Perfiles pergaminenses

Armando Fanucchi: un emprendedor que encontró cómo realizar sus proyectos


 Armando Fanucchi recreó la historia de su vida para trazar su “perfil pergaminense” (LA OPINION)

'' Armando Fanucchi, recreó la historia de su vida para trazar su “perfil pergaminense”. (LA OPINION)

La verdulería que lleva su nombre en la esquina de Prudencio González y avenida Hipólito Yrigoyen es sinónimo de buena atención y calidad. Ese es el fruto de muchos años de tarea sostenida y de un sentido de la responsabilidad que hoy mantiene junto a su hijo con quien lleva adelante el negocio que posee 40 años de historia.

Es común ver a Armando en la verdulería que lleva su nombre. Allí atendiendo a sus clientes o hablando con ellos como si fueran “familia” se lo puede observar amable y servicial. De igual modo es en el universo de su vida privada que se abre a la entrevista para trazar su “perfil pergaminense”.

Es un emprendedor por naturaleza y sorteando las dificultades que le puso por delante la vida logró sobreponerse a cualquier adversidad sin perder la confianza en su capacidad de llevar adelante sus proyectos.

Tiene 60 años, vive junto a su mujer Laura y a su hija María Agustina (6) en el centro de la ciudad. De su primer matrimonio tiene dos hijos: Sabrina (32), nutricionista en la Clínica Centro que trabaja también en el Centro de Cirugía Bariátrica Pergamino, está casada con Esteban Tejedor y ambos están a punto de ser papás de Sol, su primera nieta, que llegará el mes próximo; y Alberto (29) de novio con Florencia y es quien está en la verdulería. 

“Tengo a mi hermana, mi cuñado Humberto Milluzzo y una sobrina María José que está en pareja con Mauro Scalbi y tienen dos hijos: Luciano (2) y Facundo (de apenas una semana)”, cuenta resaltando el valor que en su vida tienen los afectos.

Apenas comienza la entrevista habla de su infancia y recuerda un tiempo feliz junto a sus padres Teresa Genoveva Baldoni y Agustín Fanucchi, ella ama de casa y él un carnicero muy conocido del barrio Acevedo en La Plata al 200 que “era matarife”. Creció junto a su hermana Inés, seis años mayor que él. También recuerda el tiempo de ir a la Escuela Nº 8 y los juegos en la calle en su barrio Acevedo natal y su casa de Bahía Blanca 229. Ahí llega la referencia a los amigos. Se muestra reticente a mencionarlos por temor a “olvidarme de algunos”, pero igualmente menciona a alguno de aquellos con los que transitó aquel tiempo como Luis Sued con quien jugaba al fútbol.

Entre sus pasiones aparece la música y recuerda el tiempo en el que consiguió armar un grupo musical. Aprendió a tocar la guitarra a los 9 años con el maestro Carlos Moran y recuerda que tenía una de once cuerdas que hoy conserva su hijo.

“A los 13 años trabajaba de cadete en la Farmacia Del Pueblo con Ricardo Aranibe e hicimos un conjunto, a los 15 años teníamos uno que se llamaba ‘Grupo Rebelde’, hacíamos música de ‘Los Beatles’, ‘Creedense’, temas de ‘Los Iracundos’ también. Estaba también Alfredo Mahon y Pedro Romero. Estuvimos con el grupo hasta los 17 años. Actuábamos por todos lados, después fue cambiando y entró ‘Queso’ Amigó, Carlos Giménez, Pedro Romero y yo, estuvimos hasta que nos tocó el Servicio Militar.

“Más tarde tuve otro grupo musical que se llamó ‘Magia Blanca’, en el que estaba Eduardo Cruz, el ‘Colorado’ Taraborelli, Lepanto que es un primo mío y yo, hasta los 28 años anduve con la música. Siempre toqué la guitarra”.

No descarta volver a esa pasión, pero esa referencia llega más tarde en la charla. Antes transcurren las vivencias de un hombre que desde joven se propuso armar su propio camino en materia laboral sin estar en relación de dependencia. Había trabajado como cadete en la Farmacia Del Pueblo y más tarde hasta que le tocó el Servicio Militar, con José Bichara.

 

La verdulería

A su regreso de ‘la colimba’  y ante la negativa de su padre de enseñarle el oficio de “carnicero” decidió abrir su primera verdulería, ésta en sociedad y la próxima ya por su cuenta. Eso signó su destino para siempre porque es una actividad en la que se sostiene desde hace 40 años.

“A los 20 años empecé en Guido y Ameghino como verdulero. Después me puse solo cerca de donde estoy ahora, al lado del ‘Bar Zapico’, donde ahora está la casa de seguros, era un lugar chico en el que estuve 13 años y después me crucé donde estoy ahora. Debo ser uno de los verduleros más viejos de Pergamino, es un rubro en el que la actividad se mantiene. Ahora tengo la suerte de que está mi hijo trabajando conmigo”, refiere.

“La clientela es muy fiel, son como familia, es gente de toda la vida, algunos son grandes y somos como parientes, con algunas clientas hablo como si fueran mi madre; y hay otros clientes que se han sumado con el transcurso de los años; hay muchos que vienen de otros lugares. También contamos con un servicio de envío, algo que la gente usa bastante, es un servicio que brindamos”.

Confiesa que “es muy difícil sostenerse en la actividad comercial porque hoy por hoy anda cualquiera vendiendo fruta por la calle, pero bueno es entendible porque cada uno sale a ganarse el peso como puede, pero mantener un comercio cuesta. Me considero un emprendedor, nunca quise ser empleado. Creo que lo logré y lo que le estoy dejando a mi hijo es un negocio que ya se conoce en Pergamino, la verdulería es algo de la ciudad.

“En esto quiero agradecer también a mis exempleados Fernando y Jorge, que hoy siguen trabajando con mi hijo con un gran compromiso”, señaló.

“También armé otro negocio enfrente de la verdulería, ‘Pizca’, un comercio de productos regionales, después se lo vendí a un chico que era empleado mío en la verdulería y él lo siguió y lo hizo crecer”, cuenta y confiesa que “es una satisfacción haberlo armado”.

 

Otras pasiones

Después que dejó la música se dedicó a la pesca: “Me hice muy amigo de ‘Pinocho’ Francioni y ‘Cacho’ Fontela, compramos una lancha e íbamos mucho a pescar a San Nicolás y a  Ramallo”, cuenta en otro tramo de la charla.

En el mismo sentido comenta que después de los 30 años se dedicó al tenis. “Empezamos en el Club de Viajantes y ahora estamos jugando en Lawn Tenis Pergamino y tenemos una peña, comparto esta actividad con grandes amigos como ‘Juano’ Motta y otros tantos a los que quiero mucho”.

En los ratos libres que va dejando una rutina laboral más despejada, encuentra tiempo para compartir con su familia y para practicar ese deporte que lo acerca a esa innumerable cantidad de amigos. “El grupo del tenis son grandes amigos, todos muy queridos”.

Se emociona cuando habla de sus amigos y menciona especialmente a uno de ellos ‘Pichón’ Manzoco, fallecido hace poco tiempo. “Fue una pérdida muy grande”, dice y la verdad se le nota en los ojos.

“También quiero nombrar a mi profesor de tenis Raúl Mohana y a mi amigo ‘Popen’ Giachino, dos grandes amigos”, agrega en el relato.

 

Una nueva etapa

Siempre encontró el modo de llevar adelante sus proyectos hasta cumplir sus sueños. “Hoy sigo en la verdulería, pero voy menos tiempo, salvo cuando llega mercadería en que estoy para organizar, quiero tener la libertad de hacer otras cosas. Uso el tiempo libre con la familia y el deporte. “Me estoy adaptando a una nueva rutina, sabiendo que el negocio está bien y que mi hijo está encaminado y eso me deja tranquilo.

“Ahora quiero dedicarme de nuevo a la música, toco a veces en las peñas porque ‘Juano’ y Alfredo Mahon siguen haciendo música, por ahí quiero empezar a hacer algo, quizás con mis viejos compañeros Ricardo Aranibe que está en Conesa y Pedro Romero que tiene la farmacia en Guerrico”. Abraza esa idea. “Me gusta mucho la música y vamos a ver qué sale.

“Soy un hombre de fe” y creo que he encontrado el modo de siempre salir adelante, cuando tengo un problema hasta que no lo resuelvo no me quedo tranquilo”. Siempre va por más. 

“Ahora estoy buscando cosas para hacer. Cuando armé ‘Pizca’ viajé a Mendoza, San Juan y La Rioja para ver cómo funcionaba ese tipo de negocios, todo lo hice a pulmón”. 

 

Un hombre común

Se considera un hombre común que ha tomado de su madre el carácter y de su padre la capacidad de “poner la cabeza en cada situación”. 

Ellos fallecieron en 1996, fueron pérdidas muy difíciles de asumir. Sobre todo la muerte de mi madre me costó mucho. “Ella siempre me esperaba, yo salía de la verdulería y pasaba a verla. Un día me olvidé de ir, llegué a mi casa, me di cuenta y salí para su casa en la camioneta, era tarde y cuando llegué ella me estaba esperando. Vivía en Pedro Torres y Prudencio González y se paraba a esperar a mis hijos que pasaban en el colectivo y se sentaban en el asiento de atrás para saludarla. Mi madre era una mujer increíble”, cuenta.

Dejando ver en su emoción que nadie está nunca preparado para la partida de sus seres queridos, pero con la templanza que dan los años y la capacidad de rescatar lo mejor de cada experiencia, sobre el final de la charla Armando vuelve sobre el recuerdo de sus padres.  Ahí están sus raíces, sobre las cuales construyó luego el pilar de una vida. Esa es su esencia.


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