Perfiles pergaminenses

Raúl Atilio Raschetti: electricista, pintor y defensor de los valores de familia


 Raúl Raschetti en la tranquilidad de su hogar hizo un recorrido por su historia de vida (LA OPINION)

'' Raúl Raschetti, en la tranquilidad de su hogar, hizo un recorrido por su historia de vida. (LA OPINION)

De la mano de su oficio consiguió armar una empresa que le permitió forjarse un presente del que hoy disfruta. En su tiempo libre le gusta el arte y se dedica a pintar cuadros. Se define como un viajero, amigo de los amigos y como un hombre de fe. Asegura que la vida lo ha tratado bien y solo anhela seguir disfrutando del amor y de compañía de los suyos.

Raúl Atilio Raschetti está a un paso de cumplir 70 años. Nació en Pergamino un 1º de octubre. Hijo de Haydée Boldrini y Atilio Raschetti, de quienes aprendió el amor, el respeto por la familia y la cultura del trabajo. Su padre fue empleado ferroviario y en sus ratos libres carpintero, albañil y constructor. Fue él quien le enseñó desde chico a manejar todo tipo de herramientas y a descubrir que en las manos tenía una habilidad que más tarde iba a desarrollar en su oficio de electricista.  Su madre fue ama de casa, además de la  “modista de la familia”.  Junto a su hermana Silvia nacieron y se criaron en el barrio Acevedo, en la calle Sarmiento. Ama ese lugar de la ciudad y de hecho nunca abandonó sus raíces. Con el transcurso de los años y cuando ya armó su propia familia, construyó su casa en calle Ramón Raimundo, muy cerca de la que había sido la casa paterna. En muchas de sus apreciaciones se observa un respeto y defensa por los valores de la familia.

Hace 45 años está casado con María del Luján Lenci. Se conocieron en el cumpleaños de 15 de ella, y luego de tres años de noviazgo contrajeron matrimonio. Con ella tuvo tres hijos: Mariano, casado con María Inés Barberis, papás de Josefina y Matías; Marcos, casado con Mariana Español, papás de Valentino, Jano y Renato y Maxi, Franco para los amigos, casado con Julieta Lalicata, papás de Pedro y Juan.

Asegura que su familia es lo más preciado que le ha dado Dios y confiesa que a esta altura de la vida los nietos son “la alegría y felicidad del hogar”.

De su infancia guarda los recuerdos que son los propios de una generación crecida en espacios tranquilos, con olor a barrio y rutinas de juegos. Fue a la Escuela Nº 4 y más tarde a la Escuela de Educación Técnica Nº 1. 

 

Trabajar a temprana edad

Desde muy chico comenzó a trabajar con su tío de apellido Leiva, en una casa de repuestos del automotor: Félix, Leiva y Gorgone. Se inició como cadete hasta conocer el funcionamiento del negocio y más tarde se dedicó a la venta de repuestos. También trabajó en Darder y Lozano y en la agencia Chevrolet. “Me tocó hacer el Servicio Militar en el Batallón 101 de San Nicolás”, refiere en la charla en la que asegura que de esa época guarda “lindos recuerdos y de los otros”.

“Al regresar seguí con la venta de repuestos en la Agencia Chevrolet hasta que en 1979 me independicé”, refiere.

Tomar su camino de trabajo independiente supuso para Raúl no pocos temores. Se había formado como electricista y realizaba trabajos en el tiempo extra que le dejaba su labor en la agencia. “Comencé con un amigo y socio, José Grivarello. Eran épocas de mucho trabajo. Terminábamos a las diez de la noche casi todos los días y al siguiente poníamos nuevamente manos a la obra”.

Siguió ese ritmo hasta que recibió un ofrecimiento para realizar un trabajo “grande” en una estancia en Arroyo Dulce. Esa propuesta lo llevó  a tomar la decisión de arriesgar y dejar el empleo seguro que tenía para dedicarse a realizar instalaciones eléctricas en la ciudad y en las localidades de campaña. “Formé un equipo de trabajo, primero con mi padre y un empleado y así emprendí el desafío de ser un pequeño empresario, me empezó a ir muy bien, con algunos altibajos con el correr de los años”, cuenta y con orgullo señala que con el transcurso del tiempo dos de sus hijos, Mariano y Maxi, siguieron sus pasos en la tarea. Marcos es diseñador gráfico y tiene su propio negocio.

“He tenido clientes fieles, trabajamos con ocho arquitectos y llegamos a tener hasta ocho edificios en marcha. Hoy tenemos tres de pocos pisos y estamos haciendo Agora”, refiere.

“En la actualidad son los chicos los que llevan adelante gran parte de la tarea y yo me dedico más a los papeles y hago algunas cosas. Trato de organizar mis rutinas para trabajar solo de mañana y luego tener tiempo para otras cosas como hacer actividad física, disfrutar de la quinta y pintar”, relata.

 

Su acercamiento a la fe

La familia de su madre era evangelista, pero él y su hermana fueron bautizados en la Iglesia católica. “Cuando me casé lo hice por Iglesia porque la familia de mi esposa era practicante. Bautizamos a nuestros hijos, pero  yo no tenía una relación muy cercana con la fe”, confiesa y cuenta que fue a partir de un grupo de amigos que pertenecían a un movimiento de cursillistas de cristiandad que fue acercándose. “En los años 80 mi amigo Mario me invitó a hacer un cursillo, reconozco que nunca iba a la Iglesia, primero le dije que no, y después cambié de idea y acepté. Fue un encuentro con Dios muy emotivo y personal. Ahí lo conocí y nunca me separé de él”.

Esa experiencia no solamente fortaleció su fe sino que le permitió cosechar muy buenos y verdaderos amigos. En la actualidad está un tanto apartado del movimiento, pero no de Dios.

 

Su pasión, el  arte

A Raúl siempre le había gustado dibujar y pintar. De chico su madre lo llevaba a una profesora particular en su barrio. “No recuerdo el nombre, pero sí la casa a la que iba y de hecho cada vez que paso por allí me vienen a la mente esas primeras enseñanzas”. Conserva alguno de los cuadros que pintó cuando tenía nueve años. “Mi madre los lucía orgullosa en su cocina y yo los conservo”, afirma.

En los ambientes de su casa de hoy también están sus pinturas. La mayoría son paisajes. Los trazos son sutiles y los colores armoniosos. Algunas de las pinturas recrean fotografías de viajes. “Con mi esposa nos gusta mucho viajar y tenemos la posibilidad de hacerlo. Suelo traerme fotografías que luego me inspiran para pintar. En realidad todo me inspira, es un placer del que disfruto mucho, y una tarea que me ha dado enormes satisfacciones”.

En su interior siempre habían quedado las ganas de retomar el hobby de pintar. Fue recién en 2001 cuando retomó ese aprendizaje y volvió a las telas. Reconoce que la crisis que afectó al país en esos años fue un motor para recostarse en una actividad que por un lado le permitiera ocupar su tiempo -ya que la actividad laboral estaba un poco decaída- y por otro lo acercara a lo que él define como una pasión. “Fue mi esposa la que me sugirió que me anotara en el taller que dictaba Angel Ricardo Juárez en Bellas Artes. Lo pensé y acepté el desafío. A la distancia creo que fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida, porque me reencontré con el placer y la satisfacción que me da pintar”.

Fue de la mano de Juárez que comenzó a introducirse en el arte y fruto de ese camino que emprendió fue reconocido. Obtuvo premios por su presentación en exposiciones y se consolidó en una tarea que hoy acompaña sus días. “Pinto en cualquier momento. Reviso mis cuadros, tomo nuevos aprendizajes y disfruto también de viajar con la pintura, participamos todos los años del encuentro nacional de pintores en Merlo, San Luis, un evento que aprovechamos a pleno. Somos cinco o seis parejas que vamos y además de pintar paseamos”.

La pintura le trajo a la vida también un grupo de amigos con quienes comparte ese gusto por el arte, la pintura y momentos de ocio: “Gigi” Nardi, Mario Onoratti, Marcela Ripoll, Alberto Martínez White, Rubén Suriano y Nelly Cortizo. Esta última es su actual profesora y guía con la que sigue aprendiendo técnicas, formas de utilizar y formar colores. “Es una gran maestra y artista”, afirma.

 

Agradecido

Se define a sí mismo como un hombre agradecido a la vida. Tanto en su oficio como en su vida privada ha sido un hombre bendecido por Dios. “Tengo una familia hermosa, mis nietos son nuestros soles. Somos muy unidos, nos reunimos todos los fines de semana. Estar juntos es la mejor recompensa que puede darle a alguien la vida, tras muchos años de trabajo y sacrificio.

“Sé que no hubiera podido lograr lo que logré si no hubiera tenido la compañera que tuve, fue un pilar maravilloso”, confiesa casi sobre el final de la charla, haciendo referencia a su esposa. “Soy un agradecido a la vida por la hermosa familia que tengo”.

Le gusta su condición de pergaminense, aunque confiesa que en algún momento con su esposa fantasearon con la posibilidad de transitar esta etapa de la vida en otro lugar. “Siempre decíamos que cuando nos jubiláramos nos iríamos a Mar del Plata a vivir, después pensamos en Bariloche. Pero el arraigo familiar nos hace desistir de esa decisión. 

“Sería muy difícil porque nos gusta compartir tiempo en familia, disfrutamos mucho de nuestros hijos y nietos, nos gusta salir juntos de vacaciones y compartir todas las cosas de la vida”, agrega, ese hombre que encuentra en su familia y en el afecto de los amigos su principal tesoro. “Lo único que quiero es seguir compartiendo mi vida con ellos, pintando y viajando. La vida nos ha tratado muy bien, no puedo pedir más”, concluye.


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