Perfiles pergaminenses

Juan Carlos di Santo: una vida entre la publicidad, la familia y la pasión por Douglas Haig


 Di Santo una larga trayectoria en la publicidad y emprendimientos comerciales (LA OPINION)

'' Di Santo, una larga trayectoria en la publicidad y emprendimientos comerciales. (LA OPINION)

“Chavi” fue fotógrafo junto a su padre en el Diario LA OPINION. Más tarde se dedicó a la venta de publicidad, en contacto con medios como El Gráfico, La Chacra y Dinámica Rural. Hincha del “rojinegro”, fue dirigente en una época compleja del club. Hoy disfruta de los partidos, comparte tiempo con su familia y recrea las vivencias de su pasado.

Juan Carlos di Santo,  “Chavi” como lo conocen los amigos, tiene 71 años.  Por su condición de buen bailarín, su apodo es una adaptación devenida de “Chubby Checker”, el famoso artista estadounidense conocido como “el rey del twist”. Tuvo una infancia que él mismo define como “difícil”, pero su familia logró encauzarse en su niñez para asegurarle “una buena vida”. Familiero, amigo de los amigos y futbolero son las características que lo distinguen.

“Nací en Capital Federal, en el Hospital Pirovano, porque mi mamá, Delia Villarreal había quedado embarazada de soltera, en una época en que no era tan fácil como ahora, sus hermanas vivían en Buenos Aires, así que se fue para allá. Trabajaba de sirvienta cuando yo nací, me llevaba con el changuito y yo me quedaba con ella mientras hacía los quehaceres”, cuenta en el inicio de la conversación hablando con profundo orgullo de la mujer que le dio la vida. Su papá Juan di Santo “Pupo” lo reconoció en su primera infancia. Más tarde sus padres se fueron a vivir juntos y se casaron. El tiempo logró armar la familia, de modo que creció contenido y acompañado por los suyos.  Atrás fueron quedando el tiempo en que estuvo pupilo en el Colegio Martín Rodríguez de Mercedes y se impusieron en su historia de vida recuerdos más felices como el de sus maestras de la Escuela Nº 41 Ernestina Derisi, Mirna Barrios y la señora de Morisconi.

“Terminé sexto de noche en la Escuela Nº 2 porque a los 13 años entré a trabajar como cadete en la redacción del Diario LA OPINION, en una época en que había muchos periodistas. Una de mis tareas era ir todos los días al correo a buscar la correspondencia que llegaba”.

Más tarde trabajó en la Fábrica Annan y a los 18 años, después del nacimiento de su hermano Ricardo, se fue a vivir a Buenos Aires, donde gracias a la amistad de su padre con Raúl Borrás entró a trabajar en el Ferrocarril San Martín. Apasionado por el deporte confiesa que su intención en la Capital era probarse en algún club, ya que había tenido buen desempeño deportivo en las divisiones inferiores de Douglas Haig donde había dado sus primeros pasos. “Recuerdo que fui a Chacarita, porque mi papá había sido de los primeros pergaminenses en jugar en ese club, pero no me atendió nadie cuando fui y no volví más. Ese fue mi único intento.

“En Douglas Haig llegué a jugar en primera división  con ‘Cacho’ Stachiotti  de técnico y con grandes como Digilio, Bartolini, Ojeda y ‘Toscano’ Bruno, fue fabuloso jugar con esos tipos un rato, un amistoso”, menciona.

A los 22 años volvió a Pergamino, donde gracias al traslado que obtuvo, trabajó un par de años en el Ferrocarril Bartolomé Mitre. “Era revisador, pero reconozco que entré al Ferrocarril más por mi examen teórico que práctico, porque no tenía ni idea lo que era una estopa, me enseñaban los operarios”.

Por ese entonces su papá “Pupo” era fotógrafo del Diario LA OPINION así que dejó el Ferrocarril y se abocó a colaborar con él cuando ya estaba enfermo. “Yo había empezado a sacar fotos con él, sabía revelar, me gustaba ayudarlo y aprendía mucho también. Cuando mi papá falleció temí quedarme sin empleo porque yo no era nadie, pero no. Me dieron el puesto, ocupé su lugar y empecé a trabajar como fotógrafo. Era una época gloriosa del periodismo. Recuerdo que una vez me tocó entrevistar al papá de Luis Miguel que era cantante, cuando Luis Miguel todavía no era conocido. Fue porque estaba pautada la nota y no había llegado el periodista, me anotaron un par de preguntas y me mandaron”.

 

La publicidad

Así como le sucedió con esa entrevista, trabajando en el Diario LA OPINION también “se hizo” promotor publicitario. Refiere que fue “casi por casualidad” y cuenta: “Mi historia empezó así. Se inauguraba un negocio y había que ir a sacar la foto, el vendedor de ese espacio de publicidad no venía, así que le pregunté a Raúl Venini si me dejaba ir a mí, le consulté cuánto salía una página con foto y la vendí. Recuerdo que todos se pusieron muy contentos. Ahí empecé con la publicidad y esa fue la actividad que me acompañó por años.

“La primera agencia que tuve fue ‘Alfil Publicidad’, con Carlos Lomanto”, señala y menciona que un día lo vinieron a buscar de la Revista Chacra y empezó a vender espacios para Editorial Atlántida. “Era la época del Mundial de Fútbol, también vendía para ‘El Gráfico’ en todas las posibles subsedes, recorría los hoteles y restaurantes para vender avisos, la gente los compraba entusiasmada, creía que el mundo iba a venir a ver los partidos a la Argentina”.

Consolidado en la actividad publicitaria, dejó el Diario LA OPINION y se abocó de lleno a su actividad como vendedor. Por ese entonces Atlántida le había asignado la zona de la maquinaria agrícola.

 

“El Cruce Bar”

Paralelamente con un amigo instaló “El Cruce Bar”, una confitería ubicada en el ingreso a la ciudad. “Fue un ‘escándalo’ lo que trabajábamos, vendíamos dos mil cafés por fin de semana, 20 botellas de whisky. Estaba ‘El Refugio’ y nosotros. Yo compré ‘El Descanso’ y armamos este lugar, fue muy lindo, pero para armarlo y terminarlo hubo que pedir créditos, endeudarse y todo terminó muy mal”.

 

Otra etapa

Sin abandonar nunca el rubro de la publicidad, nació “Dinámica Rural”, un emprendimiento al que define como “el invento americano de las exposiciones a campo abierto” y fue convocado para vender por convocatoria de Dante Quinterno. “Me hizo un ofrecimiento que me convino, tenía el 50 por ciento de los espacios que vendía, era la revista, la televisión y la exposición. Acepté en una época en que por ejemplo el programa televisivo era uno de los más vistos, era el Tinelli de la comunicación agropecuaria”.

Fueron años de intenso trabajo. “Llegaba a las fábricas y la gente se alegraba de que la fueran a visitar de ‘Dinámica Rural’. Lo mismo pasaba con ‘El Gráfico’. Yo entraba a un lugar y decían ‘Vinieron de El Gráfico’, un día me quisieron hacer una nota para un programa y dije que no, que ni loco porque yo no era ‘El Gráfico’ era apenas un vendedor”.

Más adelante su actividad se fue modificando, adaptándose a los nuevos tiempos. Llegó ExpoChacra. “Hablé con Rubén Bartolomé, que es como mi hermano, y me tomaron de nuevo en La Chacra, volví a Atlántida y ahí estuve muchísimos años. Cuando se vendió la editorial, Bartolomé nos llevó a Clarín Rural, nació Feriagro y después ExpoAgro en la fusión de Clarín y La Nación”, relata en una sucesión de anécdotas asociadas a años y años de recorrer rutas y ciudades.

 

Su presente

Hoy “Chavi” está formalmente retirado de la actividad laboral. El negocio de la publicidad fue heredado por una de sus hijas.  Sus rutinas son sencillas. “Me levanto todos los días para ir al bar. Todos los mediodías tenemos una peña de amigos, es una mesa que antes se reunía en el Café de Las Letras y ahora en la Estación de Servicio Petrobras. Allí nos reímos mucho y hablamos de fútbol, todos somos hinchas de Douglas”, cuenta y reconoce que en ese encuentro está “la alegría de cada día”.

Su máxima felicidad está en su familia. “A mi señora Estela Deroche la conocí a los 22 años cuando volví de Buenos Aires, ella tenía apenas 17 y todavía estamos juntos. Ya vamos a cumplir 50 años de casados”.

Producto de ese amor que perduró a lo largo del camino nacieron sus tres hijas mujeres:  Ana, casada con José Luis Avila y continuadora de la empresa de publicidad;  Vanesa,  casada con Mauricio Querede,  licenciada en Diseño Gráfico y docente de la Unnoba y Carolina, profesora de Educación Física, casada con Adrián Antonetti.

“La luz de mis ojos son mis nietos. Tengo cinco: Guillermina Nardi, Camila Avila, Bernardita y Mateo Querede y  Agustín Antonetti”.

Quienes lo conocen lo definen como “tremendamente familiero” y él asevera esa apreciación. Disfruta de estar en la puerta del edificio en el que vive conversando con vecinos. “Mis amigos de toda la vida son Pedro Escarain y Carlos Lomanto, podemos pasar tiempo sin vernos, pero nos une una amistad incondicional”, comenta y agrega que en los ámbitos en los cuales se mueve tiene “innumerable cantidad de gente conocida y amigos a los que aprecio mucho y con los cuales comparto la vida”. 

 

Su costado solidario

Cuando no está en el café con los amigos, junto a su familia dedica tiempo a ayudar al Merendero “Ayudanos a Crecer”,  que funciona en calle Paso. “La que más va es mi hija Ana, que va todas las tardes. Mi señora les enseña a los chicos a tejer, el edificio en el que vive paga un día la merienda y también tengo una vecina que va a darles clases de plástica. Ayudamos en todo lo que podemos y es una manera de contribuir para que los chicos que van allí crezcan mejor”. La tarea lo reconforta y se muestra agradecido por la innumerable cantidad de gente que “colabora con esta labor que hemos emprendido”.

 

Fogonero, de corazón

Las anécdotas “futboleras” llegan sobre el final de la charla.  Hincha fanático de Douglas Haig tiene la identidad “fogonera” marcada en la piel y en el sentimiento con el que vive cada momento del equipo. El club es parte de su historia porque allí jugó en las divisiones inferiores y porque allí encontró una pasión que alimenta su vida.

Recuerda el ascenso de 1986. “Por casualidad me tocó volver en el micro con los jugadores después de aquel partido en Tandil con el que el plantel consiguió el ascenso. Llegar a Pergamino fue una experiencia inolvidable, había miles de personas esperando al plantel, tuve la oportunidad de ver a hombres llorando como chicos de la emoción”, relata.

En 1988 en un momento crítico de la vida del club le tocó integrar un triunvirato junto a Senés e Iriarte. “El club estaba cerrado, no teníamos ni luz, éramos tres. Fue una época complicada, pero hubo personas que  nos ayudaron, entre ellos: Hugo Apesteguía, Luis Nardi y Héctor Carnevale. Con mucho esfuerzo seguimos adelante y tuvimos la suerte de lograr nuevamente el ascenso en aquella final contra Chaco For Ever en la que volvimos a ser gloriosos. Eso ayudó mucho a que la situación se revirtiera y el club repuntara.

“Sin aquella ayuda desinteresada y sin el trabajo duro de aquel tiempo, el club no existiría. En una oportunidad vinieron a ofrecerme hacer AgroActiva. Yo estaba en ExpoChacra y no podía. Les recomendé a Luis Nardi, por su capacidad y en agradecimiento a lo que él había hecho por Douglas Haig”, confiesa  y resalta el valor que para él tiene la gratitud. “Soy un hombre agradecido, nunca me olvido de aquellos que me ayudaron en la vida. Y con respecto al club no me olvido de los que estuvieron en las malas”, concluye, recordando viejas vivencias y esperando el próximo partido.


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