Perfiles pergaminenses

Nicolás Churín: una vida dedicada al campo y a la labor en entidades locales


 Nicols Churín en la intimidad de su hogar compartiendo con LA OPINION el ritual del mate (LA OPINION)

'' Nicolás Churín, en la intimidad de su hogar, compartiendo con LA OPINION el ritual del mate. (LA OPINION)

Durante mucho tiempo estuvo abocado al trabajo de campo. También fue empleado de viejos almacenes de ramos generales y tuvo negocio propio. Abrazó desde siempre la participación en instituciones. Hoy sigue siendo parte de algunos espacios. Su historia de vida honra el valor del trabajo y la familia.


N

icolás Esteban  Churín, “Nicola”, como lo conocen los amigos, es un hombre que pasó los 80 años, cuenta 85. Nació el 20 de septiembre de 1931. Es alto, de porte elegante y mirada sostenida. Nació y vivió en la zona rural, anduvo por muchos lugares y hoy vive en Pergamino. En la misma casa desde la década de 1960 en que la compró con el fruto del esfuerzo del trabajo. Es de los primeros vecinos de la zona en la que habita y de los más comprometidos con el bienestar de la comunidad de la que forma parte.

Recibe la entrevista en el comedor de su hogar, el que comparte con su esposa, Nilda Teresa Difalci, con la que está casado hace más de 50 años. El mate lo acompaña en la charla, y en la vida. Lo comparte, como comparte las anécdotas de años vividos intensamente entre trabajo, familia, y labor dirigencial en distintas instituciones de la ciudad.

“Nací en el campo, entre Mariano Benítez y Acevedo, en el espacio donde se desarrolló la Batalla de Cepeda, al lado del arroyo. Allí tenía la chacra mi viejo y vivimos hasta los dos años. Después nos trasladamos a Mariano H. Alfonzo y más tarde me fui independizando armando mi propio camino”, cuenta y menciona a sus padres: Antonia y Esteban y a sus hermanos: José, Catalina y Ranco.

A los 12 años sus padres lo mandaron a una escuela de curas en la Ciudad de Buenos Aires, en el Colegio Lasalle. Es una experiencia que rescata positivamente y confiesa que estuvo a un paso de ordenarse sacerdote. Había en él una cuestión vocacional que lo acompañó hasta los 17 años en que cambió de rumbo. “Vine a pasar unas vacaciones y ya no regresé”, cuenta. Por ese entonces sus padres vivían entre Urquiza y La Violeta. “Yo hasta que me casé fui nómade, no me quedaba quieto en ningún lugar”.

Hizo el Servicio Militar en Neuquén y a su regreso se fue a trabajar al Chaco, en una Cooperativa de Algodón. Estuvo un año y medio allí hasta que volvió.

El destino lo regresó al campo y durante gran parte de la vida estuvo abocado a las tareas rurales. También trabajó como dependiente en varios almacenes de ramos generales y en un taller mecánico. 

“Después me vine a acoplar al campo, con mis hermanos compramos una máquina cosechadora, trabajábamos con las máquinas de antes que eran de arrastre. Trabajamos como cuatro años con ese  equipamiento, después lo cambiamos y quedamos socios con José varios años más, el otro era carpintero y no siguió con la sociedad”.

A la par de ello trabajaba 80 hectáreas de campo a porcentaje. Vivía solo en ese lugar. Era un campo que estaba en el Paraje Llera, en Campo Landi. “Allí estuve hasta que me casé”, refiere.

 

Su núcleo familiar

En varios momentos de la entrevista habla de su compañera de vida a la que conoció siendo vecinos. Asegura que la clave para haber transcurrido 56 años juntos es el compañerismo. El relato conjuga vivencias familiares con anécdotas de su trayectoria laboral.

Tienen dos hijos: Nicolás y Patricia. “Nicolás está separado y Patricia está casada con Ricardo Ibáñez”, refiere. Es abuelo de Alejandro, Maximiliano, Micaela, Antonella y Marcos. Tiene un bisnieto: Joaquín de 3 años, que es el mimado de todos.

Y entre sus afectos más entrañables menciona también a sus sobrinos: Norma, Beba, Fabián, Daniel, Pablo, Iván, Verónica, Sandra, Luis, Edgardo y Alfredo (fallecido).

“Después que nos casamos estuve un tiempo más en ese campo, luego nos fuimos a otra chacra, posteriormente se remató todo menos la máquina que me quedó a mí y con ella seguí trabajando solo. Con la plata del remate, con mi cuñado, el hermano de mi esposa, compramos el almacén de ramos generales de Villa da Fonte”, cuenta.

Relata esa experiencia con innumerables anécdotas. “Ahí no quedó nada, se desarmó todo, quedó el chalet nada más, que ahora está desarmado. Ahí estaba el almacén. Estuve tres años viviendo allí. Mi cuñado se casó y cada uno tomó su camino”.

Fue tiempo de volver a empezar y de establecerse. En1964 compraron la casa en la que viven en calle España. “No había nada cuando llegamos, la única casa construida era esta y alrededor solo había campo y una cancha de fútbol adelante.

“Yo seguí trabajando con la cosechadora, estuve tres o cuatro años más y entré a trabajar en una compañía Agar Cross, entré por tres meses y estuve 20 años trabajando con ingenieros, siempre dedicado a la tarea rural”, señala y aclara que hoy aunque le sigue gustando la dinámica de la vida rural la elige solo para ir de visita.

 

El almacén

A los 58 años se jubiló por trabajo insalubre y comenzó una nueva etapa. En su casa tenían un almacén. “Comenzamos con un kiosco de mi señora, lo agrandamos y llegamos a tener prácticamente un supermercado. Vendíamos desde una aguja hasta carne. Lo tuvimos hasta 1991. Yo viajaba todas las semanas en la camioneta a Buenos Aires a hacer las compras, mi nuera se quedaba en el negocio hasta que yo regresaba. Era  una tarea que me gustaba, pero mi esposa se enfermó de la columna, seguí solo un par de meses más y después cerré”.

Cuando cerraron ese emprendimiento, siempre en busca de una actividad, se dedicó a acompañar a su esposa en una nueva empresa: la venta de cacerolas de una conocida marca. “Viajábamos por la zona realizando reuniones, teníamos que ir a Junín donde estaba la casa central. Lo hicimos durante un tiempo”.

 

Su perfil dirigente

En el presente está fuera de la actividad laboral. A la par de su trabajo Nicolás se hizo tiempo para desplegar una actividad que siempre le gustó: participar en comisiones e instituciones con un fin comunitario. 

“Estuve en el Centro de Jubilados y Pensionados de Pergamino, de calle 25 de Mayo, a partir de esa experiencia comencé a participar en tercera edad, en la Municipalidad, en el Concejo Deliberante como representante del Centro. También trabajé con la ingeniera María Eugenia Sticconi en el Programa Pro Huerta. Hacían capacitaciones y era algo que me gustaba mucho. Continuamente estaba en actividad, no tenés horarios y no estaba mucho en casa. Ahora me quedé con la colectividad croata y en la Comisión de Seguimiento de Obras Pluviales de Pergamino (Cosopper). En ese espacio participo desde que se formó porque nosotros nos inundamos en 1995”, relata.

“En las colectividades hacemos reuniones, organizamos la participación que la colectividad tiene en distintos eventos”, cuenta.

Reconoce que actualmente hay espacios que ha dejado. Sin embargo, hay otros de los que participa de manera asidua: “Ahora no ando tanto, pero de las reuniones de la colectividad croata y de la Cosopper sigo participando. Son espacios de los que disfruto y en los que siento que hay algo que puedo aportar a la comunidad. Soy como una especie de representante de mis vecinos para cualquier tipo de reclamo”.

 

Rutinas y el placer de viajar

En su tiempo libre disfruta de actividades sencillas. Antes hacía huerta, pero ya no. “Hoy es tiempo de descansar y de viajar. Nos gusta mucho el turismo y cada vez que podemos viajamos. Las Termas se han transformado en un destino que elegimos.  Argentina y los países limítrofes los conocemos todos y hace un par de años fuimos a Europa y tuvimos la posibilidad de conocer seis países: Rusia, Francia, Alemania, España, Italia y Croacia”.

Vuelve a sus orígenes cuando comenta que tiene descendencia croata de padre y madre. “De hecho aprendí a hablar castellano a los 8 años cuando comencé la escuela. Hasta ese momento solo hablaba la lengua croata, porque en la colonia en la que vivíamos eran todos de esa nacionalidad”.

Afirma que en ese viaje que hizo al viejo continente fue placentero conocer la tierra de sus antepasados. “Croacia es my bonita, pero de todos los países que conocí, no cambio a mi Argentina por ninguno. Como vivimos acá no se vive en ningún lado, aunque nos quejemos. Pergamino es un lugar en el que me gusta vivir porque acá está mi familia, y los vecinos que son como familia”.

 

Sanas costumbres

Cuando habla de sus afectos comenta que con la familia respetan la costumbre de realizar una peña todos los viernes. Se reúnen a comer, van rotando las casas donde se realizan esos encuentros y comparten los gastos que supone la realización de esa comida.  “Nos reunimos a la noche, hacemos la comida, dividimos los gastos. Una vez en una casa, otra vez en otra. Es una linda costumbre. Tratamos siempre de estar”.

Amigos tiene pocos pero buenos. “Tengo matrimonios con los que nos frecuentamos. Sabemos compartir viajes con ellos. Menciona entre los amigos a Carlos Cogo y su esposa y Vicente Marinovich y señora. Después hay otros amigos como Smargiasi, un vecino de toda la vida. Cuando llegué al barrio era el único que vi y desde entonces hemos sido inseparables. Otro amigo es Frascarelli”, refiere.

Considera que en la vida hizo todo lo que quiso. Lo único que nunca pudo hacer fue tocar el acordeón. “Es algo que me hubiera gustado. Estuve en la comisión con Pedro Grilli, de la orquesta de tango, pero nunca aprendí a tocar”. Esa es la asignatura pendiente.

Ha sido y es una persona inquieta. Considera que la clave para llevarse bien con el transcurso del tiempo es aliarse a él: “Parece que no tengo los años que tengo. Pero están y el secreto es no quedarse. Estar en movimiento siempre. Estar haciendo algo, pensando en algo. Esa es una manera de permanecer activo. No hay que quedarse quieto, hay que salir siempre”, concluye mientras ceba el último mate que corona la charla.


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