Perfiles pergaminenses

Elsa Pujol viuda de Mansilla: la vocación de servicio expresada en la docencia y el trabajo en la comunidad


 Elsa “Beby” Pujol viuda de Mansilla el testimonio de una mujer fiel a sus valores (LA OPINION)

'' Elsa “Beby” Pujol viuda de Mansilla, el testimonio de una mujer fiel a sus valores. (LA OPINION)

Fue directora de la Escuela de Educación Especial N° 502. También profesora en el Colegio Nuestra Señora del Huerto. Y el alma de la Parroquia Santa Julia, además de representante legal de los servicios educativos que funcionan bajo su órbita. Con 84 años, el recorrido por su historia de vida es testimonio de entrega y compromiso.


Elsa Olga Pujol viuda de Mansilla tiene 84 años, una nutrida trayectoria docente y un marcado compromiso social a través de su tarea educativa y comunitaria. Fue directora de la Escuela de Educación Especial N° 502 y representante legal del Colegio Santa Julia, además de secretaria de la Parroquia de esa misma comunidad. Dedicó buena parte de su vida al desarrollo de proyectos colectivos que la enriquecieron personalmente y la recompensaron con el reconocimiento de sus pares y de la gente. Vive en la que fue la primera casa del barrio Santa Julia, donde se mudó con su esposo hace muchos años y donde pasa sus días hoy en la compañía de su familia, su gran tesoro.

Acepta la entrevista con la amabilidad de las personas de bien y el diálogo transcurre entre anécdotas de escuela y recuerdos de su vida laboral, nutriéndose de las vivencias de la vida familiar y de un presente en el que disfruta de la tranquilidad de haber vivido siempre en la rectitud de sus principios y en la generosidad de su entrega a causas que la convocaron y que llevó adelante con esa cuota de pasión que brinda la vocación de servicio.

Cuenta que nació en Rancagua un 7 de octubre, donde vivió hasta los 6 años. Sus padres fueron Arturo Pujol y María Alcoz de Pujol, ambos trabajaban en el campo donde ella vivió con sus hermanas: “Yo fui la más chica de cuatro hermanas: Ofelia, Nelly y Ester”. Cuando se establecieron en Pergamino vivieron en una casa en calle 11 de Septiembre. Fue a la Escuela N°77 del barrio Centenario y luego al Colegio Normal, institución de la que egresó con el título de maestra normal nacional en 1954.

Señala que su vocación docente seguramente fue tomada de sus hermanas y refiere que al egresar del Normal se dedicó a seguir formándose. Fue así que en el Instituto de Formación Docente N° 5 hizo la carrera de maestra de Educación Especial y se recibió en 1956; en 1959 obtuvo el título de maestra en Pedagogía Asistencial Diferenciada. “Seguí la carrera para ser profesora de Ciencias de la Educación; y realicé la capacitación directiva en 1971; y en 1977 obtuve el título de docente en Formación Laboral enumera, completando un currículumvitae excepcional”.

Una rica experiencia

En 1963 comenzó a trabajar en la Escuela N° 502 y allí realizó buena parte de su carrera docente. “Yo en realidad empecé como suplente en la Escuela N° 18, como maestra de grado, recuerdo que iba en mateo”, refiere, teniendo viva en su memoria la experiencia del contacto con los alumnos de entonces.

“En la Escuela N° 502 había empezado cubriendo suplencias en 1960, en la época en que el establecimiento funcionaba en 11 de Septiembre, cerca de la Plaza Merced”, agrega. Esa institución marcó su vida para siempre y la comprometió de un modo muy particular con la educación especial. “En aquellos tiempos se hablaba de escuela diferenciada y todo era muy distinto a como es hoy. Trabajábamos con chicos con discapacidades profundas, fue una experiencia que me enseñó mucho”, resalta.

“Teníamos niños pequeños con discapacidades muy severas. Siempre recuerdo uno que abría la puerta, colocaba los dedos y la cerraba. Y otro que iba golpeando su cabeza contra la pared. Eran problemáticas muy complejas”, refiere y menciona que había un equipo docente muy bueno que realizaba una gran tarea y se capacitaba mucho.

“Trabajé toda la vida en educación especial, me jubilé como directora de la Escuela N° 502. Ejercí ese cargo prácticamente desde el inicio de mi carrera cuando titularicé en 1963”, afirma esta mujer que fue testigo y protagonista de las grandes transformaciones que se dieron en este campo de la educación. “Fueron muy grandes los cambios y todos muy positivos.

“Durante muchos años una vez al mes viajaba a Acevedo y Guerrico donde teníamos anexos de la Escuela de Educación Especial N° 502, allí conocí a mucha gente valiosa”, añade.

“Cuando me jubilé no quise ningún reconocimiento. Mi despedida de la Escuela N° 502 fue sin homenajes. El último día de clases los acompañé y mientras arriaban la Bandera, les dije a las maestras que ése era mi último día. Así me fui, con los chicos”, expresa.

En el Huerto

Como parte de su recorrido docente, también fue profesora de Lengua y Geografía de primero y tercer año en el Colegio Nuestra Señora del Huerto. “Me dio muchas satisfacciones ese trabajo, no solo en el contacto con los estudiantes y sus familias, sino en la vinculación con la comunidad del colegio. De hecho a contraturno de mi horario laboral, ad honorem, preparaba a las alumnas que estaban pupilas”, menciona.

Dedicada a su familia

“Beby”, como la conocen todos, se casó con Pedro Mansilla un empleado bancario al que había conocido por vecindad: “Si bien él trabajaba en Buenos Aires, los fines de semana viajaba a Pergamino, vivía en Pueyrredón y Merced y mi hermana mayor, a una cuadra, así que de ese modo nos conocimos, nos pusimos de novios y tiempo después nos casamos y tuvimos a nuestros hijos Susana y Omar”.

Elsa comenta que producto de su trabajo su esposo debió trasladarse a Comodoro Rivadavia y recuerda que el reencuentro familiar se daba 15 días, cuando él tomaba un avión para pasar los fines de semana con ella y sus hijos. “Transcurrido un buen tiempo de ese ritmo, como no quería viajar más, tomó la decisión de renunciar y en Pergamino comenzó a trabajar en la Escuela Agroténica, hasta que falleció muy joven cuando tenía 47 años”.

Luego de algún episodio coronario que había podido resolver, el infarto que sufrió su esposo y que le costó la vida, representó para Elsa un duro golpe. Ocurrió en 1982 y desde entonces ella se quedó sola con sus hijos, por entonces adolescentes. Sobrellevó la adversidad con determinación y se valió de su personalidad y del apoyo de los suyos para seguir adelante, abocada al cuidado de sus hijos y a su trabajo. Hoy, a la distancia recuerda con dolor aquellas vivencias y destaca que con su esposo siempre habían sido muy compañeros.

La primera casa del barrio

La casa en la que vive fue la primera que se construyó en el barrio Santa Julia. Lo menciona con orgullo, al recordar que viviendo en 11 de Septiembre y Doctor Alem decidieron comprarla cuando recién comenzaba a construirse el barrio: “Nada era en la zona como es hoy. Solo estaba la fábrica (Iradi) y algunas casas muy dispersas. La primera del barrio Santa Julia fue esta y vivimos acá desde entonces”.

Un compromiso con la comunidad

En su barrio fue testigo del progreso, y fiel a su vocación de ayudar a los demás encontró los espacios para colaborar con su comunidad. Vio nacer a la Parroquia Santa Julia y desde el primer día fue una servidora en ese lugar. Secretaria siempre dispuesta a llevar adelante la tarea administrativa y el cuidado, cada día se mostró al servicio de quienes la necesitaban. Menciona que ya formalmente no ocupa ese cargo, pero en la práctica sigue ocupándose de todo aquello en lo que pueda resultar útil. Tiene una fe inquebrantable y la Parroquia es parte de su vida. “Todos los días voy a la misa que se celebra en el oratorio del Colegio, que es al aire libre; durante la pandemia cuando estuvieron suspendidas las actividades religiosas presenciales, me conectaba por Zoom para escuchar la misa del padre Ariel”, cuenta.

“Estoy en la Parroquia desde que se inauguró. Arranqué colaborando con el templo como secretaria; después seguí con el Jardín de Infantes y acompañé cada uno de los proyectos que se impulsaron”, destaca.

“Trabajé mucho con el padre Omar Zeballos, que fue el que organizó la iglesia y el Jardín de Infantes; y luego seguí con el padre Ariel; y fuimos tres”, menciona, rescatando de la memoria hitos que fueron marcando historia en un enorme proyecto educativo. “Fruto de mi colaboración en la iglesia, fui representante legal del Jardín de Infantes; luego de la primaria y de la secundaria hasta hace tres años que dejé esa función, cuando sentí que ya tenía demasiada edad”.

Entre todos los desafíos que supuso su tarea rescata el de haber acompañado la gestión administrativa para la creación de la escuela primaria: “Yo era directora de la Escuela N°502 todavía y fue el padre Busso quien me comentó el proyecto y me pidió que lo acompañara en todos los trámites de creación del colegio. Acepté y de inmediato me puse en contacto con una persona de La Plata con la que trabajé incansablemente sin conocernos personalmente. Jamás voy a olvidar el día que me dijo que si al mes de julio todos los papeles que yo había presentado estaban bien, al año siguiente se iba a poder inaugurar la escuela. Y así fue, unos meses después, un 3 de marzo nacía el Colegio Santa Julia para el nivel primario”.

Reconoce que para ella significó una gratificación inmensa ver realizado el proyecto en el que había invertido tiempo y deseos, haciendo un trabajo “casi de hormiga”.

“La escuela fue mi vida. Y lo es aún hoy, junto a mi familia”, resalta conmovida y se define a sí misma dueña de una gran perseverancia y determinación. Atributos que en su vida laboral y en su hacer por los demás han marcado una impronta y le han permitido alcanzar todo lo que alguna vez se propuso.

“¿Si tengo asignaturas pendientes?”, se pregunta sobre el final y enseguida se responde: “La verdad es que nunca me puse a pensar en eso. No tuve demasiado tiempo. Siempre estuve muy ocupada y feliz con lo que tengo, con lo que la vida me ha dado. No podría pedirle a Dios nada más”.

Cuando lo dice hace un recorrido por el camino transitado y su mirada se detiene en el presente, ese en el que vive rodeada por sus afectos. “Vivo con mi hija que está divorciada; es docente y acaba de jubilarse; mi hijo es herrero y vive a la vuelta con su pareja Evelina Samana. Tengo seis nietos Joaquín, Ignacio, Macarena, Tomás, Santiago y Mariana, y dos bisnietos: Jano y Emilia”, relata. Y concluye: “Me siento muy agradecida por lo que he recibido. Y me ha gratificado que en cada espacio que ocupé me aceptaran como soy, una mujer siempre dispuesta a ayudar a los demás”.


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