Perfiles pergaminenses

Miguel Angel "Baby" Colángelo, un grande del fútbol y de la vida


“Baby” Colngelo un querido referente que jugando y dirigiendo desplegó su talento

Crédito: LA OPINION

“Baby” Colángelo, un querido referente que jugando y dirigiendo desplegó su talento.

A los 15 años se fue a probar a Independiente, donde jugó varios años. También lo hizo en Estudiantes y en la mayoría de los clubes locales. Hincha de su amado Racing, aprendió de importantes referentes y capitalizó con humildad cada experiencia para hacerse rico en vivencias como jugador y técnico. Su perfil recrea una época dorada que honró con su talento.

Su nombre es Miguel Angel Colángelo pero todos lo conocen por "Baby". Así comenzó a llamarlo su hermano cuando él nació y desde entonces adoptó ese apodo para siempre. "Es uno de esos clásicos donde el sobrenombre supera al nombre y ahora lo heredó mi hijo", afirma apenas se inicia la entrevista. Es un conocido exponente del mundo del fútbol, que jugó en clubes grandes y, sin embargo, tiene la humildad de los que de verdad saben. Nació en Manuel Ocampo, pueblo donde vivió hasta los 6 años y lugar donde conserva amistades entrañables.  

Sus padres fueron Antonio Colángelo y Felisa Berardi; él era el comisionista del pueblo y ella, ama de casa. El fallecimiento temprano y repentino de su padre, a los 44 años, marcó su infancia. Cuando eso ocurrió hacía poco tiempo que se habían mudado a Pergamino. "Baby" iba a la Escuela Nº 1 y tenía 8 años. Su mamá instaló un negocio de mercería, juguetería, bazar y kiosco en el garage de la casa en calle Castelli y Monteagudo y esa actividad les dio la subsistencia. Antes, habían vivido en una propiedad de su tía materna en Florida entre Monteagudo y Colón; y luego, un tiempo en Sarratea y San Lorenzo.

"En el año 1955 nos mudamos a nuestra casa. Mi padre había dejado las comisiones y era taxista en la parada de 9 de Julio y avenida, donde estaba la pizzería de Castro y Paz. A los pocos meses falleció. En un viaje a El Socorro se descompensó manejando", relata. 

Su primer empleo y el fútbol

Al terminar la primaria, de la mano de su amigo Juan Miguel Echecopar ingresó a trabajar en la Optica Martín. Tenía 13 años. A los 15 se fue a Buenos Aires a probarse en Independiente, club para el que jugó durante casi cinco años. Más tarde jugó en Estudiantes de La Plata. "También jugué en Merlo, y más tarde en Sarmiento de Junín".

En esa época, la decisión de irse a jugar a "clubes grandes" no era fácil de tomar. En su caso, fue meteórico: "Estaba trabajando en la óptica, con Juan y Omar Casenave nos turnábamos para barrer la vereda. Al lado estaba la zapatería 'La Uruguaya', donde trabajaba 'el Toro' Mansilla, un gran amigo. Un día pasó Dante Mírcoli que había quedado en Independiente y nos comentó que iban a probar a otros jugadores. Me pasó el contacto, y un día martes estaba viajando en tren con Raúl Digilio, gracias a unos boletos que su tío nos había conseguido". 

"Llegamos, hice la prueba, me sacaron de la cancha, pensé que no quedaba. Osvaldo Diez, que era el coordinador, me preguntó por mi pase y si lo podía conseguir", prosigue y menciona que Tráfico's, donde jugaba, de inmediato se lo facilitó. "El viernes volví a viajar, fui a la AFA a firmar y al día siguiente jugué contra Quilmes. El segundo partido fue contra Boca en La Bombonera. Me parecía un sueño".

Jugó en varias categorías acordes a su edad y llegó a reserva. La defensa fue su posición y su desempeño como marcador central quedó inscripto en la historia. Hincha de Racing, hubiera podido ingresar al club, pero Juan Echecopar lo convocó para irse a Estudiantes. Se mudó a La Plata, pero al tiempo "por esas cosas que tiene el fútbol, tres de nosotros quedamos afuera".

"Navarro, que era capitán de Independiente y estaba en la Selección argentina, me invitó para ir a Estados Unidos, pero al tramitar la visa me la rechazaron porque había pedido prórroga en el Servicio Militar", señala y comenta que ese trámite fallido le invalidó la idea de jugar en el exterior. La vida y su carrera deportiva fueron llevándolo por otro camino. "Me incorporé a jugar en Sarmiento de Junín y cumplí con la obligación del servicio militar. Empecé a venir a Pergamino más seguido, me puse de novio con quien fue mi esposa y el proyecto de irme al exterior ya fue quedando atrás".

Trae a la charla el recuerdo del día en que su madre, que era del rojo, fue a verlo jugar: "Perdimos 5 a 1 contra Vélez, me tocó marcar a Carlos Bianchi que ya era un goleador. Yo estaba compungido y, con mucha sabiduría, mi madre me dijo: 'Hijo, el resultado es lo de menos. Conocí la cancha de Independiente y te vi jugar con esa camiseta'. Eso me tranquilizó". 

La pasión por el fútbol acompaña a "Baby" desde siempre. De chico jugaban en la plaza que estaba donde hoy funciona el Cuartel de Bomberos y en los terrenos baldíos del barrio que eran "los potreros". Allí estaban los amigos de la infancia y los de siempre.

En Pergamino, una nutrida trayectoria

Cuando recibió una muy buena oferta para jugar en el Club Sports, regresó a Pergamino. Jugó en distintos clubes hasta los 29 años en que una lesión lo sacó de las canchas. "Jugué para varios clubes, le había prometido a Rodolfo D'Anna, que era el delegado de Manuel Ocampo, que iba a jugar allá, lo hice y de hecho el último partido que jugué fue para Ocampo", menciona.

Cuando dejó de jugar la Liga de Futbol lo convocó para dirigir la Selección de Pergamino, desafío que tomó con entusiasmo. "En esa época se hacían los torneos argentinos; yo había jugado en una buena campaña, me conocían y sabían lo que había aprendido jugando afuera", refiere.

 "Después Ocampo me habló para dirigir en el año 1978. Traje a 'El Chango' Cárdenas -el autor del gol más visto del fútbol argentino- y por su intermedio a Balbuena y Vieytes, que habían sido jugadores de selección porque ese año se había incorporado Lucini con un plantel de muy buenos profesionales y había que competir. En ese tiempo, el que manejaba el fútbol era José Luis Forcat que se dedicaba a la venta de maquinarias agrícolas, y con quien trabajé en ese rubro", comenta.

El derrotero por distintos clubes fue amplio, y eso le dejó un reconocimiento que valora.

Su familia y una dura pérdida

Se casó con María Cristina Solari. Tuvieron dos hijos: María Cecilia, casada con Cristian Fernández; y Santiago, que está en pareja con Julieta Merlo. Se habían conocido de chicos en el barrio, cuando decidieron casarse compraron el terreno para construir la casa y con un crédito del Banco Provincia pudieron cumplir ese sueño. "Baby" cuenta que el fútbol medió para lograr ese préstamo, porque se otorgaban muy pocos y había muchos postulantes. "Cuando fui a pedirlo, quien estaba a cargo de la gerencia era Zárate, un jugador con el que había compartido la cancha; ese encuentro del fútbol me facilitó la aprobación de la carpeta".

"Cuando conformamos nuestra familia, además del fútbol, empecé a agregar otras actividades laborales. Trabajé en Transporte Vidal y también en Eslabón y en el rubro de las maquinarias agrícolas y tuvimos comercio. Con mucho esfuerzo y acompañándonos, progresamos", señala. 

Hace siete años el fallecimiento de su esposa significó un duro golpe. Otra vez ocurría en su familia una muerte repentina. Antes había perdido a su hermano Raúl: "En la adolescencia como yo estaba en Buenos Aires no habíamos podido disfrutarnos, pero ya de grandes con él habíamos podido armar una sociedad. Teníamos un local de venta por mayor y menor de galletitas en Merced y Castelli. El además era supervisor de Valente y viajando tuvo un accidente en el que perdió la vida a los 42 años", relata. 

Su esposa gozaba de buena salud, tenía una peluquería. También tenían una tienda y polirrubro. "Había comenzado con una tos, la llevamos a hacer un estudio, se descompensó y ya no salió. Nunca tuvimos un diagnóstico certero, solo nos dijeron que un pulmón había desaparecido en una noche", cuenta, aún conmovido. "Fue una esposa y madre increíble, nos faltaban seis meses para cumplir 40 años de casados cuando murió. Fue muy duro", resalta.

Al enviudar sus hijos fueron un pilar y también sus nietos Victorio (9) y Lucila (5). Meses después del fallecimiento de su esposa cerró el negocio. "Lo tuve abierto exactamente durante 20 años, abrimos el 17 de octubre de 1995 y lo cerré el mismo día de 2015". No tiene actividad laboral desde entonces, salvo lo que sigue haciendo en el fútbol, ahora dirigiendo a un grupo de padres del Colegio Marista, un desafío que le devolvió "años de vida". Entrenan en el exComplejo Toro y se reúnen cada viernes a compartir una cena porque "ahí se forja la verdadera amistad, en la cancha se juega".

Sigue a "La Academia". Sale a caminar todos los días por el terraplén y cuida su salud. No tiene asignaturas pendientes. En el fútbol quizás le hubiera gustado "dar ese salto final" que lo hubiera llevado a otro nivel. Y en lo personal es agradecido porque "teniendo solo sexto grado la vida me dio más de lo que hubiera podido esperar. Algo debo haber hecho bien".

Una llave que le abrió puertas

Mucho de lo que tiene en su equipaje se lo debe al fútbol: "Siempre fue una llave y en los lugares más impensados me encontré con gente que me conocía, en vacaciones, haciendo trámites. Y la máxima fue hace unos años en el exterior. Tuve la posibilidad de acompañar a una amiga a Estados Unidos, y el hombre que nos iba a trasladar de Miami a Orlando era uruguayo. Comenzamos a hablar de fútbol. Y coincidió que su hermano había jugado conmigo. Nos comunicamos y efectivamente nos conocíamos. Su hermano nos acompañó mucho en nuestra estadía y nos trató como si fuéramos familia. Eso tiene el fútbol".

"En lo personal las gratificaciones han sido inmensas. El año pasado el único grupo de fútbol infantil que dirigí -chicos de las categorías 74 y 75 de Sports- me convocó para entregarme un trofeo. Los preparé para un torneo provincial en el que salimos campeones y desde entonces cada Navidad se reúnen a jugar un partido y compartir un almuerzo. El granito de arena que yo pude haber puesto, fue el pilar de esa amistad que mantienen".

Grandes aprendizajes

Es parte de una generación que vivió el paso por el deporte con humildad. "Hoy el jugador no empezó a jugar en Primera y ya tiene un auto importado. En nuestra época los muchachos de la Primera venían a practicar en colectivo".

Tomó al pie de la letra cada aprendizaje. "En Independiente tuve el privilegio de tener como técnico a Vicente de la Mata, uno de los mejores jugadores de argentina. El nos inculcaba el gusto por el buen futbol. Nos decía que la pelota era la novia del jugador, que había que acariciarla, tratarla bien porque si no se iba con otro. Esa fue una enseñanza que me sirvió jugando y dirigiendo".

Hoy cada vez que llega para dirigir al grupo que prepara, siente el privilegio de seguir cerca de "ese primer amor", conectado con la pasión y con ese chico que hace muchos años descubrió su vocación en el potrero: "Debería pagarles por la oportunidad que me dieron de seguir jugando con ese juguete que fue el único que tuve de niño", concluye, agradecido.


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