Perfiles pergaminenses

Eduardo Taborda, o la vocación puesta al servicio de trabajar por la comunidad


Eduardo Taborda trazó su “Perfil Pergaminense” en un dilogo rico en anécdotas

Crédito: LA OPINION

Eduardo Taborda trazó su “Perfil Pergaminense” en un diálogo rico en anécdotas.

Está a cargo de la intendencia de la sede Pergamino de la Unnoba. Militante radical, admiró desde chico la figura de Don Arturo Illia. Transitó el camino en una sana convivencia con referentes de distintas fuerzas políticas y aprendió de cada experiencia. Fue ferroviario, cooperativista, fomentista y dirigente comprometido con Pergamino, lugar al que siente como su "casa grande". 

Rubén Eduardo Taborda nació en Pergamino. Tiene 64 años. Hijo de Julio Taborda y Delia Castillo, tiene dos hermanas menores: Nancy y Sandra. Creció en el barrio Acevedo, vivió entre Sáenz Peña y Paraguay hasta que cuando tenía 9 años su familia se mudó al barrio Atepam. Fue a la Escuela N° 4 y a la Escuela N° 18. Recuerda ese cambio de colegio como una circunstancia que le costó afrontar, aunque destaca que fue un aprendizaje que le sirvió para la vida. "Conservo hermosos recuerdos de mi paso por la Escuela N° 4. Tuve muy buenas maestras y con la mayoría de mis compañeros sigo en contacto. Valoro que mi padre, aunque éramos muy humildes, sabiendo que yo ya no iba a seguir en ese colegio, me compró la foto grupal, porque eso me permitió recordarlos siempre", rememora el detalle que marca el valor que puede tener un objeto más allá de su precio. 

"Cuando empecé la Escuela N° 18 el cambio fue tremendo; en la 4 cuando jugábamos a las figuritas en el recreo no nos dejaban arrodillar para que no nos ensuciáramos, y acá jugábamos al fútbol en patio de tierra. Me costó adaptarme. La Escuela N° 4 me formó en aplicación y disciplina; en la Escuela N° 18 me hice 'hombrecito'. El primer día me pegaron tres veces, fue aterrador; hasta que me rebelé, y ahí cambió la historia; nunca más sentí miedo en la vida. Con Guillermo Illia, que era mi compañero de banco, siempre lo recordamos", relata.

Integrante de una familia de trabajo, cuenta que su mamá fue ama de casa y su papá empleado municipal y administrativo en Pergamino Seguros. "Me crié en la casa de mis tíos. Mi tío Giles, casado con una hermana de mi mamá, era profesor de música y por ahí pasaba mucha gente conocida".

Estudió dibujo publicitario en la Escuela Profesional. "Pintaba letras en paredones promocionando espectáculos. Y colaboré en los carnavales de Ameghino. Era una época en la que la cartelería se pintaba en forma manual", refiere. 

Comenzó el secundario, pero abandonó porque trabajó desde chico. "Fui un año al Nacional de noche, y después volví a la Escuela Profesional, pero terminé la secundaria ya de grande, en la Escuela Media N° 4". 

La vida laboral

Su primer empleo formal lo tuvo a los 11 años, vendiendo frutas y verduras en los pueblos de campaña. Su segundo trabajo fue con Antonio Mirad, que vendía máquinas de coser. Y más tarde ingresó al taller de confección de Chale. "Después trabajé con Horacio Furnari en un laboratorio que tenía en el barrio Acevedo", agrega.

"Me había quedado sin trabajo y una persona de Pergamino Seguros le consulta a mi padre si yo no me animaba a organizar el archivo. Acepté, hice la tarea sin dificultad y eso sirvió para que me quedara trabajando allí hasta que ingresé al Ferrocarril Mitre como administrativo, donde me desempeñé durante 18 años".

Comenta que en un momento trabajó en simultáneo el ferrocarril, en Pergamino Seguros- donde volvieron a convocarlo- y al terminar la jornada laboral iba al Colegio Industrial para estudiar construcción.

Siempre dispuesto a emprender, en otro momento de su vida, tuvo una imprenta. Comenzó trabajando en su casa hasta que de la mano de una sociedad luego se instaló en un local comercial. "La tuvimos durante 10 años. Andaba muy bien esa actividad. Comenzamos en 1977 y terminamos en 1987", refiere destacando la relación con quienes fueron sus socios.

Amor por el ferrocarril 

Confiesa que, a pesar de no provenir de una familia ferroviaria, se "enamoró" del ferrocarril, y recuerda con pesar el momento de la privatización. "Trabajaba en Vías y Obras. Mi último trabajo fue como jefe administrativo".

"Viví malísimamente mal el cierre del ferrocarril, vi llorar a gente que había pasado su vida allí. Yo tenía 35 años y venían a preguntarme qué podían hacer. Les aconsejé que no aceptaran el retiro voluntario. Y por suerte quienes siguieron esa sugerencia, tuvieron una indemnización más rápida, y además pudieron acceder al seguro de desempleo", recuerda.

Reconoce que fue duro reinsertarse en el mercado laboral. Puso su auto en una agencia de remis y lo manejó. Con el tiempo sumó otros vehículos con chofer y se fue reacomodando a un nuevo escenario.

La universidad

En 2006, a través de "Cachi" Gutiérrez -a quien lo une una amistad desde hace muchos años-, tuvo la posibilidad de ingresar a trabajar en la Unnoba. "Empecé con Silvia Mendoza en el Programa de Educación y Promoción de la Salud de Adultos Mayores. Con ella tuvimos la satisfacción de 'fundar' el Pepsam en Pergamino. Fue una experiencia de trabajo hermosa", resalta.

Trabaja allí desde entonces, desde hace unos años a cargo de la intendencia de la Sede Pergamino. "Agradezco al equipo que trabaja en el área, todos tienen mucha iniciativa", destaca y recuerda que quien le propuso el desafío de la intendencia fue Juan Pablo Itoiz. "Tomé el ofrecimiento como un desafío para mí y lo asumí con mucho compromiso".

Un militante

Eduardo milita en política desde hace muchos años. Afiliado a la Unión Cívica Radical ancla su amor por los valores de esa fuerza política en la figura de Don Arturo Illia.

"Tengo un recuerdo imborrable de la Escuela N° 4 cuando derrocaron a Don Arturo. Las maestras lloraban y a mí me dio curiosidad. Llegué a mi casa y pregunté qué había pasado. Mi papá me explicó y me contó que Don Arturo era de Pergamino. Eso me marcó para siempre", relata. 

Por su amistad con su compañero de colegio, Guillermo Illia, comenzó a frecuentar la quinta, donde se reunían para hacer las tareas y jugar. "Un día estábamos jugando, se nos fue la pelota y la persona que nos la alcanzó fue Don Arturo. Al principio no lo reconocí, pero sabía que no era 'Morocho', el papá de Guillermo. Había conocido a Don Arturo, volví a mi casa en las nubes", relata, reviviendo esa emoción.

Su pasión por la política se forjó en esa admiración y maduró con los años bajo la bandera del radicalismo y en la sana convivencia con referentes de otras fuerzas políticas.

"La primera tarea que recuerdo como militante fue el reparto de boletas con Enrique Illia, en 1973. También los actos de los que participaba, inclusive del peronismo que gobernaba Pergamino. Además, cuando tenía 15 ó 16 años, en Pergamino Seguros me ponen a trabajar en una oficina legal. El estudio jurídico de Pergamino Seguros era de Horacio Jaunarena. El me dio un gran empujón hacia la militancia. Era concejal y me invitaba a que participara de las sesiones del Concejo Deliberante porque sabía de mi interés por la política", menciona y recuerda que el golpe de Estado interrumpió esa participación pública. "Tuve miedo, yo había colaborado con Marciano Alba y me había relacionado con el grupo que trabajaba con él, pero no me pasó nada. Yo era muy chico".

Con el regreso de la democracia fue fortaleciendo su participación. "Me interesaba la política, aunque aún no tenía tanta vinculación con el partido. Estaba la 'Multipartidaria'; recuerdo la cena a la que fui con Arnoldo Scaldaferri y Guillermo Ball Lima, creo que fui el único radical porque justo coincidió con el fallecimiento de Ricardo Balbín".

Una fuerte vocación

Vivió la militancia desde las bases y participó no solo en política sino como dirigente en espacios comunitarios. Fue integrante de la cooperadora de la Escuela N° 18, presidió la comisión de fomento de su barrio -fue el primer "hijo" del barrio en ocupar un cargo que solo estaba reservado a los jefes de familia-, fue miembro de Asociación de Comisiones de Fomento de Pergamino, integrante de la cooperadora de la sala de salud de su barrio, consejero en la Cooperativa Eléctrica y tesorero del Club Alem. También participó de la Juventud Radical, estuvo en la comisión gremial del partido, presidió el subcomité del barrio Illia, y tuvo participación sindical en la Unión Ferroviaria y en la Unnoba.

"Cuando volvió la democracia trabajé en la Municipalidad. Fue una época hermosa. Varios centros asistenciales se hicieron con gente de los barrios".

Confiesa que nunca antepuso sus intereses personales y reconoce que en un momento sintió que para "escalar y ocupar cargos, debía cambiar mi forma de ser". No estuvo dispuesto a hacerlo.

Aunque sabe que eso quizás condicionó sus posibilidades, privilegió su independencia de criterio y siguió abrazando las banderas del radicalismo con pasión. Comenta que en una oportunidad integró una lista de concejales, primero en el cuarto lugar y finalmente en el quinto a partir de negociaciones con otros sectores. "No me apadrinaba nadie y yo lo sabía. Así que, aunque estuve en un lugar expectante nunca tuve la posibilidad de asumir como concejal, algo que me hubiera gustado".

Definiéndose como "un militante", no guarda rencores. Por el contrario, sigue sintiendo que "la UCR está por encima de todo".

Su sostén

Pudo hacer todas las cosas que hizo, gracias a que siempre tuvo una familia que acompañó cada desafío. Está casado con Rosaura, y es papá de dos hijos: Horacio, casado con María Elisa y Martín, que es soltero. Es abuelo de Ursula. Cuando habla de su familia expresa una enorme gratitud por el entendimiento y la compañía y encuentra en ese núcleo afectivo "el mejor refugio". 

Apasionado del hacer, le dedica buena parte de su día a la Unnoba. Está cerca de jubilarse, aunque aspira a poder seguir "hasta que el nuevo edificio esté inaugurado".

En su tiempo libre le gusta estar en su casa del barrio Illia e interesarse por las cosas que suceden en la ciudad.

"El 80 por ciento de mi casa fue hecho por mí. Me gusta la construcción. Y también me gusta leer. Tengo muchísimas herramientas y una biblioteca con tres mil libros", afirma.

Sobre el final, habla de su padre: "Eramos muy pobres y yo veía construir nuestra casa con sus manos. Aprendí de él y de los vecinos de Atepam, el valor del esfuerzo. Era tanta la épica, fue fabuloso. Y un día me dije: 'Cómo no voy a poder yo' y levanté mi casa".

También habla de Pergamino: "Quizás porque soy capricorniano, un signo de tierra, es que tengo tanto apego a este lugar. Para mí Pergamino es mi casa y me alegro cuando veo una obra pública, estoy en cada inauguración porque entiendo que cada puente, cada calle, mejora este hogar que es el de todos", concluye, en una apreciación tanto tiene que ver con la identidad, y con su esencia.


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