Perfiles pergaminenses

Juan Carlos Lamolla: un referente deportivo que tomó del fútbol las mejores enseñanzas


Juan Carlos Lamolla dialogó con LA OPINION de las anécdotas deportivas y de la vida

Crédito: LA OPINION

Juan Carlos Lamolla, dialogó con LA OPINION de las anécdotas deportivas y de la vida.

Se inició en Lucini y saltó a Ferrocarril Oeste, donde tuvo la oportunidad de crecer de la mano de grandes exponentes. Fruto de su desempeño logró forjar una identidad deportiva propia e inscribirse en la historia. En lo personal afrontó pruebas difíciles que lo transformaron en un ser resiliente.

En el terreno deportivo Pergamino ha dado exponentes de esos que llevaron en alto la bandera de la ciudad donde estuvieron, y jamás perdieron de vista que su corazón estaba aquí, en el pago chico. Uno de ellos es Juan Carlos "el polaco" Lamolla, un jugador que desplegó su talento durante muchos años de buen fútbol y llegó a compartir los estadios con personajes de reconocido renombre. El mismo supo construir una identidad e inscribir su impronta en la historia deportiva no solo local. Con 61 años, su presente transcurre lejos de las canchas, abocado a su familia, de la mano de su hijo Marcos, que siguió sus pasos en el fútbol. Acepta trazar su "Perfil Pergaminense" con la humildad que tienen solo algunas personas. Abre las puertas de su casa y con sencillez muestra su universo personal, anclado en valores que aprendió en el fútbol y se llevó para la vida. En el comienzo de la charla habla de su infancia, de sus padres, Sara Zandoval y José Antonio Lamolla; él policía y ella ama de casa. También de sus hermanos: Elena, José y Gladys.

Cuenta que cuando él nació vivían en Larrea y Colón, pero pronto se mudaron al barrio Trocha. "Nos fuimos a vivir ahí cuando yo tenía 4 años, era un barrio bastante difícil en aquella época", comenta y afirma que fue en el potrero que estaba a la vuelta de la vieja cancha de Sports donde aprendió a conocer su temperamento: "Ahí si no jugabas fuerte, no podías jugar".

"Yo no tenía edad para jugar en Juveniles, había practicado en Sports y cuando se inició Lucini, empecé. Estaba 'el diente' Russo, Héctor Chavero, 'el profe' Beto Cittadini. Mi primera incursión en las divisiones inferiores fue allí, jugando para la liga local. Tenía 11 años por entonces", refiere recordando sus comienzos.

Fue a la Escuela N° 6 y después comenzó a aprender el oficio de electricista, pero abandonó los estudios en segundo año del secundario. Asegura que desde siempre supo que quería ser futbolista y puso al servicio de esa vocación todo su empeño. 

"De chico, cuando mirábamos algún partido en la televisión, siempre le decía a mi papá: 'Viejo, me vas a ver'", recuerda y se emociona cuando su memoria se invade de aquellas vivencias y de aquel deseo fuerte de llegar. "El me decís: 'No aflojes, hace las cosas bien que vas a llegar'". Ese aliento quizás le dio el impulso necesario y así fue que la vida lo fue llevando por caminos que lo nutrieron de una rica trayectoria deportiva.

"Yo trabajaba en Lucini y cuando salía, con una bicicleta 'Aurorita' me iba a entrenar". Todos los esfuerzos dieron su fruto y cuando aún no tenía edad para jugar en primera, tuvo la posibilidad de hacerlo para el equipo de Lucini. "Fui subiendo cada escalón, primero en reserva y después en primera. Tuve una carrera muy hermosa en el fútbol", afirma.

A Ferrocarril Oeste

En una oportunidad, Benito Lucini decidió vender a cinco jugadores a Ferrocarril Oeste, "entre ellos, estaba yo", comenta y señala que eso significó el pase "al fútbol lejos de casa".

"Fantaguzzi, Cepeda, Aquilano, Salce y yo nos fuimos a Buenos Aires. Yo tenía 16 años y aunque fue un desarraigo de mis padres, mis hermanos y mis amigos, había una determinación muy fuerte de lo que quería hacer y sabía que para eso tenía que asumir desafíos grandes", resalta y valora mucho esa experiencia. Vivían en una pensión y los trataban muy bien.

"Cuando llegué jugaba en la quinta división, esa la salté, pasé a cuarta y muy rápidamente a tercera y de allí a primera. Tuve la suerte de estar convocado para la Selección Juvenil para el campeonato en Francia, con los técnicos Saporiti y Duchini y como arquero, Sergio Goycochea. Cuando faltaban dos meses para viajar nos informaron que no íbamos a participar porque le iban a dar prioridad a la selección sub 17, nosotros éramos sub 20. Fue una caída anímica grande, pero siempre rescato el hecho de haber quedado seleccionado".

De su paso por la primera división de Ferro, destaca lo aprendido. "No era jugador titular porque era muy joven y los que tenía adelante eran verdaderos monstruos jugando a la pelota, estoy hablando de Gómez, Cúper, los hermanos Arregui, Sacardi, Cañete, Marcico, 'el gitano' Juárez, Troco, el plantel que salió campeón de 1982 y de 1984", menciona y destaca que verlos jugar ya representaba "un gran aprendizaje". 

"Tuve la suerte de estar con 'Cai' Aimar y Timoteo Griguol, grandes del fútbol argentino como técnicos y como personas", agrega.

Otros destinos

Jugando en Ferrocarril Oeste, surgió la posibilidad de irse a Catamarca. "El técnico Andrés Chazarreta vino a buscar un 2 y un 9 como refuerzo y Aimar me sugirió que me fuera a préstamo para competir, que era lo que yo necesitaba. Acepté ir, pero con el pase en la mano. El presidente de Ferro, que era una persona extraordinaria, finalmente me lo dio".

Recién llegado de Ferro y con la experiencia que había ganado este marcador central que después fue marcador de punta, de inmediato cobró visibilidad. "Allá todo era distinto, el modo de entrenar, el ritmo de la vida cotidiana, pero sabía que era un salto que tenía que dar. Todos me seguían, que comía, cómo entrenaba. Me fue muy bien y me querían casi todos los equipos del norte. Un periodista me dijo que el mejor era Ledesma de Jujuy, así que tomé el desafío y me fui. Angel Tulio Zof, de Rosario Central, era el técnico. El equipo había clasificado para el Nacional A, así que nos tocó jugar con Argentino Juniors, Racing de Córdoba y Union de Santa Fe", relata.

"Gracias a un compañero mendocino, Dante Pralón, me fui a jugar a Maipú de Mendoza. El equipo estaba en la liga local, pero el dinero que me ofrecían era mucho. Arrasamos con todos los campeonatos que nos pusieron por delante y llegamos al Nacional B. Fue el primer equipo de Mendoza que accedió a esa categoría con Ramos Delgado como técnico. Quedamos en la historia", agrega. Y prosigue: "Allí jugué cinco años, en el Nacional B, una categoría competitiva".

El regreso a casa

Cuando su compañero Oscar Perroud se vino a Douglas, surgió la posibilidad de regresar a la ciudad a integrarse al equipo que dirigía Miguel Ignomiriello. "Fue una alegría inmensa poder regresar a Pergamino. Jugué casi cuatro años cuando el equipo ya estaba en la B. Tuve la suerte de ser parte de una de las mejores campañas", recuerda y rescata el tiempo compartido con figuras de la talla de Ignomiriello y Juan Echecopar.

Una fractura de tibia y peroné lo dejó seis meses fuera de la cancha y aunque se recuperó rápido, el fútbol le jugó una mala pasada cuando el técnico Mario Finarolli, lo dejó libre. "No fue por una cuestión de desempeño deportivo. Me enteré por el diario que me había dejado libre, en un momento del año en el que ni siquiera podía aspirar a integrarme a otro club. Fue una decepción", refiere.

Cuando eso sucedió tenía 34 años y ya no quería irse de la ciudad, así que siguió jugando en clubes de la zona. Primero lo hizo en Huracán de Rojas y más tarde en Alumni de Salto. "Después dejé el pase en Pergamino, en Racing, con 'el abuelo' Di Gangi y me retiré".

Una nueva etapa

Cuando dejó de jugar incursionó como técnico en la cuarta y la primera de Juventud. "Me fue bastante bien, pero lamentablemente no podía compatibilizar el tiempo que me insumía la actividad laboral". 

Desde el comienzo de su carrera deportiva, el fútbol fue su medio de vida. "Siempre viví bien, pude tener mi casa gracias al fútbol, pero cuando dejé sabía que tenía que seguir trabajando y tomé con mucha naturalidad ese cambio. Sabía cuáles eran mis condiciones, mis virtudes para desarrollarme y el buen comportamiento que siempre había tenido me fue abriendo muchas puertas". 

"Trabajé en el supermercado Stop Plus, como encargado. Después en Pardo Hogar; y desde hace 21 años trabajo en el Bingo Imperial Pergamino", menciona.

Una dura pérdida

En lo personal, la vida le arrebató tempranamente a su compañera. Se había casado con Nancy Catelani, su novia de toda la vida. "Nos habíamos conocido en un baile de la escoba. Hacía ocho años que estábamos de novios cuando yo jugaba en Ledesma, nos casamos y me la llevé para allá. Fuimos muy felices juntos. Ella falleció a los 39 años a causa de un cáncer de intestino", relata y el tono de su voz cambia cuando recrea el tránsito por la enfermedad y el desenlace que representó el dolor más profundo que le tocó afrontar, ese con el que solo se aprende a convivir.

Aunque pasaron muchos años ya de aquella pérdida, aún lleva la alianza, en un acto de amor inconmensurable. "Ella fue una mujer extraordinaria", afirma. Fruto de ese amor nació Marcos, su único hijo de 38 años, que juega al fútbol en Independiente de Chivilicoy, y es papá de Renata (10) y Rufina (6). "Cuando falleció su mamá él tenía 17 años, estaba jugando en Estudiantes de la Plata y se volvió, fue muy difícil, pero tuvimos gente sana a nuestro alrededor y salimos adelante, sabiendo que nos teníamos uno al otro para superar el hecho que la vida nos había arrebatado muy temprano valores importantes", afirma.

En la actualidad Juan Carlos vive solo, y aprendió a llevarse bien con esa soledad. Tiene buenos amigos, y un reconocimiento ganado. Hincha de Independiente, disfruta de cosas simples.

Siente que el mayor aprendizaje que le dejó el fútbol fue la responsabilidad y el respeto. "Eso lo aprendí en Ferro, esa fue mi segunda casa, y la disciplina en la que me formé hoy la llevo a lo laboral y a la vida. A mi trabajo llego media hora antes, no falto, si puedo progresar me esfuerzo por hacerlo y trato de mantener mi lugar".

Capricorniano, nacido un 19 de enero, encuentra en la constancia una virtud. Aunque le hubiera gustado probar su talento futbolístico en el exterior, no tiene asignaturas pendientes. Entiende que estuvo muy solo en un negocio complejo. "No llegué a dar ese salto, pero no me quedó ninguna frustración porque estoy muy agradecido de lo que me dio el fútbol". 

"El deporte me dio la oportunidad de viajar, de conocer a mucha gente y me sigue dando satisfacciones cada vez que me llaman de los lugares en los que estuve. Hace unos días Ferro me convocó para entregarme un reconocimiento. Estas son las cosas lindas que te deja el fútbol", sostiene este hombre que siente gratificación en esos pequeños grandes gestos. "Voy por la calle y la gente me saluda. Yo no sé quiénes son esas personas, pero ellos sí saben quién soy yo", resalta y lo que dice no tiene nada que ver con la arrogancia. Por el contrario, habla de la humildad de alguien que, producto de la coherencia, logró eso tan valioso que es construir un nombre propio que es sinónimo de aquellos valores que se le reclaman al deporte y que no se han perdido.


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