Perfiles pergaminenses

Luis Contrera: un hombre que supo forjarse el porvenir a fuerza de trazar su propio camino


 Luis Contrera en su lugar de trabajo Un espacio en el que se siente a gusto (LA OPINION)

'' Luis Contrera, en su lugar de trabajo. Un espacio en el que se siente a gusto. (LA OPINION)

Trabajó en “Cardamone y Contrera”, la conocida gomería que su padre tenía en sociedad. Cuando la empresa se vendió, se dedicó a diversas actividades hasta que logró establecerse en la concesionaria Peugeot, donde es responsable del área de Repuestos. Hace diez años está casado y en lo personal se siente satisfecho del camino recorrido.  

Luis Alberto Contrera es pergaminense y vecino del barrio Acevedo. Allí nació y allí eligió volver a vivir desde hace varios años. Su casa natal estaba en calle San Lorenzo. Recuerda que nació allí, en la época en que los partos se realizaban en los domicilios particulares, gracias a la intervención de una partera. Tiene 63 años. Es hijo de Emma Bustamante y Camilo Contrera. Su madre, que vive y disfruta de sus 90 años, siempre fue ama de casa y dueña de un carácter jovial. Su padre falleció tras sufrir Alzheimer en 2007. De ambos valora la capacidad de trabajo. A su progenitor lo define como un hombre de carácter fuerte y a su madre la describe como poseedora de una bondad infinita. Se reconoce teniendo rasgos de ambos y se identifica con su madre con la que comparte hasta el mismo signo del zodíaco.

De su infancia guarda las mejores vivencias. Todas transcurridas en su querido barrio Acevedo. “Mi madre estaba dedicada a las tareas hogareñas y mi padre era propietario de la gomería Cardamone y Contrera, una sociedad grande que tenía muchos empleados”, cuenta en el inicio de la conversación. Luis hizo la primaria en la Escuela Nº 4 y el secundario en el Colegio Comercial. De chico jugaba en la calle, y practicaba deportes. “Los mejores recuerdos que tengo son los de la infancia”, refiere este hombre que conserva amigos desde entonces. “Muchos de mis amigos son los chicos del barrio”, agrega.
Creció en la vereda como tantos de su generación. Gracias a su padrino Guillermo, un jubilado ferroviario al que consideró un abuelo, se hizo hincha de Tráfico’s Old Boys. “El me llevó al club. Yo andaba siempre con él, era como mi abuelo, porque yo no conocí a los míos. Se había mudado enfrente de la cancha, así que yo pasaba mucho tiempo allí”, señala y también comenta que su práctica deportiva también por cercanía se concentró en el Club Douglas Haig. “Allí jugué al fútbol, practiqué basquetbol y hasta judo”.

Vivió en el barrio Acevedo hasta los 16 años en que su familia se mudó al barrio Villa Progreso. Comenzó una nueva etapa de aprender a querer otro lugar. Vivían en Somoza, en el mismo lugar en el que actualmente vive su hermana, junto a su madre y a su tía Carmen. 

Luis es el único varón y el del medio del matrimonio de sus padres. De sus hermanas viven dos: Susana e Isabel y Alicia  falleció. Asegura haber tenido una infancia feliz y se siente un afortunado de tener viva a su mamá que con sus 90 años y a pesar de los achaques propios de la edad, “es la mujer más feliz de la tierra”.

Se define a sí mismo como una persona que ha sabido sacar el balance más positivo de cada situación para forjarse la vida que tiene. 

También de la adolescencia guarda recuerdos felices. Terminó la escuela secundaria en 1970 y con sus compañeros de promoción sigue en permanente contacto. Se reúnen dos o tres veces por año y comparten un grupo a través del teléfono. Eso les permite estar cerca y siempre sentir a mano la posibilidad de reunirse. “El año pasado hicimos la fiesta del estudiante y este año la estamos organizando de nuevo”, cuenta.

 

La gomería

Cuando terminó el secundario comenzó a trabajar en la gomería de su padre, una planta de recapado que tenía 22 empleados. Más tarde le tocó el servicio militar. El destino fue Neuquén, lo que lo obligó a estar lejos durante dos años y medio. Al regresar en la empresa familiar se habían producido algunos cambios. “El hijo de Cardamone ya no trabajaba más, volví del servicio militar y comencé a trabajar nuevamente hasta 1979. Después por una diferencia respecto de cómo se manejaban algunas cosas, decidí emprender otro camino y me establecí en Baradero, donde estuve viviendo cuatro años”.

Regresó en1982, en una época que recuerda coincidente con la Guerra de Malvinas. Por entonces estaba en pareja con la que fue la madre de sus dos hijos: Agustín (31) y Sofía (29). “Volví a trabajar en la empresa familiar hasta que cerró. Era una sociedad y con mi hermana nos habíamos hecho cargo de la administración. Mi padre y el socio ya no trabajaban más. Estuve allí hasta que finalmente vendimos cuando las cosas comenzaron a andar mal por el tema de la importación y un contexto general que no favorecía nuestra actividad”, relata. 

 

El fin de una etapa

En 1992 consiguieron vender la firma con inmueble incluido y cada cual tomó su rumbo. Luis confiesa que comenzó para él un tiempo difícil en el que estuvo desempleado. “Después de la venta de la gomería quedé desocupado. No tuve la precaución de guardar dinero y fueron siete años de mi vida en los que hice de todo. Fui remisero, tuve trabajos temporarios y trabajé en publicidad con Salauati y Perrone que me dieron una mano. Trabajando como remisero sufrí un robo, me cortaron el cuello. Me pasó de todo, pero logré salir adelante”.

Recuerda esos años como de mucha dificultad. Las épocas que sucedieron a la inundación de 1995 habían dejado un Pergamino deprimido. Eso no facilitaba que a nadie le fuera bien. 

 

El comienzo de lo nuevo

Las cosas comenzaron a cambiar para Luis en 1999 cuando lo llaman de Pergamino Automotores para trabajar en Renault. “Al mes abrieron la concesionaria Peugeot, así que entré directamente ahí que es donde trabajo actualmente y donde soy responsable del área de Repuestos en la parte de post venta”.

Le gusta su trabajo y reconoce que su actividad le dio estabilidad y posibilidad de crecimiento. “La mala racha había pasado”. Se iniciaron tiempos de cambio. En el trabajo conoció a Liliana Evangelista, su esposa desde hace diez años. “Ella fue porque tenía problemas con un auto que no funcionaba bien y así nos conocimos, en una época en la que yo ya no esperaba nada. Comenzamos a salir y decidimos casarnos”, cuenta y bromea: “El trabajo me dio estabilidad en varios aspectos”.

 

Una buena vida

Juntos tienen “una buena vida”. Durante muchos años trabajaron duro para cumplir sus sueños. Vivían en un departamento. Ella es licenciada en Turismo y aunque actualmente no ejerce, por entonces tenía un buen trabajo lo que les permitía poder idear el sueño de la casa hecha a la medida de ambos. “Era un terreno baldío y comenzamos desde cero. Fueron muchos años de sacrificio para juntar el dinero que nos permitiera avanzar”. En 2013 se mudaron y hoy disfrutan de un lugar confortable en el que les gusta reunirse con familia y amigos.

Luis tiene a sus hijos grandes. Agustín estuvo viviendo en el sur del país y ahora está de regreso en Pergamino y Sofía está en pareja y radicada en Casilda. 

“Nos gusta hacer reuniones familiares y compartir tiempo con amigos”, asegura Luis, en  el transcurso de la entrevista. La casa es el lugar de reunión. “Cuando vivíamos en el departamento nunca podíamos recibir a muchas personas. Mudarnos nos permitió eso y lo disfrutamos mucho porque no somos de salir demasiado”. 

Para Luis establecerse en este lugar fue “volver al barrio”. Y se le nota en la tranquilidad con la que asegura que se siente en el barrio Acevedo como “en casa”. El relato transita por las anécdotas de la niñez, por el recuerdo del vecino de sus padres que armaba cada año un pesebre gigante en su patio para celebrar la Navidad. 

“Nosotros tratamos de mantener esa magia de las fiestas y nuestra casa nos da esa posibilidad porque nos permite reunir a nuestras familias. No solo para las fiestas, a menudo están acá mi mamá, mi hermana, mi tía, Eugenia que las acompaña. Los amigos de la vida. Los excompañeros de trabajo de mi esposa y sus padres Pascual y María de Luján que viven en Arroyo Dulce”.

 

Bien pergaminense

Le gusta el lugar en el que vive.  Es un hombre de rutinas sencillas. Disfruta de su trabajo y de sus tardes de tenis con amigos entrañables. Los partidos son en el Club de Tenis, antes eran en el Club de Viajantes. No tiene grandes aspiraciones. Solo seguir trabajando y agradecer a la vida por todo lo que le ha presentado como oportunidad para crecer.

Amigo de los amigos, valora relaciones a las que considera “entrañables. Amante de la fotografía, es una actividad que le gusta hacer en sus ratos libres. También goza cuando viaja y así es como imagina la vejez. Disfrutando con su esposa de nuevas travesías, con buena salud y rodeado de la familia.

Se define como “pergaminense” y le gusta esa condición. “Nunca protesto de esta ciudad porque la siento muy mía, lo mismo me pasa con el barrio, me siento como en casa. Tuve la posibilidad de estar afuera y no hay lugar como el de uno. Aquí imagino mi vejez, acá y viajando, contento y agradecido”, concluye.


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