Perfiles pergaminenses

Pascual Médici: una rica historia de vida escrita en torno a la medicina y al compromiso con la salud pública


Pascual Médici el recorrido por una profesión intensa

Crédito: LA OPINION

Pascual Médici, el recorrido por una profesión intensa.

Su vocación se nutrió del ejercicio profesional de su padre, que fue el primer cardiólogo de la ciudad. Ejerce desde hace más de seis décadas. Su consultorio es ese espacio donde se recrea lo esencial del vínculo médico-paciente. Tuvo desempeño en la gestión hospitalaria y militó en política. Su testimonio habla de sí, pero también de momentos señeros de la historia sanitaria local.

Ayer fue el Día del Médico. Eso motivó que el testimonio que cada domingo engalana esta página fuera el de alguien que transita hace más de seis décadas ejerciendo esa profesión con pasión. Pascual Médici es médico cardiólogo, tiene su consultorio en la planta baja de la Clínica Pergamino donde atiende cuatro veces por semana, sin turno, sin computadora y sin secretaria. Alcanza con tocar a la puerta y aguardar por esa consulta con alguien que ama dialogar con sus pacientes. Tiene 83 años y una vitalidad admirable. En ese espacio del consultorio sucede la entrevista, con la foto de su padre, Héctor Daniel Médici, como testigo. Lo acompaña su celular, pero nada de lo tecnológico lo distrae de una conversación que transcurre entre anécdotas personales y referencias a la historia misma de la salud pública de la ciudad, un terreno que transitó con entusiasmo y compromiso.

"Mi padre fue el primer cardiólogo de Pergamino", señala en el comienzo. Y cuenta que su mamá fue Sara Bordato, ama de casa, que se dedicó a criarlo, tanto a él como a su hermana, Julia, que está próxima a cumplir 80 años y vive en San Luis.

"Nuestra casa estaba en Avenida y Luzuriaga", describe y cuenta que fue a la Escuela N° 2, más tarde al Normal, estuvo durante un año pupilo en el Colegio San José de Buenos Aires, terminó quinto año libre en el Colegio Nacional y estudió Medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires".

Pascual está casado hace 54 años con Cristina Márquez, nutricionista. Es papá de tres hijos: José, Catalina y Florencia y abuelo de ocho nietos: Sol, Belén, Luz, Milagros, Julita, Esteban, Marcos y León. "Todos viven en Pergamino y estudian. Una de ellas, Sol -la mayor-, es médica", refiere.

La vocación temprana

Cuando hace referencia a su vocación, afirma que seguramente se nutrió de la pasión con la que su padre ejerció la profesión de médico. "El tuvo una vida muy activa, fue director del Hospital y uno de los fundadores de la Clínica Pergamino", menciona. Y cuenta que falleció tempranamente, a los 59 años, un mes después de que Pascual se recibiera de médico. "Me vio recibido y me dejó su legado".

"Yo hice la especialidad de médico cardiólogo universitario en la Universidad del Litoral", comenta. "Había aprendido mucho de cardiología al lado de mi padre, así que cuando tuve mi título de especialista me volqué de lleno. Empecé con el consultorio lleno de pacientes que habían quedado 'huérfanos'", comenta, en relación con la temprana e intempestiva partida de su padre. 

Un camino intenso

La profesión fue proponiéndole desafíos que aceptó con compromiso. "Siempre fui un enamorado de la salud pública, tenía mucha vocación hospitalaria. A los 32 años me ofrecieron la dirección del Hospital 'Rodríguez Jáuregui', una institución que funcionaba en el predio donde hoy está el Hospital San José y que había sido construido como parte de un plan de salud pública provincial. La condición era que tomara un curso intensivo de organización y administración hospitalaria para el que me dieron una beca. Me enamoré de la gestión. Fui director del Hospital, y con esa decisión empezó la etapa más intensa de mi vida".

"El Hospital Jáuregui había sido construido por Rodríguez Jáuregui padre allá por 1929, eran 16 hectáreas y 23 edificios, la obra pública más grande de Pergamino de todos los tiempos, que había quedado inconclusa en 1930, cuando vino la revolución. En la década del '70, junto al hijo del que había sido su impulsor, médico de Pergamino también olvidado, llevamos adelante una tarea orientada a recuperar parte de aquella idea original".

"Durante la gestión del intendente De Nápoli, junto a Rodríguez Jáuregui hijo, teníamos la convicción de que coordinar los recursos municipales y provinciales era lo ideal y comenzamos un proceso que se llamó la Reforma Hospitalaria de Pergamino, que consistió en unir más de 15 servicios médico asistenciales que existían en la ciudad. Así nucleamos en una única estructura orgánico funcional, recursos del Hospital San José, del Hospital Jáuregui y las unidades periféricas. Esto fue lo que permitió que el Hospital de Pergamino pasara a ser zonal", relata. 

En primera persona refiere anécdotas que tienen que ver con su historia profesional, pero que también rescatan retazos de la historia sanitaria de la ciudad en un tiempo histórico particular. "Muchos no conocen esta historia que sucedió en la década del '70 durante el gobierno militar, y generó no pocos conflictos porque se tocaban muchos intereses. En la unificación de la estructura funcional sobraban agentes y de hecho cuando se creó la Región Sanitaria casi no fue necesario realizar nombramientos". 

Señala que a medida que la reforma se fue afianzando hubo que resolver cuestiones edilicias y así fue como espacios del Hospital Jáuregui fueron reasignados. "Se cedió un pabellón al centro de Fiebre Hemorrágica, que pasó a ser el Servicio de Infecciosas y el Departamento de Docencia del Hospital Zonal". 

"Otro servicio que se trasladó al Rodríguez Jáuregui, que se reinaguró como Hospital de Tuberculosos, y se llamaba Hospital Llanura, fue el Materno Infantil", agrega, y menciona que cuando tomó la dirección había más de 200 pacientes con tuberculosis asilados allí. "Trabajamos mucho para revertir esa situación, muchos tenían tuberculosis asociada al alcoholismo, así que aplicamos distintas estrategias de abordaje, junto al psiquiatra Pablo Alvarez".

 "Yo era director del Hospital y jefe de todos los servicios provinciales del Partido de Pergamino, ya que los servicios municipales se articulaban a través del Municipio. Fueron varios años de gestión hospitalaria, estuve hasta el 16 de junio de 1973, día en que con armas tomaron la Región Sanitaria IV y desalojaron el Hospital; fueron tiempos de mucha convulsión", cuenta y señala que él militaba en el peronismo.

El Area Programática

Durante la gestión de Alcides Sequeiro (1987-1999) le ofrecieron la dirección del Hospital San José pero, fiel a su convicción del valor que tenían las unidades de atención primaria, pidió que se creara el Area Programática a la que define como "el brazo del Hospital en la comunidad" y se hizo cargo de la misma. "Estuve hasta 1993 en que dejé el Hospital".

La práctica privada

Nunca abandonó su especialidad ni el trabajo en el consultorio. Durante cuarenta años también hizo medicina deportiva y cardiología en el Instituto Davreaux. "Atendía a los socios que eran más de 1.000. Una vez al año les hacía la evaluación correspondiente, porque además de cardiólogo soy médico deportólogo", señala.

En el presente solo atiende en la Clínica Pergamino, institución que define como su casa, y hace algunos domicilios. Es común verlo llegar con su valija para hacer electrocardiogramas, en una práctica propia de los viejos médicos de familia. "Me gusta hacerlo, ahora de vez en cuando".

"Hago una cardiología de consultorio externo, mi especialidad es la ergometría, pero no atiendo emergencias ni hago guardias", comenta y destaca que lo mejor que le da hado su profesión es la relación con sus pacientes.

La política

Dueño de una rica historia de vida, asegura que ya quedó atrás su participación en la política. "Provengo de una familia antiperonista y me hice peronista. Ya no lo soy", define y recuerda que como parte de su incursión en la actividad pública fue referente local del menemismo. Compitió por la presidencia del Consejo del Partido Justicialista; fue candidato a intendente por un partido vecinal "armado con un grupo de peronistas que nos salimos de la burocracia del partido, radicales, socialistas y conservadores". También fue candidato a concejal cuando Domingo Cavallo compitió por la Presidencia. "Después me alejé. Me gusta la gestión sanitaria, pero lamentablemente termina embarrada en las cuestiones de la política partidaria", opina.

Su paso por la gestión le dejó la convicción de que es necesario articular todos los servicios para que el sistema funcione de manera más eficiente. "Lamentablemente tenemos una medicina muy individualista y un sistema fragmentado", reflexiona.

La docencia 

Su pasión por la profesión lo llevó también a incursionar en la docencia. "Cuando recién me recibí el primero que me convocó fue Carlos Comité para dar clases de Anatomía en el Instituto Comercial Rancagua. Recuerdo que el pavimento llegaba hasta la Chacra Experimental, así que cuando llovía para que pudiéramos llegar, enganchaba el colectivo a un tractor y allá íbamos todos con mucho entusiasmo a hacer lo que amábamos".

Más tarde fue profesor en el Instituto de Perfeccionamiento Docente que funcionaba en calle Florida. "Queríamos hacer una escuela de Enfermería, pero la Escuela de Salud Pública se opuso, así que creamos la carrera de Educador Sanitario. Egresaron dos cohortes, pero cuando se incumplió el compromiso de que los egresados fueran incorporados al sistema de atención primaria, pedimos que se cerrara". 

A pleno

Sin urgencias, vive la vida plenamente. Le gusta viajar y lo ha hecho mucho. Participó de los grupos de Encuentro Matrimonial y siempre se hizo tiempo para disfrutar. "Hago natación, ando en bicicleta y me gusta bailar. Tenemos un grupo de matrimonios con los que nos reunimos a bailar, la vida social es fundamental", cuenta y comenta que es el único hombre en las clases de Aqua Gym del Parque Municipal.

Un camino que volvería a recorrer

Afirma que no hay asignaturas pendientes. Pasional, no se imagina la quietud como atributo de la vejez. Prefiere estar activo y sentir que hay cosas por las cuales vale la pena vivir. Los suyos son el gran aliciente y su mejor recompensa. Sabe que la medicina es un camino que volvería a transitar. Aunque ya no piensa en su propio recorrido. A su lado están los que vienen. Sobre el final, toma el teléfono celular, busca una foto. En la imagen, tomada en el consultorio, se ve el retrato de su padre, él y su nieta médica, Sol. "A lo mejor me jubilo cuando ella termine su residencia de Terapia Intensiva", dice. Y en esa afirmación, y en esa foto, está la mejor síntesis de la vida, signada por la trascendencia, ese hilo que conecta con lo esencial.


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