Perfiles pergaminenses

Víctor Hugo Liguori: un empleado del Banco Nación con profunda vocación de servicio


 Víctor Liguori en la cocina de su casa antes de partir hacia el Banco Nación donde trabaja (LA OPINION)

'' Víctor Liguori, en la cocina de su casa, antes de partir hacia el Banco Nación, donde trabaja. (LA OPINION)

Trabaja desde hace más de cuatro décadas en esa institución, donde se desempeña como jefe del área de plataforma comercial. Participó como dirigente en entidades cooperadoras y en su querido Club Argentino. Comparte la vida con Mercedes y está orgulloso de sus dos hijos. Historias que por su simpleza da gusto contar.


Víctor Hugo Liguori es un pergaminense de 61 años que nació y vivió gran parte de su vida en el barrio Acevedo. La misma zona donde habita actualmente y trabaja. Ama esa geografía y se le nota en cada referencia que hace a su lugar en la entrevista que se concreta en su casa. Mate de por medio recuerda que durante la niñez y parte de su juventud vivió en Paso y Alsina. Más tarde se fue al Cruce de Caminos y con los años volvió a sus raíces y hoy su hogar queda en calle San Lorenzo. Lo comparte con Mercedes su compañera de vida desde hace varios años. Los une un profundo amor y la complicidad de los pequeños gestos. El ritual del desayuno es sagrado para ambos porque es un tiempo que comparten. Ella está jubilada de la docencia y él es empleado bancario lo que lo obliga a estar durante largas horas fuera de casa.

Es el hijo de José Liguori y René Vaio, ambos fallecidos. Su papá fue empleado ferroviario; y su mamá, ama de casa. Tiene una hermana mayor, María Julia, que es docente jubilada.

Cuando se recuerda siendo un niño acerca a la conversación las vivencias de la relación con su padre, un hombre del Mitre.  Se ve yendo con él a la vieja estación del Ferrocarril y recrea las anécdotas de entonces: Tuve una infancia muy linda. Con mi padre acostumbraba a ir al viejo ferrocarril y tengo muy buenos recuerdos de aquella época, de la gente y de los vecinos. Mi padre en un tiempo estuvo en las oficinas y después durante muchos años fue guarda, así que yo cada vez que podía solía viajar haciéndole compañía. Conocí a sus amigos, son vivencias inolvidables.

Fue al Colegio Normal, donde hizo la primaria y la secundaria. Todavía estudiando trabajó tres años en el Correo dedicado a repartir telegramas y en el año 1974 rindió para ingresar al Banco Nación, entidad de la que es empleado desde entonces. Me incorporé en 1975, refiere. Ya siendo trabajador bancario estudió tres años en la Universidad Católica Argentina la carrera de Ciencias Económicas, pero las obligaciones laborales, los compromisos económicos y los avatares de la vida familiar, le impidieron seguir el tramo final de la carrera en la Ciudad de Buenos Aires. Rescata la experiencia de esos años de formación universitaria, las personas que conoció y los conocimientos que pudo volcar a su tarea cotidiana.

 

Con la camiseta del Nación

Durante más de cuarenta años trabajó en la misma entidad bancaria. Hizo carrera dentro de una institución a la que quiere con el afecto entrañable que da la pertenencia. Tuve la fortuna de hacer carrera, anduve por varias sucursales. Eramos 104 empleados en el viejo Banco Nación de los mostradores verdes y la puerta giratoria cuando ingresé y estaba dedicado a la atención al público, recuerda. Tenía 18 años en aquella época en la que estaba dando sus primeros pasos.

Comencé trabajando en el Banco Nación del Centro y después estuve en comisión en distintas sucursales de la zona y durante tres años hice auditoría en casa central, refiere este hombre que luego recaló en la sucursal del barrio Acevedo donde se desempeña actualmente.

Hice gran parte de los escalones ahí. Hoy soy jefe de área en la plataforma comercial, estoy abocado a la venta de producto y a las operaciones de préstamos, describe y reconoce que le gusta su tarea y que ha sabido adaptarse a las transformaciones que se produjeron en la estructura funcional del Banco.

Se muestra flexible para aceptar los cambios. En lo laboral estos cambios tienen que ver con la tecnología, la llegada de nuevas generaciones, la modernización, afirma y comenta que en un par de años más el 40 por ciento del plantel actual estará en condición de jubilarse. El está en ese porcentaje y lo asume con serenidad.

Uno de algún modo se va preparando para el momento del retiro, asegura. Entiende que la sociedad va marcando ese camino. Yo le pongo mucha dedicación a mi trabajo porque quiero a la institución que me permitió ser lo que soy. Pero hay que aceptar que transcurre el tiempo y que los cambios se suceden para bien. Soy optimista de que las generaciones futuras van a tener algo bueno.

Confiesa tener puesta la camiseta del Nación y para él esto significa haber defendido a la institución: El Banco me dio todo lo que tengo. Quiero y defiendo al Banco Nación donde vaya. Uno puede estar molesto un día más que otro por el horario que debe cumplir, pero es un lugar que quiero entrañablemente. Me gusta el trato con la gente.

Todas sus rutinas están adaptadas a la dinámica laboral. A la mañana me levanto, desayuno y después del mate hasta las 18:00, que vuelvo a reencontrarme con mi familia, soy empleado de banco.

 

Su universo propio

Cuando no está trabajando disfruta de rutinas sencillas. Desde hace muchos años está divorciado de la mamá de sus dos hijos: Marcos (33) que es médico y reside en Buenos Aires; y Esteban (29) que es veterinario y vive en Rosario. Vive con Mercedes su compañera de camino y la mujer a la que define como distinta.

Yo digo que ella es distinta como canta la canción del Chaqueño. En esa apreciación refiere una historia de verdadero amor y compañerismo. Ella me enseñó mucho de lo que sé. Me hizo ver algunas cosas que yo nunca había visto, me mostró otra visión de la vida.

Se conocieron en el Club Argentino donde Víctor pasó muchos años. Y llegaron a la vida juntos con sus propios caminos ya recorridos. Mercedes tiene dos hijas mujeres, Eugenia y Emilia que viven en el exterior, una en España y la otra en Croacia. Y él ya tenía a los suyos. Nos conocimos en el Club por los chicos, nos hicimos amigos, y después nos enamoramos y acá estamos hace muchos años compartiendo nuestra vida juntos, expresa emocionado y profundamente agradecido por el ensamble que lograron. Tienen dos gatos como mascotas: Canela y Chiquitito y para vivir no precisan mucho más que lo que poseen. 

Disfruta de ese espacio de la vida privada  y en el tiempo libre prefiere las actividades sencillas como el encuentro con amigos, el diálogo con los hijos y el aire libre donde se puede disfrutar del cielo y de los pájaros.

 

Vocación de servicio

Víctor es dueño de una profunda vocación de servicio y la ha canalizado en la tarea desplegada en cooperadoras e instituciones. Estuve vinculado a la Cooperadora del Jardín de Infantes Nº 904 y a la Cooperadora del Colegio Normal. También participé de la vida institucional de mi querido Club Argentino, refiere.

De cada experiencia rescata el aprendizaje y para el Club dedica varios segmentos de la charla. Nunca fui un deportista destacado, jugué al basquetbol de chico, pero luego, acompañando a mis hijos que tuvieron la misma inclinación por ese deporte, me involucré en la vida del club, fui dirigente del basquetbol, participé de la comisión directiva y fui delegado de la Asociación de Basquetbol.

También fue el cocinero de los campamentos de Argentino, una actividad de la que rescata innumerables vivencias. Pasé hermosas horas y muchos años en el Club. Hoy estoy un poco retirado de la actividad dirigencial, el trabajo en el Banco me fue alejando un poco, pero guardo mis mejores recuerdos.

En el Club conocí a personas maravillosas y valiosísimas. Aprendí de grandes y chicos. A mí me gusta aprender de todo el mundo, dice. En su relato menciona a reconocidos docentes como Miguel Angel Benac, Atilio Saint Julien, Alfredo Roca, Basilio González, Lucas Leonard, Walter Rausch, Ariel Almazán y Juan Sacoski.

De la experiencia dirigente le quedó la satisfacción de haber podido colaborar desinteresadamente con todos. Las cooperadoras y entidades ayudan mucho y con mi tiempo pude poner mi granito de arena para llevar adelante muchos proyectos.

 

Amigo de los amigos

Desde hace 25 años Víctor es partícipe de una peña La Guarida a la que asisten empleados bancarios. Se reúnen una vez al mes para recrear anécdotas y compartir la cena. Somos más de 25, algunos aún estamos en actividad y otros están jubilados, pero nos unen los años compartidos, refiere. Valora mucho la amistad y el afecto genuino. A sus amigos los cosechó en el trabajo, en las instituciones de las que fue parte y en la vida. El inventario de los que tiene es enorme y mencionarlos a todos sería imposible. Nombra a algunos: Silvia, Maira, Camilo, Daniel, Gladys y tantos otros como Hugo Elías; y en ellos a todas esas personas con las que le gusta compartir la vida.

Mis amigos son de todos lados, gracias a Dios, no sé qué piensa el resto, no tengo enemigos. Tengo amigos incondicionales de la vida, del Banco, del club. Salgo un rato y demoro horas en volver porque me cruzo con mucha gente, con clientes, con jefes, con vecinos. Me encanta.

Se define a sí mismo como un hombre agradecido. Creo que la vida me dio más de lo que esperaba. En el camino siempre quedan cosas pendientes, pero elijo mirar para adelante. Mi sueño hubiera sido ser ingeniero agrónomo, pero nunca se dio esperando el viejo Inta donde la carrera se iba a instalar. Pero eso ya fue. Me quedo con lo que soy y con lo que logré, que es mucho.

 

Hora de trabajar

Mientras toma el último mate, mira el reloj colocado en la pared. Son casi las 9:00, y es tiempo de caminar las quince cuadras que lo llevan a su trabajo. Amo Pergamino y amo caminar por estas calles de ida y de vuelta cada día. En esta ciudad nací y creo que acá moriré, afirma. Mientras imagina la vejez como un tiempo apacible en el que se puede disfrutar de la cosecha del esfuerzo. 

El ritual es el mismo de cada mañana. Esta vez se va pensando en la vida, en el recorrido transitado en la entrevista para resaltar los fragmentos de un largo camino recorrido.

Se queda con lo esencial. Mi mayor orgullo son mis hijos. Son la luz de mis ojos. Sé del esfuerzo que han hecho para llegar donde están. Son buenos profesionales, pero fundamentalmente son grandísimas personas. Hablo de ellos y me quiebro, quizás porque son la principal obra de la vida, concluye mientras emprende el camino que lo lleva hasta su querido Banco Nación.


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