Perfiles pergaminenses

Luis "Tito" Torrandell: ayer carnicero, hoy fletero y siempre un hombre comprometido con sus sueños


“Tito” Torrandell el recorrido por su historia de vida

Crédito: LA OPINION

“Tito” Torrandell, el recorrido por su historia de vida.

Trabajó desde los 13 años. Hizo de la carnicería su oficio y cuando dejó esa actividad abrió nuevas puertas para mantenerse activo. Practica básquet y en la pandemia comenzó a aprender a tocar un instrumento para saldar una asignatura pendiente con la música. Su testimonio es el reflejo de cómo la familia, la constancia y la inquietud de saber permiten cumplir anhelos.

Luis Mateo Torrandell nació el 19 de octubre de 1945. Tiene 75 años, Nació en La Vanguardia, donde vivió hasta los 9 años. Sus padres fueron Bartolomé Torrandell y "Coca" Díaz, dedicados a las tareas del campo. Tiene dos hermanos. Vivió su primera infancia en la geografía de un ambiente rural. Cuando se establecieron en Pergamino vivieron en el barrio Acevedo y más tarde se mudaron a Centenario. "Tito", como lo conocen todos, hizo los primeros años de su escuela primaria en el campo, luego se fue un año a Carabelas y luego continuó en la Escuela N° 4 y en la Escuela N° 77.  

Cuenta que su sobrenombre se lo puso su madrina Anita, hermana de su padre. Recuerda su niñez como una época en la que se jugaba en la calle y se ayudaba a los padres en todo lo que resultara posible. Cuando terminó la primaria, los que no tenían posibilidades de seguir estudiando comenzaban a trabajar. Ese fue su camino. "En mi época los que no estudiaban laburaban", refiere y cuenta que su primera experiencia laboral fue en comercios del centro de la ciudad como cadete. "Empecé trabajando en zapaterías muy conocidas de la ciudad. En realidad, a uno lo contrataban y nos pagaban como cadetes, pero trabajábamos en la atención al público", cuenta.

"Yo tenía 15 años y atendía solo en una zapatería que vendía zapatos de lujo, se llamaba Calzados Manón", recuerda y comenta que en esa época el sector comercial de la ciudad era floreciente. "La calle San Nicolás no era peatonal, solo se cerraba al tránsito para el paseo de los domingos", describe, señalando que las principales arterias de ese tiempo eran la Avenida y la calle San Nicolás.

Cuando dejó su primer empleo, consiguió trabajo en otra zapatería llamada "La Bomba H", que funcionaba en la Avenida. 

Las puertas de su oficio

"A los 22 años, cansado de trabajar en relación de dependencia entendí que era tiempo de comenzar a hacer algo por mi cuenta y con un amigo en un garaje pusimos una carnicería y verdulería, sin saber mucho de ese rubro", menciona.

Esa decisión le abrió las puertas del oficio de carnicero que ejerció durante 47 años. Y la vida y su búsqueda incansable siempre de las mejores oportunidades le fueron marcando el camino para ganar experiencia y conocimiento: "Cuando se instaló el frigorífico Hughes pedían personal y me anoté. Me tomaron así que empecé a trabajar allí, donde fui empleado durante varios años y aprendí el oficio".

Cuatro años después, el ferrocarril le da la posibilidad a cada carnicero de instalar "la carnicería propia" a condición de comprar la mercadería al frigorífico. "Tomé ese desafío y durante 20 años trabajé así. Después el frigorífico nos abandonó y seguí por mi cuenta".

"El frigorífico tenía cinco sucursales en Pergamino, yo estaba en la de Monteagudo y General Paz, donde hoy hay una fábrica de helados", refiere. Y menciona que cuando esa propiedad se vendió, se fue "a la vuelta", donde estuvo más de 20 años.

Reconoce que le gustó mucho su actividad. "Trabajando desde chico en un comercio aprendí a tratar a la gente y luego el frigorífico me enseñó el manejo de la carne. Siempre fui muy observador y bastante autodidacta", agrega.

"En el frigorífico, al empezar de abajo con gente que sabía mucho, yo miraba y asimilaba lo que aprendía, eso me dio muchos recursos para el que más tarde fue mi trabajo", menciona y precisa que tuvo carnicería hasta el año 2012. Su trabajo lo llevó por distintos lugares, pero en todos puso su impronta de "buen carnicero".

"Desde el año 1968 hasta el año 2012 ó 2013 en que me retiré estuve abocado al rubro de la carne", añade en la intimidad de una charla que se desarrolla en su casa del barrio Centenario.

Su retiro de la actividad como carnicero se dio en un momento en que tenía la carnicería en un autoservicio que funcionaba en Merced y Castelli, frente al Supermercado Vea, que "con el tiempo fue absorbiendo cada vez más clientes y el lugar donde yo estaba se cerró. Ese día dije, carnicería nunca más", sentenció.

Para seguir trabajando

Al poco tiempo, teniendo menos de 70 años, sintió que no sabía estar sin hacer nada. Fue entonces que decidió comprar una camioneta y comenzar a hacer fletes. "Frente de mi casa hay un negocio de venta de sanitarios, así que comencé con ellos y también haciendo viajes por mi cuenta".

Desde el primer día disfrutó también de esa actividad. Hoy son muy pocos los viajes que hace. La pandemia también condicionó su andar, pero más allá de eso también le significó la oportunidad para "ir dejando de a poco".

Hace 11 años está jubilado, realiza algunos viajes con su camioneta si lo llaman o lo precisan, pero el resto del tiempo lo invierte en otras cosas que le gusta hacer por fuera de lo laboral. "Estoy apto todavía para hacer cosas y siempre me estoy inventando algo para estar ocupado".

Confiesa que le gusta mantener el parque de su casa, cuidar las plantas y realizar tareas orientadas a mejorar el lugar en el que vive. 

El dolor de la inundación

La inundación de 1995 dañó mucho la casa que había comprado a medio construir y que terminó con el fruto del trabajo de él y de su esposa. También la última inundación de 2016 dañó esa propiedad y le dejó un dolor en el alma. "Recuerdo esas dos inundaciones como experiencias muy tristes", menciona y recuerda esas instancias fatídicas en las que solo restaba esperar que el agua se fuera. Siempre se sobrepuso con esfuerzo y constancia. Apoyado en su familia, su gran pilar. "Lo que no te mata te fortalece y después de transitar experiencias difíciles de sortear, uno sale adelante y se aferra a lo que verdaderamente importa", afirma, en una apreciación que define su modo de sentir y de vivir.

La familia, un pilar

Está casado desde el año 1974 con Noemí González, pedicura y portera de la Escuela Secundaria N° 14. Se conocieron cuando ella tenía 16 años y él 27. Se pusieron de novios y un año después se casaron. Tienen tres hijos: Sebastián (45), casado con Sonia Noguera; Magalí (42), casada con Roberto Leta; y Santiago (38) casado con Melisa Nieta. Tiene seis nietos: Gonzalo, Ana Julia, Valentino, Martina, Emma y Octavio. Habla con mucha emoción de su familia y valora la cercanía con sus hijos y nietos.

El básquet

Se confiesa amante del deporte. "Practico básquet desde hace muchos años, nunca competí, pero adopté ese deporte como parte de mi vida".

"Nunca jugué profesionalmente pero tengo voluntad y aptitud. Iba al Parque Municipal, desde el año 1980 hasta el 19 de marzo del año pasado. Ese lugar es como mi casa", refiere lamentando que la pandemia lo haya privado de poder seguir yendo, allí donde tiene amigos y gente conocida. "Iba los martes y jueves con profesor. Aprendí mucho en estos años", agrega.

En la actualidad está yendo al Club Gimnasia: "Con un grupo de gente grande practico básquet los sábados a la tarde. Fue un espacio donde encontré el modo de seguir practicando", afirma y comenta que en el fútbol es hincha de Independiente.

Valora el tiempo de práctica, la recreación que lo libera del estrés y los avatares de la vida cotidiana. "El deporte fue siempre una actividad que me ayudó. A lo largo de los años por circunstancias del país tuve épocas en que me fue bien, otras en que me fue mal, siempre trabajando y el Parque Municipal desde que abrió sus puertas para mí se transformó en ese lugar donde me olvidaba de las preocupaciones conectándome con una actividad recreativa".

Recuerdos entrañables

"Cuando cumplió 20 años el Gimnasio del Parque me entregaron una plaqueta en reconocimiento a mi participación y mi dedicación a la práctica deportiva como un hábito de vida", relata. Y prosigue: "Pasaron 20 años de ese momento y seguí yendo, se jubilaron los profesores y yo seguí practicando".

También el Club Gimnasia y Esgrima le dio la enorme satisfacción de regalarle un pedazo de historia: "Cuando cambiaron el piso de la cancha me dieron un mosaico del piso viejo, lo conservo con orgullo". 

"No tengo trofeos porque nunca competí, pero enormes satisfacciones por haber elegido esto como un estilo de vida", resalta. 

También de su historia laboral guarda los mejores recuerdos. En cada carnicería que estuvo hizo clientes fieles y cosechó el afecto. Eso es lo que queda luego de muchos años de trabajo. "De las que tuve, la carnicería de Castelli y Monteagudo es la que más recuerdo porque ahí tuve muchos buenos amigos y conocidos, clientes buenísimos, entre ellos Héctor Seta, amigo y excelente profesional, suegro de José Luis Picarelli a quien me une un gran afecto".

La vida en pandemia

Confiesa que la pandemia "le cortó las piernas" porque lo privó de cosas que le gustaba hacer. "Estuve siete meses encerrado sin hacer nada, acostumbrado a correr y andar eso me hizo mal, lo siento hasta físicamente", señala. Sin embargo, encontró el modo de utilizar el tiempo de manera productiva; "Siempre me gustó la música, pero no tenía oído. Después del confinamiento del año pasado me dije: 'la próxima pandemia que me agarre me va a encontrar con un instrumento musical'. Me compré un ukelele y tomo clases a través de tutoriales en Internet. "No es un instrumento fácil de tocar, pero hace dos meses que practico solo, y estoy logrando hacer algunos acordes que me permiten acompañar a los conjuntos del folklore moderno que a mí me encanta". Como contracara de lo positivo, la pandemia también le arrebató a su gran amigo Carlos Davini. "El 6 de enero me lo llevó la pandemia. Era mi amigo, ese con el que íbamos a cenar y con el que compartíamos la vida".

"Lo que estamos viviendo es una verdadera tragedia, nosotros estamos vacunados, pero esto no me pone contento porque mis hijos no están vacunados y me preocupa mucho que se puedan contagiar, ya que ellos por sus actividades laborales están expuestos", señala. 

Un buen balance

Cuando la entrevista lo interroga sobre aquellas cuestiones que imagina poder hacer en el futuro, la respuesta sabe a balance, lo que marca que no hay grandes pendientes: "Siendo un laburante me hice una casa; tuve tres hijos que están muy bien; tengo un matrimonio que representa un gran ejemplo para mis hijos que han elegido también formar sus familias; hago deporte, soy sano; sigo trabajando. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Disfrutar el día. Lo único que le pido a Dios es que el día que ya no pueda manejarme con autonomía, me lleve. Ya estoy en tiempo de descuento. En el carretel de la vida, ya veo la maderita", refiere, aceptando con serenidad el paso del tiempo, tomando cada día nuevos desafíos, tomando lo positivo de cada experiencia y los mejores aprendizajes.


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