Perfiles pergaminenses

Carlos de Simone, una vida sostenida en los buenos valores


Carlos De Simone hizo un recorrido por su historia de vida en dilogo con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Carlos De Simone, hizo un recorrido por su historia de vida en diálogo con LA OPINION.

En 1980 inauguró el negocio de venta de materiales eléctricos que se transformó en la actividad que le permitió disfrutar de una de sus pasiones: el trato con la gente. Conformó su familia, dedicó tiempo a su gusto por el automovilismo pero también para participar de la vida comunitaria en el seno de algunos espacios. A días de cumplir 81 años celebra y agradece a Dios.

Carlos De Simone nació en Arroyo Dulce, Partido de Salto, pero vive en Pergamino desde su primera infancia. Sus padres se instalaron aquí y este fue el lugar donde transcurrió la vida. El martes cumplirá 81 años, tiempo que marca el calendario pero que no se nota en su jovialidad. 

Su padre, italiano, se llamaba Donato y su madre, hija de italianos, Josefa Atilio. "Nosotros fuimos cuatro, fallecieron Norma y Ricardo; y mi hermana María Angélica vive. Yo fui el mayor", cuenta en la entrevista que se realiza en una pausa de la rutina laboral que aún lo tiene en actividad, aunque no ya con el apremio ni las demandas de otros tiempos. "Nos dedicamos a la venta de materiales eléctricos, pero desde hace unos años quien está al frente del negocio es mi hijo menor, pero yo sigo atendiendo sobre todo por la tarde", refiere mientras espera la llegada de un viajante.

Creció en una familia de raíces inmigrantes que, como tantas, hizo culto del trabajo como pilar del progreso y ese fue el valor que transmitió a sus hijos. "Mis padres al principio trabajaban en el campo y después tuvieron horno de ladrillos", cuenta y menciona que cuando se mudaron a Pergamino se establecieron en calle Honduras "al fondo".

Hizo la primaria en la Escuela Nº 17 y luego cursó dos años en el Colegio Industrial. "No seguí estudiando porque comencé a trabajar, primero en el horno de ladrillos y más tarde ya abriendo mi propio camino", señala.

Aunque siempre le gustó salir y confiesa que se hizo "en la calle", también reconoce que el hecho de tener que trabajar desde chico y las responsabilidades que eso suponía lo mantuvieron lejos de la noche. "Nunca fui de ir a bailar, la diversión era reunirse con amigos, cuando se podía salir a cenar, nuestra juventud era muy sana", agrega.

En la Cooperativa

Durante 18 años trabajó en la Unión de Cooperativas Rurales de Electricidad, una actividad que le representó significativos aprendizajes. 

"Accidentalmente di con un hombre que estaba en un proyecto de electrificación rural y tuve la posibilidad de sumarme para trabajar en eso", comenta. "En ese entonces en el campo no había ni un poste plantado y la mayoría de los pueblos no tenía electricidad", apunta.

"Me entusiasmó esa oportunidad laboral. Trabajé durante muchos años como empleado de la Cooperativa, cubriendo una amplia zona que iba de San Nicolás hasta Mariano H. Alfonzo", añade, recordando las instancias de esa tarea que le permitió presenciar en primera persona el progreso y la transformación que el tendido eléctrico generaba en la zona rural de la región: "Había pueblos que directamente no tenían luz; algunos, los más grandes, tenían usinas propias que les permitían tener servicio durante tres o cuatro horas por la noche, pero durante el día no".

Recuerda con precisión cada localidad o paraje que recorrió. También el sacrificio que implicaba viajar todos los días: "Tomábamos el colectivo en la vieja Terminal de Omnibus para llegar a Guerrico donde funcionaba la cooperativa. Y los fines de semana si había algún problema, teníamos que salir para solucionar el inconveniente".

El negocio

En paralelo a su trabajo en la Cooperativa y siempre pensando en forjar un porvenir para los suyos, instaló el negocio dedicado a la venta de materiales eléctricos. "Al principio realizaba las dos actividades, pero en un momento tuve que decidir si me quedaba en la Cooperativa o me abocaba de lleno al negocio. Me quedé con la actividad comercial y fue una muy buena decisión que tomé gracias a Antonio Argento, que fue quien construyó el local cuando construimos esta casa".

"Inauguramos el 11 de abril de 1980 y trabajamos ininterrumpidamente desde entonces", señala destacando la fidelidad de su clientela.

Desde hace unos años el responsable del negocio es uno de sus hijos. "Yo vengo por la tarde y disfruto como el primer día del trato con la gente", añade. 

Su familia, el pilar

Familiero, escorpiano, sociable y de buen carácter, Carlos está casado con Blanca Amas, docente jubilada. "El destino me cruzó en el camino con una buena compañera que siempre me acompañó en todo", resalta cuando la menciona. 

Se conocieron casi por casualidad: "Yo trabajaba en calle Italia y ella era docente, vivía a la vuelta, y yo la veía cuando ella pasaba. Fue así que nos conocimos, estuvimos 13 meses de novios y luego nos casamos. En febrero se cumplirán 50 años de nuestro matrimonio".

Tienen dos hijos: Carlos Javier que es ingeniero agrónomo y es soltero; y Darío Sebastián que es ingeniero electrónico y está casado con Luciana Sánchez.

Es abuelo de tres nietas: Isabella (11), Donatella (10) y Emanuela (6). "Son el sol que nos ilumina el camino de la vida", expresa con la dicha de poder disfrutarlas a pleno.

"Le agradezco mucho a Dios por la familia que tengo", dice y se confiesa dueño de una fe católica que profesa. "Siempre estuvimos muy cerca de Juanito Cabrera que estaba en la Parroquia del Perpetuo Socorro, así que esa era nuestra comunidad religiosa. Después él dejó el sacerdocio, así que hoy colaboramos con la Granja San Camilo y participamos de la misa ahí".

Otras pasiones

Siempre predispuesto a participar de distintas actividades sociales, es integrante de la filial local del Club River Plate. "He sido miembro de la comisión y siempre participé mucho. Tuvimos la posibilidad de ver nacer a esta entidad, cuando se construyó la sede, y de compartir tiempo y muchas vivencias con muy buenas personas", destaca.

"También participé de la subcomisión de Fútbol del Club Argentino, cuando uno de mis hijos jugaba, y allí compartí muy buenas experiencias", agrega.

Amante del automovilismo, participó de la Auto Peña Ciudad de Pergamino. "Siempre estuve cerca de los coches, acompañando", refiere y menciona que especialmente en las peñas de Raúl Sinelli encontró el espacio donde desplegar su pasión: "Nos reuníamos un miércoles en Pergamino y al miércoles siguiente en Urquiza, en el taller de Solmi, donde se preparaba el auto. Eran encuentros gastronómicos con un grupo humano excelente".

"Siempre me gustó ir a las carreras, he viajado mucho siguiendo mi pasión por los fierros. He ido a los autódromos de Mar del Plata, 9 de Julio, Carlos Casares, Córdoba", detalla.

"La pasión por los coches es algo que nace y se siente intensamente", afirma agradeciendo el acompañamiento que tuvo por parte de su familia. "Siempre fueron incondicionales y lo siguen siendo, salvo que yo soy hincha de Ford y los chicos me salieron hinchas de Chevrolet; no pasó lo mismo con el fútbol donde ambos son de River como yo", cuenta.

La mejor recompensa

Destaca que siempre tuvo la fortuna de cruzarse en la vida con "buena gente". Eso le ha dado la posibilidad de establecer en distintos ámbitos vínculos perdurables.

"Tengo amigos que son verdaderos hermanos del corazón a los que aprecio muchísimo", resalta y al momento de ponerle nombre propio a ese sentimiento, sabe que la memoria le jugará una mala pasada y que seguramente olvidará a algunos. "Igualmente sabrán perdonarme, ellos saben lo que representan en mi vida", expresa y menciona, entre otros a "Hugo Dinardo, Conrado Grieshaber -su mamá me cobijó mucho cuando yo perdí a la mía- 'Pelacho' Calderó, Mario Conti, Carlos Del Piano y Fernando Chavero".

"Otros grandes amigos fueron 'Coca'- que aunque era un varón lo apodábamos así- y su señora María Jorge, que tenían un restaurante en Pergamino al que íbamos a comer cuando trabajando nos tocaba quedarnos acá", añade.

El afecto cultivado en distintos ámbitos es su mejor recompensa. "También tengo muy buenos vecinos, eso no tiene precio", sostiene este hombre que confiesa que le gusta la gente. Eso queda de manifiesto en la sensibilidad con la que rescata el lado humano de las cosas. "Me encanta la gente, para estar solo, ya habrá tiempo", exclama.

La experiencia del Covid

Cuando no está trabajando le gusta pasear. "Si se puede me gusta viajar, la pandemia realmente nos ha frenado bastante. Tanto mi esposa como yo tuvimos Covid-19. Ahora por suerte estamos recuperados, pero igual nos cuidamos mucho", refiere. 

"Realmente es un virus complicado. Por eso les digo a todos que se quieran, se cuiden y no minimicen esta enfermedad que te deja secuelas de las que cuesta reponerse", agrega.

Pergamino, su lugar

Sin dudarlo afirma que Pergamino es su lugar en el mundo. No hay ningún otro en el que se sienta "en casa".

Dueño de esa pertenencia, disfruta de los lugares y de la gente. Y acepta el paso del tiempo con la serenidad de aquellos que han aprendido de cada una de las circunstancias que le presentó la vida. "Realmente el dolor más grande que llevo es el de haber perdido a mi madre tan tempranamente. Sentí que me quedé solo".

Su madre falleció en el año 1965 a los 56 años a causa de un cuadro de cirrosis que sufrió sin haber tomado jamás una gota de alcohol. Carlos la recuerda con un amor inmenso y a pesar del paso del tiempo y de una vida que se le presentó feliz, algo en la mirada se nubla cuando recrea esa sensación de orfandad que solo pueden comprender aquellos que han atravesado igual pérdida. "Nada te devuelve a tu mamá y nada vuelve a ser de la misma manera. Cuando escucho que la gente reniega por alguna persona mayor, siempre les digo que agradezcan la suerte de poder tener una madre a quien llevarle un vaso de agua, yo solo puedo llevar flores al cementerio", reflexiona.

El futuro

Sobre el final cuando el camino de la charla lo invita a imaginar el futuro, todas sus apreciaciones son de disfrute y tienen como común denominador la cercanía de los suyos: "Deseo que la pandemia por fin termine y podamos salir a disfrutar del mundo que nos rodea". 

"Soy muy feliz cuando puedo andar libremente", agrega, refiriendo que en esta etapa de la vida cada uno de los proyectos personales que alguna vez tuvo están realizados. "A esta altura uno solo piensa en el bienestar de los hijos y los nietos". La mirada de Carlos está puesta en ellos, como quien no puede pedirle a la vida nada más de lo mucho que le ha dado.


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