Perfiles pergaminenses

Héctor "Chulengo" Riera, panadero y dirigente comprometido con Pergamino


Héctor Riera una vida dedicada a la dirigencia y a la panadería

Crédito: LA OPINION

Héctor Riera, una vida dedicada a la dirigencia y a la panadería.

Hoy es vicepresidente de la Liga de Fútbol de Pergamino, entidad que presidió y de la que es parte desde hace más de 50 años. Conocido por su carácter y por su labor comunitaria, dirigió en varios equipos. Continuó el oficio de su padre y hoy lo acompañan sus hijos. Reinventándose, hizo de la panadería familiar y sus productos un emblema de la ciudad.

Héctor Hugo Riera nació en Pergamino el 25 de mayo de 1951. Su trayectoria pública es conocida tanto por su oficio de panadero como por su tarea como dirigente deportivo. Conocido más por su apodo que por su nombre, con el devenir de la vida "Chulengo", sobrenombre que adoptó siendo niño por una palabra que no sabía pronunciar bien, se transformó en la llave que le abrió muchas puertas y en "una especie de sello personal" que define a un hombre de palabra predispuesto a participar de la vida de su comunidad, llevando consigo su carácter y sus valores. "Si digo mi apellido me piden el documento, en cambio, si me presento por mi apodo, me dan cualquier cosa".

Sus padres fueron Ramón Riera y Margarita Bellagamba. De ellos tomó la cultura del trabajo y aprendió que la generosidad es una condición innata que hace de la solidaridad un modo de vida. "Mi padre fue el gordo más bueno que dio la historia del mundo. Hijo de un español, Laureano Riera, que fundó la panadería que él continuó. Y mi madre fue una persona noble, que con un amor incondicional crió a 17 chicos, algunos de ellos primos nuestros, que estuvieron con ella hasta que se fueron casando", cuenta.

Tiene un hermano mayor, José Luis Riera, ingeniero químico que vive en Salta y es papá de tres hijos. "Crecimos en la panadería que funcionaba en este mismo lugar en el que estamos sentados", refiere en la intimidad de su casa ubicada en avenida Rocha. El barrio era distinto en su infancia. "De Dorrego hacia el Arroyo las calles eran de tierra y había grandes zanjones, las puertas de las casas vivían abiertas y crecíamos jugando en la calle".

"La Panadería Riera era la casa del barrio. Mi papá llegó a tener más de 100 libretas (las del fiado) y para todos era el 'tío Ramón'. Mi mamá tenía una bondad infinita".

Un panadero

Fue a la Escuela Nº 6, a cuadras de su casa, y luego hizo tres años en el Colegio Nacional. "Teniendo 12 años ya ayudaba a mi mamá en el negocio y a los 15 comencé a trabajar en la panadería, en una época en la que el pan se amasaba y cortaba a mano. A los 23 años me hice cargo de la panadería y ahí transcurrió toda mi vida, pasando momentos muy buenos y muy malos". Comenta que "con la revolución productiva de Carlos Menem" se fundió y tuvo que cerrar y que tiempo después abrió la panadería en otro lado. "Recién después de varios años volví y hoy tengo los dos negocios, la panadería en bulevar Paraguay y el salón de venta de pan y cafetería en Rocha. También tenemos reventa y llevamos el pan a almacenes y supermercados".

Seguir el oficio de su padre lo transformó en "un panadero" y le mostró el sacrificio de trabajar de noche. Como recompensa, le dio el trato siempre entrañable con la gente. "Siempre me reconfortó el trato con los clientes. En algunas épocas entraban a la panadería más de 400 personas, la Panadería Riera siempre fue un lugar de puertas abiertas".

Un hombre solidario

Asegura que heredó la actitud solidaria de su padre. Recuerda que en la inundación de 1995 en la cuadra de elaboración de la panadería había casi 100 personas tomando mate cocido con facturas y menciona que en los días subsiguientes elaboró pan y facturas con toda la harina que tenía en stock para repartir entre los vecinos afectados por esa tragedia que dejó huellas profundas en la vida de la ciudad. "Siempre que puedo ayudo a la gente, a diario en el negocio nunca son menos de 30 personas las que llegan pidiendo y siempre se van con algo", señala.

Dirigente del fútbol

En lo deportivo, como el físico no le permitió ser futbolista, la vida lo llevó por el camino de la dirigencia.

Jugó en las inferiores de Compañía y el resto de su carrera fue al servicio del deporte. Su primo Esteban, que manejaba el fútbol de Sports, y su tío "Coco", que era el técnico, lo convocaron para dar sus primeros pasos como dirigente en esa institución. En 1971 fue a la Liga de Futbol representando al club como delegado y tuvo que esperar a cumplir sus 21 años para que esa participación pudiera ser formal. "Tengo una concurrencia en la Liga de Futbol de 51 años", afirma con el orgullo.

Como técnico dirigió la tercera de Sports y más tarde la primera división. Y durante casi 10 años fue técnico de la selección de Pergamino. "El logro más grande fue cuando salimos campeones de la provincia con la selección en Azul". Recuerda con memoria prodigiosa la formación de aquel equipo y enumera nombres y apellidos, como si los estuviera viendo jugar. También selecciones anteriores con las que cosechó enormes satisfacciones. "Haber dirigido a la selección que salió campeona fue quizás el logro más emblemático porque era representar a Pergamino", resalta y confiesa que le produce una enorme gratificación el hecho de haber podido dirigir a jugadores que más tarde fueron grandes exponentes del fútbol.

También fue técnico del Club Provincial, institución de la que fue vicepresidente y presidente. Además dirigió en Alfonzo. "En el año 1995 como técnico de Sports salimos campeones", señala y refiere que al año siguiente fue electo presidente de la Liga de Fútbol, entidad de la que hoy es vicepresidente. "En una oportunidad que Sports había quedado acéfalo, me hice cargo por dos años y luego volví para la Liga y tuve la tremenda suerte de ser representante de la orovincia en la Asociación del Fútbol Argentino y desde hace tres soy asambleísta de AFA representando a la provincia de Buenos Aires y a la provincia de La Pampa; represento a 64 ligas en AFA". 

"La Liga de Fútbol de Pergamino tiene 106 años y fui la persona que durante más años fue honrado con la presidencia", afirma con orgullo. "Hay una foto en la que estamos 31 personas integrantes de la comisión, y hoy quedo yo solo. Eso es lo que tiene el paso del tiempo".

De la mano de grandes

"Tuve la suerte de criarme con Lorenzo Trebino, Pedro Colabella, Pedro Ratto, Leandro Laguía, Miguel Morales, Eros Vázquez, que fueron próceres de la dirigencia. Yo me crié con esa gente y ese fue un orgullo muy grande", destaca. En la misma línea hace referencia al Círculo Trincavelli que funcionó durante más de 50 años: "Ese espacio reunía a altos directivos que hubo en Pergamino y con poco más de 20 años, yo era el único pibe que estaba entre ellos. De esas experiencias se aprende".

Reconoce que a lo largo de los años supo cosechar amistad con dirigentes de todos los clubes. La rivalidad siempre quedó confinada a los encuentros deportivos. En la vida siempre rindió culto a la amistad y no tiene asignaturas pendientes. "He sido un cabrón, bastante conocido por esa cualidad que me valió incluso estar detenido siete días en un calabozo; ya no estoy para esos disgustos por eso he emprendido el camino de la retirada", sostiene este hombre de rutinas sencillas que se dedica a la panadería, al negocio, a la Liga de Fútbol y que acompaña distintos proyectos no ya dando batalla sino simplemente volcando su experiencia. 

Confiesa que siempre sintió una profunda vocación por participar y lo ha hecho no solo en el fútbol sino en otras comisiones. "Siempre trabajé para Pergamino, desde la sociedad civil, nunca intervine en política".

Su impronta

Siente que como presidente de la Liga una de las principales metas cumplidas fue la de la apertura hacia la comunidad: "Cuando asumí como presidente en la Liga había nueve clubes, hoy hay 26. Abrí la participación a todo el mundo, quizás eso pueda leerse como un error porque se puede haber perdido calidad en el juego, pero siempre entendí que la apertura debía ser una condición para la institución. Y tuvimos varios campeonatos y llegamos a instancias muy importantes, acompañando a los equipos". 

"En la Liga hice todo lo que una persona puede hacer dentro de una institución. Mucha gente me pregunta si es mi segunda casa y respondo que durante mucho tiempo fue mi primera casa y quizás por haberle dedicado tanto tiempo descuidé algunas cuestiones financieras que no atendí como hubiera sido conveniente", reflexiona, aunque jamás se arrepiente de nada de lo hecho.

La familia

Al hablar de su universo privado, menciona a su familia. Así cuenta que con su primera esposa, Bety que falleció, tuvo tres hijos: Paula (45), casada con Carlos Galiano; Facundo (44) que vive en Tenerife y está casado con Luz Francisco; y Matías (40), casado con Cintia Páez (40). Con su segundo matrimonio con Cecilia Ramírez tuvo un hijo Jerónimo (18) que es estudiante. "Soy abuelo de nueve nietos: Patricio (23) Santiago (21) Facundo (13) y Margarita (2), Héctor (15), Lucila (12), Román (15) Ernesto (12) y Laureano de 6. Son lo mejor de la vida", afirma.

Separado hace varios años, vive solo, aunque rodeado por su familia y los afectos: "Con los hijos y nietos que tengo no puedo más que estar satisfecho".

Con la camiseta de Pergamino

Reconoce que siempre sintió un enorme compromiso con Pergamino. "En mi familia somos fanáticos de esta ciudad", expresa, y con profunda gratitud por sus raíces vuelve sobre la historia de sus padres al destacar: "Mi padre nació acá, aunque desde los 2 y hasta los 10 años estuvo en Asturias, en una aldea que tuve la fortuna de poder conocer. Fui el primero que pisó esa tierra donde se habían criado los hermanos Riera. Mi mamá era de Erézcano. Ellos trabajaron aquí y me enseñaron a amar esta ciudad".

"Viajé mucho acompañando hazañas deportivas con la bandera de la ciudad. Donde Pergamino estuvo, ahí estuve yo y si me necesitaban para algo, en cualquier ámbito, ahí estaba para colaborar", agrega.

Un buen balance

Hace un positivo balance de la vida que hoy vive, con menos apremio. "Madrugo, me ocupo del negocio, de las cosas de la Liga, hoy acompañando a Guillermo Capdevila, y estoy muy comprometido con el fútbol femenino. También estoy impulsando volver a armar el Centro de Panaderos", comenta. Y agrega: "Tengo 70 años y es hora de retirarme, no de dejar de ayudar, eso lo haré siempre".

En su fuero íntimo el mayor deseo es disfrutar todo lo posible de los nietos y vivir intensamente "lo poco o mucho que me queda". Cuando señala esto reflexiona sobre la pandemia y deja ver el dolor profundo que le causó la pérdida de amigos de toda la vida: "A los viejos esta situación nos robó dos de los pocos años de vida que nos quedan. Los jóvenes recuperarán el tiempo perdido, pero nosotros ya no".

"Chulengo"

Sobre el final confiesa el anhelo de dejar de ser "Chulengo" para volver a ser "Héctor Riera". Pero sabe que ambos ya no pueden disociarse: "Chulengo fue un personaje que logró lo que Héctor Riera no pudo. Riera tiene que mostrar el DNI, a Chulengo no le hace falta eso".

"Chulengo fue el técnico, el dirigente, el presidente de la Liga de Futbol, el personaje fue más grande que Riera. Tres de mis nietos me dicen 'nono', el resto 'Chule'. Lo mismo pasa con mis hijos. Y aunque siempre digo que durante los últimos años de mi vida quisiera volver a ser Héctor Riera, creo no va a ser posible, quizás porque este personaje es quien soy yo en realidad", concluye.


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