El dólar es un problema, pero la falta de consenso lo es más

Al cabo de la gira del ministro Sergio Massa con sus equipos técnicos y miembros del gabinete, después de haberse encontrado con influyentes funcionarios de la Casa Blanca, Departamento de Estado, el FMI, dirigentes y empresarios, la gran sorpresa fue el apoyo político de Janet Yellen, secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, quien alentó al ministro a reconstruir la credibilidad, estabilizar los mercados y sentar las bases para un crecimiento sostenible.

No obstante, lo más importante fue la reunión con Krystalina Giorgieva, directora del FMI, donde Massa gestionó el cierre de la segunda revisión del programa. El gobierno de Mauricio Macri obtuvo para el país un crédito de cerca de 44.000 millones de dólares y se volvió a pedir uno nuevo para pagar las cuotas adeudadas de ese mismo préstamo.

En la reunión analizaron cómo seguirá el acuerdo que firmaron a principios de 2022 y el organismo internacional comprometió la llegada de más de 4.000 millones de dólares que tendrán como destino pagarle al propio Fondo el préstamo que originalmente nos hizo, además de aumentar las desahuciadas reservas del Banco Central.

Este nuevo crédito se va pagando en cuotas trimestrales que sirven para ir cancelando los vencimientos del crédito viejo; ya en abril el Fondo había prestado los dólares necesarios para pagar los primeros vencimientos.

A partir de cada vencimiento trimestral y si se cumplen los objetivos planteados para ir estabilizando la economía, el Fondo nos manda el dinero para cancelar la cuota que vence más los intereses. De este modo, aumentará la disponibilidad para no tener que desembolsar dólares adicionales propios hasta fines de 2023. Ahora a partir de 2024, con el gobierno que resulte electo, comenzarán las negociaciones para pagar lo que nos están prestando. Pero eso "será otra historia", como lo definieron algunos analistas. Y así nuestro país acumula "capas tectónicas" de "otras historias", acumuladas sobre los hombros de más de cuatro generaciones de argentinos que nacieron, murieron o aún viven en una economía siempre al borde del abismo, sin previsibilidad y proyección.

Así es que el FMI girará los millones que servirán para pagar los próximos vencimientos de la deuda con este organismo. Además, recibiremos otros créditos en dólares del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Corporación Andina de Desarrollo

Reina optimismo en el Ministerio de Economía de Sergio Massa porque creen que las metas del trimestre que vencen a fines de septiembre están muy cerca de cumplirse, especialmente las referidas a las reservas por la histórica liquidación de soja a 200 pesos por dólar y por el anuncio del envío de fondos por parte de los organismos mencionados, fondos que, de ese modo, dejarán al Banco Central cerca de cumplir con la meta de acumulación de reservas. De una manera claramente ficticia, claro está.

Pero existen varias dudas sobre lo que pasará después de septiembre con las presiones de otros sectores de la economía que reclaman un desdoblamiento sectorizado similar al dólar soja por las exportaciones que realicen cada uno de estos; además, es un dilema definir cuánto y a qué precio garantiza el Gobierno las importaciones. El gran desafío consiste en fortalecer las reservas buscando el equilibrio entre el nivel de actividad (aumentando tres puntos las importaciones, significa aumento de un punto el PBI) o controlar la inflación y la brecha cambiaria, concluyendo que para crecer se necesitan más dólares.

El ministro Massa tendrá que evaluar y decidir qué hacer con la situación cambiaria. Hoy los industriales reclaman que se deben preservar los dólares ante la presunción de que alrededor de 700 millones mensuales saldrán del país con el turismo y recalcan la gran demanda del "dólar Qatar", que se debería frenar, plantea. El argumento es válido en estos momentos, ya que faltan divisas para importar insumos básicos para la producción.

Ese fue uno de los argumentos de la UIA ante el ministro de la Producción y el Empleo, José Ignacio de Mendiguren. Presumen que este año el dólar turista superará los 7.000 millones, cifra cercana a los pagos que deben realizarse en concepto de intereses de la deuda externa pública y privada.

Algunas versiones respecto del dólar turista sostienen que piensan subir el impuesto País del 30 actual al 45 por ciento; de este modo, tratarían de encarecer el dólar con destino de salida y no el que se toma como adelanto del impuesto a las ganancias, que es deducible.

Otro tema que deberá evaluar Massa será el impacto inflacionario que tendría el encarecimiento del tipo de cambio si se aplicara algo similar al "dólar soja" en beneficio de otros sectores que realizan las compras en el exterior.

Si aumentan los impuestos para acceder al dólar "oficial", obviamente aumentarían el dólar blue y los paralelos. La experiencia es ilustrativa: toda vez que el Gobierno aumentó el "dólar turista" o "dólar tarjeta", se incrementó la brecha cambiaria. No hay razones para que esta vez sea diferente.

El temor expresado por varios analistas y empresarios es que cuando comience el año 2023, se cambien las pocas reglas de juego hasta ahora implementadas ya que es un año electoral y se comience a tallar y dar de nuevo.

En medio de esta falta de certezas y previsibilidad que nos tiene a todos en una permanente sensación de inestabilidad, no hay que olvidar que todo lo que se está haciendo no es más que un parche, que aún están soterrados los problemas de fondo que son los que, al fin, socavan toda chance de un futuro de crecimiento y bienestar.

Todavía no se registran los inevitables efectos de un verdadero programa estabilizador, por módico que sea: el freno de la actividad, ya que hay menos dólares para producir y menos pesos para consumir.

Todavía, como apuntó Fernando Navajas, de Fiel, en La Nación, el interrogante es por qué la dinámica de inflación al 100 por ciento no trajo aún recesión. Pasa también en el mundo, tal vez por efecto del consumo reprimido en la pandemia.

En todo caso, podría ser cuestión de tiempo. "La actividad se desacelera", asumen en el equipo económico. Nadie sabe si eso está hablado en la letra chica del acuerdo interno que catapultó a Massa al Ministerio de Economía. Y refrendando la presunción, se vino otra suba de tasas de interés desde el Banco Central. Será importante ver si como contraparte aflojan los precios, que golpean el poder adquisitivo y el ánimo. 

Todo esto se da en la Argentina de los caldos de cultivo. La inestabilidad es estancamiento y fábrica de oportunidades precarias para los que se asoman al mercado laboral. El presente de salarios bajos y la idea de un horizonte sin futuro, además, en algún momento pueden ser la cancha donde se instala el narcotráfico, por oferta y demanda. La podredumbre no distingue entre sector público y sector privado.

Si no fuera por el ataque a Cristina y el enrarecimiento generalizado posterior de la política, no habría tema más importante que la confirmación en las últimas dos semanas de que cerca de 3.000 kilos de cocaína se embarcaron o se iban a embarcar rumbo a Europa desde la Terminal Puerto Rosario, controlada por Vicentin y Ultramar, mezclados en nuestra producción agropecuaria. En otro caso, presume la Justicia, se habrían "contaminado" los cargamentos de maní que iban al exterior con bolsos Louis Vouitton con droga. Solo estos dos envíos sumaban cerca de 100 millones dólares. ¿Quiénes estarán comiendo de ese maná de divisas ilegales?

Preguntas que enmarcan el interrogante mayor: ¿puede el Estado, desde el Poder Ejecutivo hasta los tribunales y los servicios de Inteligencia, frenar este nuevo desafío si antes no se logra un acuerdo de convivencia democrática y cierta estabilidad macroeconómica? Diálogo entre los extremos para dejar aislados a los que compran la violencia como respuesta a todo. Acuerdos de reglas de juego para evitar los bandazos generadores de pobres. Cada vez más, todo parece consenso o muerte.