Perfiles pergaminenses

Oscar Raúl Díaz: integrante de la familia ferroviaria que lleva ese oficio en el alma


Raúl Díaz las vivencias del ferrocarril en la época dorada de los trenes

Crédito: LA OPINION

Raúl Díaz, las vivencias del ferrocarril, en la época dorada de los trenes.

Tomó la vocación de su padre y la compartió con sus hermanos. Hizo su carrera en el Ferrocarril Belgrano. Vivió con profunda tristeza el cierre de los trenes y se entusiasma con la recuperación de la actividad. Además trabajó en Lucini y en una agencia de remis. Participó de la construcción del barrio Atepam, donde cumplió el sueño de la casa propia.

Oscar Raúl Díaz tiene 82 años. Nació en Pergamino y pertenece a la "familia ferroviaria". Trabajó durante muchos años en el Ferrocarril Belgrano, lo mismo que su padre y hermanos, y guarda de esa actividad el sentimiento de añoranza que comparten tantos otros que se dedicaron a lo mismo en aquellos tiempos en que por las vías pasaba el progreso.

Traza su "Perfil Pergaminense" en la tranquilidad y el silencio de su hogar. Es el encargado del edificio en el que vive desde 2012, una construcción de 12 departamentos, ubicada en el centro de la ciudad. Habla de manera pausada y calma. Además de ser ferroviario hizo otras actividades como trabajar en Lucini y más tarde, ya jubilado, manejar un remis.

"Nací en Pergamino en el año 1939, mis padres fueron Juana María Giacone y Cantalicio Díaz; ella ama de casa y él empleado del Ferrocarril Belgrano", relata en su carta de presentación y cuenta que fueron seis hermanos: "Víctor, Armando, Angela, Haydee, Horacio y yo".

"Solo quedamos Angela, que tiene 92 años, y yo", agrega, y cuenta que siempre fueron muy unidos y con varios de ellos compartió la pasión y el trabajo en el ferrocarril, en un oficio heredado de su padre. Crecieron en el barrio Trocha "entre el Ferrocarril y calle Zeballos".

Su historia laboral

Raúl inició su trayectoria laboral trabajando en una fábrica de ataúdes. "Un día se apareció mi viejo y me dijo que mi ingreso al ferrocarril estaba acordado, así que comencé como aspirante en la carrera de conducción teniendo 18 años", relata, recordando que cuando comenzó el Ferrocarril Belgrano todavía tenía servicio de pasajeros a Buenos Aires y Rosario con máquinas a vapor, además del servicio de carga.

En el año 1962 le tocó el Servicio Militar en la Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral" de Campo de Mayo. "El ferrocarril nos pagaba medio sueldo, así que en el Servicio Militar lo pasé muy bien, viajaba seguido a Pergamino en el tren del Ferrocarril Bartolomé Mitre".

Finalizada la "Colimba" y ya recibido de foguista, lo trasladaron a Tapiales, donde trabajó. "En ese tiempo yo me estaba haciendo la casa, una asistente social me ayudó mucho para volver a Pergamino. Venía 'de prestado' durante seis meses, y en ese tiempo trabajaba en el Ferrocarril y en la casa. Cuando terminé la obra, renuncié al ferrocarril", agrega.

A pesar del esfuerzo que suponía trabajar lejos de Pergamino y poder permanecer en la ciudad solo durante algunos meses para proseguir con el proyecto de la casa, rescata la experiencia adquirida en Tapiales donde, según cuenta, "ya no había máquinas a vapor sino las máquinas diesel".

"Con el maquinista que yo trabajaba aprendí mucho. La tarea ferroviaria significaba la posibilidad de formarse de manera permanente y de ir tomando contacto con avances tecnológicos importantes", destaca.

La casa propia

Cumplió el sueño de tener "la casa propia", cuando a través de un aviso publicado en el Diario tomó conocimiento de que reclutaban operarios voluntarios para nivelar el predio e iniciar la construcción de las 50 viviendas del barrio Atepam. Se presentó y quedó entre los 20 que durante tres años llevaron adelante esa tarea que comenzó en 1965 y culminó en 1968. Tuvo su casa y allí vivió con su familia y forjó vínculos entrañables con aquellos vecinos con los cuales vio nacer aquel lugar. "Vimos el barrio de cero", refiere y recuerda el modo en que nivelaron terrenos que habían pertenecido al primer matadero que hubo en Pergamino y que no tenía de antemano las condiciones propicias para una edificación de la naturaleza de un barrio: "Con un arado y caballos íbamos llevando tierra para tapar enormes pozos ciegos".

Otro camino

Tras dejar el ferrocarril ingresó a la fábrica Lucini. Allí trabajó durante 12 años en la laminación de acero. "Entré como operario y fui ascendiendo hasta más que oficial por la tarea que desarrollaba", señala y recuerda el cierre de la empresa como "una enorme pérdida para quienes trabajábamos allí y para la ciudad, porque ese lugar era un emblema".

"Como fue una quiebra fraudulenta nadie cobró un peso, así que después del cierre de la fábrica durante algunos meses me la pasé de aquí para allá, haciendo lo que se podía", refiere lamentando lo que la pérdida de esa fuente laboral representó no solo en términos económicos sino de posibilidades. "A las familias nos daban hasta los uniformes para el colegio de nuestros hijos y accedíamos a muchos beneficios como el club que habían creado".

"Luego de algunos meses malos, comencé a trabajar en el despacho de combustible en la estación de servicio de Pueyrredón y Colón, que se estaba terminando de construir", cuenta. 

La vuelta al ferrocarril

En 1984, trabajando en la estación de servicio, le pidió permiso al encargado para llamar a Buenos Aires para hablar con su hermano Horacio que era inspector nacional de ferrocarriles. Le manifestó su vocación de volver al ferrocarril. Al día siguiente recibió el telegrama para realizar sus estudios médicos en Rosario y enseguida se convertía nuevamente en "ferroviario".

"Comencé nuevamente mi carrera en el Ferrocarril Belgrano. A los dos años me mandaron a realizar los cursos de mecánica y reglamento y señales". Aprobó. Al año siguiente lo mandaron a hacer el tercer curso en Salta durante varios meses", relata rescatando de ese tiempo las mejores experiencias de trabajo y aprendizaje.

Obtuvo la clase de maquinista, algo que representó una enorme satisfacción. "Me mandaron a Rosario donde hacíamos muchos recorridos", agrega, recreando las tareas realizadas. "Me quedaba en las casas que tenía el personal de máquinas y los francos volvía a Pergamino", menciona

Más tarde consiguió el pase a Pergamino donde trabajó como maquinista en el ramal que llegaba hasta Rosario, Mercedes y el último año, a Buenos Aires. "Eran formaciones de carga", aclara.

El cierre del ferrocarril

Cuando la pregunta lo interroga sobre cómo recuerda el cierre del ferrocarril, Raúl pronuncia una sola palabra: "Llorando".

"Fue muy triste para la familia ferroviaria, algo lamentable", expresa.

En lo personal recibió una indemnización por sus años de trabajo, pero ese dinero nunca alcanzó para reparar la pérdida que esa fuente laboral significaba para alguien que llevaba el ferrocarril en la sangre y una vocación forjada en su familia. "Durante un año recibí un fondo de desempleo y después me jubilé porque tenía la edad y mis años de aportes", refiere.

El remis

Ya jubilado comenzó a trabajar en la agencia de remis Yrigoyen, una de las más importantes de la ciudad. Al principio lo hizo como chofer y más tarde manejando un auto propio, un Renault 12 que pudo comprar con mucho sacrificio y más tarde cambiar por un Duna con el que siguió trabajando. "Después volví a ser chofer, porque el Duna salió de circulación porque era de un modelo anterior al que permitían para la habilitación como remis", comenta y guarda lindos recuerdos de su tarea y del contacto con la gente, "clientes muy fieles en una época de auge de esta actividad".

Su familia

Raúl se casó en 1964 con María Isolina Cioffi, hija del jefe del Correo. Se habían conocido en la pileta a la que asistían, donde hoy funciona la pileta del Club Comunicaciones. "Nos pusimos de novios, conformamos nuestra familia y fuimos muy unidos", cuenta y menciona que hace nueve años su esposa falleció a causa de un tumor cerebral. "Fue todo muy rápido y doloroso, su partida fue una enorme pérdida", expresa con esa emoción que causan las penas profundas, esas que en lo cotidiano casi no se mencionan, pero persisten.

Desde entonces Raúl vive solo, aunque pasa gran parte de su tiempo acompañando a su hermana Angela. "Casi no estoy en casa, me ocupo de las cosas del edificio y cuando termino me voy a casa de mi hermana, almorzamos juntos, a la tarde vuelvo a merendar y la acompaño por la noche", relata.

Es un hombre que encuentra en la familia, y en la innumerable cantidad de amigos que ha cosechado a lo largo de la vida, el sostén afectivo más importante. Lo señala en la charla y cuenta que es papá de cuatro hijos: Mariana, Leonardo, Juan Manuel y María Agustina.

"Ellos están encaminados. Mariana vive en Formosa y es ama de casa. Leonardo vive en Buenos Aires y trabaja en Chevallier. Juan Manuel vive en Pergamino y María Agustina es maestra jardinera y vicedirectora. Todos son muy unidos".

"Tengo 11 nietos y cinco bisnietos. El árbol genealógico se ha agrandado mucho", menciona y siente una profunda alegría por ellos y por la posibilidad de tenerlos.

Vuelve sobre el recuerdo de su esposa cuando comenta que era muy buena compañera y una repostera increíble. "Ella había trabajado en un estudio jurídico, tenía mucha capacidad para escribir a máquina, y después se abocó al cuidado de los chicos. Fuimos siempre muy compañeros", expresa y confiesa extrañando esa complicidad de la vida compartida. "Estábamos a punto de cumplir 50 años de casados cuando falleció, faltaban solo tres meses", lamenta.

Corazón ferroviario

Sobre el final, confiesa no tener asignaturas pendientes. La construcción de su familia y su oficio ferroviario han sido los pilares de una vida que transcurrió con alegrías, tristezas, esfuerzos y recompensas, sin grandilocuencias. "No hay algo que me hubiera gustado hacer, he viajado y he vivido todo lo que estuvo a mi alcance. Hoy disfruto de los nietos y de mi familia", 

Su presente es tranquilo, con una salud que lo acompaña, camina y anda en bicicleta. Acepta con serenidad el paso del tiempo. Y no abandona su pasión por los trenes. "Los sábados al mediodía miro un programa de televisión en el que le dedican un segmento a hablar del ferrocarril"

"Me entusiasmo con todo lo que se está haciendo para recuperar los ferrocarriles. Volver a tener trenes es una realidad en muchos lugares, aquí también se están haciendo gestiones, y eso me alegra mucho. Es más, si me llaman para manejar el tren, voy", concluye mostrando que nunca se deja de ser ferroviario.


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