Perfiles pergaminenses

Mara Annan: sensibilidad, intuición y compromiso, pilares edificantes de su profesión y de su vida


Mara Annan docente de alma dueña de una historia de vida anclada en buenos valores

Crédito: LA OPINION

Mara Annan, docente de alma, dueña de una historia de vida anclada en buenos valores.

Es profesora de inglés. Ya jubilada recibe alumnos en su casa con la pasión del primer día. Dueña de un don innato para enseñar, acompañó su labor con un profundo espíritu maternal, que le permitió entender la docencia como algo más que transmitir saberes. Esposa, mamá y amiga incondicional. Resiliente y metódica, siempre que se trazó una meta la alcanzó.

Mara Annan en verdad se llama María Dolores, nombres de sus abuelas. El apodo nació en la adolescencia y muchos la llaman así, aunque afirma que tiene "otros sobrenombres" con los que se identifica porque todos nacieron del afecto de los suyos. Es profesora de inglés y dueña de una sensibilidad que la guía en cada decisión. Vive sin grandilocuencias y se emociona cuando habla de sus seres queridos y de los recorridos que la vida le propuso.

Nació en septiembre de 1963 en Pergamino. "Cuando yo tenía dos años nos establecimos en Doctor Alem, entre Echevarría y Lagos, donde vivo desde entonces", comenta confesando su profundo amor por esa casa paterna que tanto tiene que ver con su historia. 

Hija de Narcisa Martínez, bioquímica y farmacéutica; y de Héctor Annan, propietario de la tradicional tienda "La Porteña".

"Hijos de inmigrantes, mis padres siempre trabajaron mucho, nos inculcaron siempre el valor del esfuerzo. Mi mamá tuvo una farmacia con su hermana, fue la primera de Pergamino; luego un laboratorio en su casa natal; más tarde trabajó en el Hospital Ferroviario y luego en la Clínica Pergamino. Mi papá había estudiado Medicina, pero abandonó, y fue comerciante".

"Tengo tres hermanos más chicos y somos muy unidos. Héctor es óptico y vive con su familia en Maciel; Horacio es abogado y vive en Pergamino; y Ariel es médico y vive e Venado Tuerto".

La infancia, ese tiempo feliz

Mara fue al Jardín de Infantes San Antonio de Padua, en la primera promoción. Luego hizo la primaria en la Escuela Nº 22. "Mi padre nos llevaba al colegio en un Peugeot 404 verde, dejaba a mi mamá en la Clínica y él se iba a abrir el negocio". Al mediodía hacía el camino inverso. Cuando lo refiere se ve siendo esa niña que llegaba a la Clínica con el portafolio marrón que dejaba en la entrada para subir al laboratorio y abrazar a su mamá.

Debido a los tiempos laborales de sus padres en su casa siempre tuvieron personas que les brindaban apoyo en el cuidado. Mara las recuerda con gratitud. Y rescata su infancia como un tiempo feliz: "Los juegos eran en la calle, recuerdo los carnavales, el kiosco que armábamos en la vereda para vender caramelos y gaseosas, y los cumpleaños con primos y amigos".

Menciona a las familias Picarelli, Pomar, Galante, Márquez, Médici y Smilovich, entre otros vecinos entrañables.

"Si bien mamá y papá trabajaban mucho, cuando estaban nos dedicaban tiempo. La calidad por sobre la cantidad siempre ganó en la ecuación".

Cuando habla de sus padres siente una profunda emoción: "Mi papá era muy compinche y amoroso. Siempre tenía caramelos en los bolsillos, yo heredé eso. Mi mamá era muy recta, quizás menos demostrativa, pero siempre estaba muy atenta a todo".

Una adolescencia de aventuras

En su relato destaca las vivencias de su adolescencia y su paso por la Escuela Nacional de Comercio. "Tengo recuerdos preciosos", afirma.

"Iba a la división B del Colegio, con algunos compañeros nos conocíamos del jardín, la primaria o catequesis y seguimos siendo amigos desde entonces", señala y refiere que también tuvo muy buenos docentes, entre los que nombra a "'Bety' Alorda, Osvaldo Conti, 'Lola' Ricardo Martínez, 'Mrs.' Otegui, 'Pichi' Flageat, Marilú Toia de Boras".

"La rectora era la señora de Calderone, muy estricta pero buena persona. Era condición ir con dos colitas, guardapolvo blanco, medias azules hasta la rodilla y zapatos. La disciplina se hacía sentir pero la pasábamos bien", señala, mencionando también a la celadora "Quica" Tessore y a los porteros, la familia Gaitán.

"Corcho's" era su segundo hogar. La cita obligada de cada escapada del colegio y de los domingos. También era tradición el pic nic de la primavera y el ir a Fedra y Boliche, los lugares de moda. La diversión era sana y la aventura más osada era "hacerse la rata".

"Planificábamos las escapadas por teléfono y creo que desde que nuestra aula estuvo en el primer piso, pusieron rejas en las ventanas porque los días que teníamos séptima hora, nos íbamos", recuerda con picardía.

Vivió una adolescencia feliz y ganó grandes amigos. "La casa siempre estaba llena, nos reuníamos para estudiar, las compras para la merienda se hacían al por mayor porque los amigos de mis hermanos venían a mirar las telenovelas; y no podía faltar la música de Pink Floyd, Queen y Charly García".

El profesorado

Al egresar del secundario se debatió entre el deseo de estudiar locución, odontología o el profesorado de inglés. Optó por la docencia. Había aprendido el idioma desde chica, cuando su mamá la mandaba a tomar clases con la señora de Kenendy, que vivía en Alsina y Doctor Alem. "Como todos los chicos, al principio iba porque me mandaban, como también a folklore o a pintura, pero después descubrí que me gustaba el idioma y lo abracé para siempre".

"Después fui a Cultura Inglesa, donde tuve profesoras increíbles, una de ella Liliana Godenzoni", agrega.

Confiesa que desde chica apoyó a sus hermanos y desarrolló "esa parte maternal" que también la acompañó en la docencia. Tenía el don de enseñar como algo innato y también una condición maternal que se había forjado en su carácter. Eso definió el camino.

Se fue a Rosario. "Me faltaba rendir el último año en Cultura Inglesa así que cuando llegué para ingresar al Normal Nº1 no lo logré en el primer intento, pero igual me quedé y aproveché ese tiempo para tomar clases con dos profesoras. Luego de haber entrado, por distintos motivos me volví a Pergamino y como había empezado a dictarse la carrera acá, la hice en el Instituto de Formación Docente Nº 5, también en la primera promoción".

Estudiando comenzó a dar clases de manera particular y desde entonces el living de su casa se transformó en un salón y lo sigue siendo. "Cursaba a la mañana y a la tarde estudiaba y daba clases, esos fueron mis comienzos".

El Colegio San Pablo

Ya recibida fue convocada para integrar el plantel del Colegio San Pablo, en los inicios de esa institución que por entonces funcionaba en calle Moreno. Tomó el desafío con entusiasmo. "Durante seis años estuvimos ahí, conocía a la propietaria del Profesorado. Luego se mudó al lugar donde funciona actualmente y seguí allí hasta que me jubilé. Guardo los mejores recuerdos de esa comunidad educativa, de mis colegas, de los celadores, auxiliares y de los alumnos y sus familias. Trabajé durante 28 años en la institución y en paralelo di clases en institutos privados y siempre seguí en mi casa con alumnos".

Siente dicha de haber enseñado el idioma a personas de todas las edades, desde niños de un espacio maternal al que asistían sus hijos hasta adultos. "La docencia me ha dado grandes satisfacciones", refiere, ya jubilada. Hoy su profesión se despliega en ese mismo living que es aula, y la gratifica el hecho de que exalumnos la elijan como "profe" de sus hijos.

La vida familiar

Se casó con Gerardo González, a quien conoció en Corcho's. "Fue un domingo, comenzamos a hablar, nos pusimos de novios en octubre de 1984 y le propuse matrimonio años después", cuenta Mara. Y recuerda: "Estábamos en la quinta celebrando Año Nuevo y le dije 'nos casamos en reyes del año que viene' y así fue, el 6 de enero de 1989 por civil y el 7 de enero por Iglesia en la Merced".

Habla de su compañero de vida con profundo amor y admiración. Tienen dos hijos Facundo (31), que está de novio con Macarena, es chef y vive en Bariloche donde trabaja en una escuela de cocina. Y Santiago (27) que está de novio con Sol y vive en Rosario donde está estudiando la licenciatura en Marketing y Comercialización y trabaja como guardavidas tras haberse formado en la Cruz Roja.

"Ambos han tomado de mi la veta pedagógica y la despliegan, aman lo que hacen, quizás porque los chicos más que escuchar a los padres los miran, y eso que ven lo toman y en algún momento, aflora", reflexiona, sintiendo que esa valoración positiva de los hijos es la llave que los padres tienen para abrirles las puertas de un buen destino y obtener la mayor recompensa.

Tomar nuevos desafíos

Cuando cumplió sus 40 años, descubrió los deportes y dio un vuelco en su vida. Comenzó a ir al gimnasio y a hacer "trekking". Su primera experiencia fue en el Cerro Champaqui y aunque en esa ocasión no pudo hacer cumbre, conoció a Patricia Duif, quien desde entonces es su "hermana de la vida". 

Practica yoga y Pilates. Ama la jardinería, los desayunos y las meriendas prolongadas, esas que se abren a la buena conversación. Está tomando un curso de computación, herramienta que le sirve para la virtualidad que le propone la docencia, y tiene alumnos de otras geografías. También le gusta viajar y otro de sus sueños cumplidos fue ir a Inglaterra para estudiar. Lo hizo en un grupo y allí conoció a "las Gabrielas", amigas con las que estableció un vínculo que las transforma en familia. En el inventario de sus afectos tiene innumerable cantidad de amigos y sabe que sería imposible nombrarlos a todos. "Ellos saben quiénes son", afirma y se reserva un lugar para mencionar a personas que la han ayudado en distintos momentos de la vida, entre ellas Isabel, Rosa y Ester; y también a exalumnas que son verdaderas amigas. 

El lado bueno

La confianza es un atributo que valora y cultiva. Es una mujer resiliente que siempre se queda con el lado bueno de las cosas. "Hay dolores que, aunque uno no quiera decirlos se reflejan, dolores corporales y de la vida", expresa. Pero no se detiene en el pesar, más bien se enfoca en la esperanza. Por una recomendación de salud, comenzó a ir a la pileta y eso la acerca a resolver una asignatura pendiente "perderle el miedo al agua y aprender a nadar". Por lo demás, afirma que la vida la ha tratado bien y ansía cuando llegue el momento, ser abuela. Se prepara para ello mimando a "nietos postizos" que son los hijos y nietos de sus amigas.  

Agradecida a Dios por tantas bendiciones, transita el presente disfrutando en la certeza de que si volviera a nacer "tomaría el mismo camino", ese por el cual la llevaron sus sueños.


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