Cultura y Espectáculos

Daniel Ruiz Rubini: "Voy buscando una poesía cada vez más despojada"


“El taller de lectura me permite ponerme en el otro lugar del circuito literario”

Crédito: LA OPINION

“El taller de lectura me permite ponerme en el otro lugar del circuito literario”.

A pocas horas de presentar su último poemario, "El libro de Guillermo", el autor confesó a LA OPINION que la primera vez que escribió una pieza fue unos días después de la muerte de su abuela paterna y ese poema fue dedicado a ella. "Mi abuela Gados fue esencial para mí", dijo. El acto será hoy en la Biblioteca "Doctor Joaquín Menéndez".

El escritor nicoleño Daniel Ruiz Rubini, que desde 1998 reside en Pergamino, donde ha desarrollado la mayor parte de su labor docente y literaria, presentará su nuevo poemario titulado "El libro de Guillermo".

El acto será hoy a las 19:00, en el auditorio de la Biblioteca Pública Municipal "Doctor Joaquín Menéndez", de avenida Colón y Mitre. 

En la ocasión se contará con la participación de la escritora y crítica italiana Silvia Favaretto y del director de Mascarón de Proa, Darío Falconi, mientras que la docente y escritora Melina Sánchez tendrá a su cargo el análisis de la obra. 

Posteriormente habrá una lectura de poemas en las voces de los actores Pamela Lombari y "Neme" Carenzo, y se finalizará con las palabras del autor y la firma de ejemplares.

En diálogo con LA OPINION el autor, que lleva publicados siete libros (una novela y seis poemarios), explicó que el título "El libro de Guillermo" se debe a que "el poemario está atravesado por la figura de Guillermo, que es lo que habitualmente llamamos apóstrofe lírico, es decir el destinatario, un interlocutor con el que uno se permite hablar de los temas que trata el libro: el oficio de la poesía, la historia familiar, la historia colectiva como un territorio de violencia, la proximidad de la vejez, la muerte".

-¿Cuándo escribiste tu primera poesía y por qué?

-En 1982, o sea que estoy cercano a cumplir 40 años con la poesía. La primera vez que escribí fue unos días después de la muerte de mi abuela paterna y ese poema estaba dedicado a ella. Mi abuela Gados fue esencial para mí. Estaba ciega y todos los domingos nos juntaba a todos sus nietos en su dormitorio y nos contaba cuentos y poesías populares de su España natal. Nos cantaba. Nos relataba historias. Incluso en uno de los poemas de este libro digo que ella sigue apareciéndose en la casa y deja historias inconclusas para que amasemos el pan de las palabras.

-¿Cuáles fueron tus primeras lecturas poéticas y qué autores te influyeron?

-Neruda, Pedroni, Antonio Porchia, Alfonsina Storni, Idea Vilariño, Miguel Hernández, Blas de Otero, García Lorca, Pedro Salinas. Después tuve dos grandes revelaciones: Alejandra Pizarnik y Edna Pozzi. Cada una con su estilo, con temáticas diferentes, pero ambas me siguen sorprendiendo y emocionando, por eso mis talleres llevan sus nombres. Y la lista es inmensa: Salvatore Quasimodo, Odiseo Elytis, Alberto Lagunas, Olga Orozco, Atilio Castelpoggi, y de los poetas de hoy: Claudia Tejeda, Raquel Fernández, Gustavo Tisocco, Daniel Tomás Quintana. Son muchísimos.

-¿Cómo definirías a tu poesía?

-Es difícil responder a eso. Creo que es una poesía muy íntima, muy vinculada con lo que me pasa, lo que vivo, lo que siento. Hasta cuando trato cuestiones sociales o hablo de personajes históricos o de seres y situaciones que en apariencia me son ajenas. Y en cuanto a las formas, voy buscando una poesía cada vez más despojada, esa poesía desnuda de la que hablaba Juan Ramón Jiménez.

-Actualmente estás a cargo del Taller Literario "Alejandra Pizarnik" y del Taller de Lectura "Edna Pozzi", ¿cómo complementás las tareas de coordinador y escritor?

-Cuando tenía 18 años hice taller literario con Ana María Rodríguez Francia, que es oriunda de Pergamino pero que vive en San Nicolás desde hace muchísimos años. De ella aprendí el amor y el respeto por las palabras. El taller de escritura debe servir para orientar, acompañar, dar lineamientos, permitir que los talleristas se expresen y que construyan un decir propio. Pero fundamentalmente el taller debe enseñar a amar el oficio, a que uno sepa que sentarse a escribir y poder expresarse es un privilegio, pero que ese privilegio conlleva un compromiso con uno mismo, con los lectores y con la literatura.

El taller de lectura me permite ponerme en el otro lugar del circuito literario, que es el de lector, el de quien disfruta un texto. Y como a todos nos gusta compartir lo que nos hace felices, la lectura se convierte en un vehículo de socialización. Somos un grupo de amigos que nos sentamos a hablar de lo que leímos, a comentarlo, a enriquecer nuestras opiniones, nuestras percepciones, y también a vincularnos, a conocer a otras personas que tienen los mismos gustos.


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