a sus nietas. Sin más, el resto de sus aspiraciones pasan por poder seguir haciendo lo que hace por su comunidad, en el deseo de que algo de la vida de la gente del barrio pueda transformarse con su ayuda. 

Cuando la entrevista termina se dispone a seguir con los quehaceres de su casa. La acompañan sus animales sus perros, los pájaros y un chanchito de la india. Toda su vida transcurre en la geografía del barrio allí donde están sus recuerdos, donde se escribió su historia y donde ella anhela transitar una vejez tranquila, rodeada por el amor de los suyos. 


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