Perfiles pergaminenses

Casa Cavalitto: un negocio que es testigo de la historia de Pergamino


 Carlos Cavalitto un recorrido por la historia del negocio (LA OPINION)

'' Carlos Cavalitto, un recorrido por la historia del negocio. (LA OPINION)

Con 123 años es el comercio más antiguo de la ciudad. Comenzó como un negocio destinado a la fabricación y venta de instrumentos musicales. Luego cambió de rubro y fue adaptándose a los nuevos tiempos. Hoy es una armería. La tradición y el servicio son las claves de la permanencia de un lugar que es parte de la identidad pergaminense.

Carlos Agustín Cavalitto tiene 74 años y pasó toda su vida en el mismo lugar en el que hoy transita sus días: la Armería Cavalitto. Antes fue una casa dedicada a la venta de artículos musicales, luego comercializó electrodomésticos hasta que se consolidó en un rubro que requiere de sapiencia y responsabilidad, las armas.

Ejerce su labor como comerciante desde que tomó la decisión de dejar de estudiar para ayudar a su padre en lo que en aquel momento era un taller de fabricación de instrumentos que funcionaba a pleno. Detrás estaba la casa familiar y toda su historia.

“Este negocio empezó en 1893 con mi abuelo Enrique Felipe Cavalitto que había venido de Italia con su familia integrada por su esposa, sus cuatro hijos y dos criados. Mi padre, Alberto Agustín, fue el primer hijo argentino de mis abuelos, nació en 1894. Cuando mis abuelos llegaron se instalaron en la esquina de San Martín y 9 de Julio, en una casa antigua que en la esquina tenía un pequeño local que mi abuelo usó para la venta de los productos que él fabricaba. El vino con la profesión de filarmónico y se dedicaba a hacer instrumentos de voces con aire. Fabricaba acordeones”, cuenta trazando el perfil de una familia de inmigrantes comprometida en la tarea de forjarse un porvenir en estas tierras. 

“Con esa actividad siguió trabajando toda la familia. Se fue agrandando la fábrica, en 1915 comenzaron a confeccionar acordeones a piano, se formó la firma ‘Cavalitto Hermanos’, se expandieron los rubros y pusieron un taller de instrumentos musicales y una zapatería. Como ‘Cavalitto Hermanos’ llegaron hasta 1930. Mi papá se quedó con este negocio y atravesó como pudo la crisis del 30, una crisis más profunda de lo que muchos saben, producto de la cual muy pocas personas quedaron con dinero para poder comprar cosas”.

Carlos conoce al pie de la letra la historia familiar porque se nutrió de ella. Su relato tiene que ver con la tradición del comercio familiar pero también con la geografía de una ciudad muy distinta a la de hoy. “Nosotros llegamos a tener dos numeraciones en el negocio porque antes del ferrocarril todas las calles nacían en el Arroyo, y cuando vino el tren todo cambió y comenzaron a numerarse desde el Ferrocarril hacia abajo y hasta que se unificó durante años convivimos con las dos numeraciones”.

 

Nuevos rubros

Su padre se dedicaba a la venta de artículos musicales. Pianos, violines, bandoneones conformaban el universo de lo que los compradores podían encontrar en Cavalitto. Muchos de esos instrumentos eran fabricados en Alemania y lamentablemente con la Guerra las fábricas desaparecieron y se quedaron sin contacto con muchos de sus proveedores. En ese entonces surgen las vitrolas  y los discos de pasta. “Eramos representantes de RCA Víctor, una compañía discográfica y por esa razón los artistas que venían a la ciudad pasaban por el local para tomar contacto y recibir el reconocimiento del público. Por Casa Cavalitto pasaron los grandes: Carlos Gardel, Azucena Maizani y Libertad Lamarque. “Con el disco comenzaron a surgir las voces, así que fue una época de esplendor”.

Cuando Carlos nació el comercio familiar estaba dedicado a pleno al rubro de la música. Más tarde surgieron las radios y fueron los primeros en fabricarlas e instalarlas en los campos. Recuerda que tenían personal que iba y las colocaba con antenas para que pudieran recibir señal. Después llegaron las radios eléctricas que se compraban para casas de familia. Se fabricaban en el taller que funcionaba en el mismo lugar en el que hoy está la armería, en una época de oro de la actividad del taller. “Fabricábamos acá, en la historia del negocio hemos tenido más de 60 empleados”, refiere Carlos.

 

Su vocación por el negocio

El amor de Carlos por el negocio familiar nació temprano. Creció viendo cómo manos artesanas daban forma a instrumentos musicales. Estudió en la Escuela Nº 2 y después en el Colegio Nacional donde egresó con el título de bachiller. “Cuando terminé el secundario estuve ocho meses fuera de Pergamino pensando que iba a estudiar, me inscribí para hacer Escribanía, pero tal vez por demasiado joven o inmaduro, desistí. Mi papá era mucho mayor que yo y necesitaba ayuda, así que volví a Pergamino y empecé a trabajar con él”.

En su condición de único hijo varón del matrimonio de Alberto Cavalitto y Carmen de Sautu y hermano menor de Susana, Carmen y Cristina,  Carlos comenzó a dar los primeros pasos en el taller en la época en que todavía fabricaban radios y cuando comenzaron a fabricarse los primeros combinados, que eran muebles que tenían un tocadiscos y una radio al costado. “Todo lo fabricábamos acá, empecé a trabajar haciendo todas las escalas dentro del taller cuando tenía 17 años y no me retiré nunca más de esta tarea de comerciante que me gusta”.

Con los años la actividad fue cambiando paulatinamente, al ritmo de una ciudad que también se transformaba. “Empezamos a trabajar con la línea blanca, así llegaron las primeras cocinas, heladeras y los equipos de sonido.  Fuimos componiendo el negocio y agregando productos”, refiere.

 

La armería

Siguiendo una vieja pasión por las armas, en 1980 se instaló la armería. “La transformación fue una consecuencia de la actividad comercial de aquellos años. Habíamos formado con comerciantes de la zona un club de compras de artículos del hogar, pero eso obligaba a comprar una determinada cantidad de productos, cuando la gente comenzaba a pedir crédito. Empecé a observar que se transformaba en una actividad más financiera que comercial, así que opté por cambiar el rubro y para ello apelé a una vieja pasión por las armas. A mí siempre me gustaron desde chico, fui dejando la parte de artículos del hogar para darle lugar a la armería, un rubro con el que consolidamos nuestra actividad comercial y que sostenemos en el presente”.

Recuerda que era un momento en que una armería había cerrado, había otra funcionando pero con pocos productos. “Hacía falta un cambio. Lo hicimos y empezamos a trabajar muy bien en toda la zona. Era la época del proceso militar, era difícil que nos dieran el permiso, pero cumplimos con todos los requisitos y nos habilitaron en 1980”.

Cuenta que para dar los primeros pasos en la actividad comenzó vendiendo las armas de su propia colección. Fue una forma de reunir un capital para retroalimentar el negocio y dotarlo de productos de primera calidad para ofrecer un buen servicio a una clientela tan fiel como exigente.

“Desde siempre me gustaron las armas y había logrado armar una colección cuando nació la armería, para volver a comprar comencé a vender las que tenía”, confiesa.

“De a poco fuimos incorporando pesca, artículos de camping y cuchillería. En el presente fuimos agregando productos paralelos a los que busca la gente que compra armas, los cazadores, los pescadores, los campamentistas, fueron distintos rubros los que fuimos agregando”, señala.

Menciona que uno de los pilares del negocio es Eva Depascual de Matta, una excelente empleada de absoluta confianza.  Con respecto a las particularidades de este rubro comercial, refiere que “es problemática la defensa con un arma”. En este sentido explica: “No es tan difícil comprar un arma como la gente supone. Lo complicado son las situaciones posteriores a la defensa con un arma, entonces la gente opta por otras cosas para protegerse, recurre al gas pimienta, a las picanas eléctricas, a elementos que también vendemos y que  sirven para resguardarse sin necesidad de producir el disparo de un arma”.

 

Su entorno familiar

A la par de la actividad comercial Carlos fue armando su familia y destinando tiempo a otras pasiones. Se casó en 1964 con Rosa “China” Benedetti. “Ya cumplimos 50 años de casados”, cuenta y menciona que la conoció en el Colegio Nacional. “No compartíamos el mismo salón, pero íbamos al mismo colegio, así que nos conocemos desde muy jóvenes”. Tuvieron cinco hijos: Mariano, Carlos Felipe, Valeria, Sebastián y Silvana.  Y tienen trece nietos y una bisnieta de la que disfrutan a pleno.

Todo lo que imagina del futuro tiene que ver con sus afectos, con estar rodeado de esa familia numerosa que supo conformar. Se nutre de ese afecto y también del recuerdo de los buenos amigos. “La vida me dio muchos amigos, de muchos años, hoy veo que varios de ellos no están, muchos se han ido, pero el recuerdo es muy lindo”.

Cuando no está en el negocio, disfruta de su hobby: andar a caballo. “Tengo animales y cabalgar es mi entretenimiento, me gusta estar con los caballos y atenderlos”.

Gustoso de las tradiciones, ha tenido participación en diversas agrupaciones y aún hoy disfruta de participar de desfiles. “Hemos estado en el Fortín. He tenido participación y actualmente participo de los desfiles que me gustan mucho. En una época pasamos a una agrupación más chica que se llamaba ‘El torito’, que después desapareció porque sus integrantes fueron dejando la actividad. Pero siempre que puedo voy a desfilar, es una actividad que me apasiona”.

Activo y comprometido en cada una de sus actividades cotidianas, Carlos confiesa que “le gusta mucho trabajar”. Asegura estar muy acostumbrado a la vida del negocio. “Sé que ya estoy en la vejez, pero es un placer estar en la armería, compartir la charla con los clientes, asesorarlos, esta es una época difícil para la actividad comercial, hay que administrar con más cuidado”, confiesa.

Seguramente tomó la vocación y la cultura del trabajo de sus antecesores. Lamenta que ninguno de sus hijos se hubiera sentido atraído por continuar con la actividad comercial. Pero también celebra que haya sido el negocio lo que le permitió a cada uno de ellos “armar su propio camino en las actividades que han elegido”.

Asegura que estar al frente del mostrador supone algo más que tiempo, implica una relación comprometida y responsable con los clientes y considera que en la atención personalizada está “la clave de la permanencia”.

Con orgullo recuerda que “este es el único negocio del viejo Pergamino que queda en pie. Tiene 123 años. Nació antes de que Pergamino fuera ciudad. Cuando mi abuelo abrió las puertas del negocio esta no era una zona comercial, luego se conformó como tal por la influencia del Ferrocarril”, afirma en una conversación que concluye en la puerta del local ubicado en San Nicolás al 600. Ese lugar es para Carlos algo más que un negocio. Como también es algo más que un comercio para muchos pergaminenses que conciben ese lugar como una postal que muestra el transcurso del tiempo y la continuidad de valores que tienen que ver con aquellos que le dieron identidad a Pergamino.


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