Lejos del pago

Jaime Scalbi: un pergaminense que desde hace muchos años está lejos del pago


 Jaime Scalbi vive en Estados Unidos desde 1987 (JAIME SCALBI)

'' Jaime Scalbi vive en Estados Unidos desde 1987. (JAIME SCALBI)

Jaime Scalbi es pergaminense, pero vive  en Estados Unidos desde 1987. Se fue con su padre al terminar la escuela primaria y se estableció en Sunny Isles, un lugar de ensueño con el mar como su entorno cercano. De vez en cuando visita la ciudad y esa estadía le sirve para reunirse con seres queridos y también para dimensionar lo mucho que ha cambiado esta tierra. Confiesa que muchas veces se siente un turista en Pergamino y asegura que el contraste de culturas y posibilidades le resulta muy fuerte cada vez que llega a esta que fue su tierra. Sin embargo, deja al resguardo de cualquier distancia la amistad con gente entrañable con la que ha sabido mantener un vínculo estando lejos.

Cuando vivía en Pergamino su infancia transcurrió en la zona del Cruce de Caminos. Fue el único hijo de una pareja que se separó cuando él tenía apenas unos meses y nunca supo nada más de su familia materna. Creció con su padre y con amigos incondicionales de este que lo adoptaron como familia. Menciona que nació en la Clínica Pergamino y pesó 4,800 kilogramos. “Pedro Español, que fue mi pediatra y gran amigo, me comentó que hasta hace poco mi nombre aparecía en los registros de récord de peso al nacer”, señala.

Fue al Colegio Maristas, donde terminó la escolaridad primaria. A los pocos días de la fiesta de egresados se fue del país. El destino fue Estados Unidos, un lugar al que su padre había ido tiempo antes en búsqueda de un futuro para ambos. “Me fui con él y no volví por diez años”, refiere y comenta que todo allí fue adaptación.

“Nos fuimos en una época en la que la tecnología de las comunicaciones no tenía el desarrollo que tiene en la actualidad, así que eso condicionó un poco la posibilidad de seguir en contacto con Pergamino. Eran solo cartas que enviaba o que llegaban de vez en cuando. Era muy rudimentaria la comunicación con relación a como es ahora”, refiere. Sin embargo confiesa que tanto él como su padre mantuvieron intactos algunos vínculos. “Mantuve amigos de la infancia a los que veo cada vez que vengo a Pergamino”, señala y asegura que con los años cada uno fue tomando su camino. Con algunos se encuentra personalmente y con otros mantiene una relación mediada por la tecnología porque la vida los fue llevando por distintos caminos.

Cuando viene a la ciudad gusta de verlos y de compartir tiempo con los que se quedaron. Asegura que cada vez que llega a Pergamino en el encuentro con los amigos, siente las variantes de la vida que podría haber tenido él si se hubiera quedado aquí. “Uno piensa en lo que pudo haber sido y en lo que no”, plantea y reconoce que cada uno en su lugar “va escribiendo hoja a hoja lo que va viviendo”.

 

Adaptarse al cambio

Cuando recuerda su llegada a Estados Unidos, señala que lo más difícil al comienzo fue la adaptación a un nuevo idioma y a distintas culturas. En el lugar en el que vivían confluían personas de distintas nacionalidades. “Cada uno tenía su dialecto, su código, y yo era un niño tomando contacto con ese universo que era nuevo para mí. Me fui adaptando y de algún modo fui decodificando las cosas que traía de mi país.

“Para adaptarme y porque nadie me entendía ni hablando en español ni en inglés, tuve que neutralizar mi idioma y hacer más lenta mi forma de comunicarme con los otros. Siendo chico al principio fue difícil, pero me acostumbré y tomé a mi favor lo mejor de aquella cultura”, cuenta y reconoce que su personalidad lo ayudó a salir adelante: “Yo me hice a las patadas, aprendí a cocinar y a vivir solo siendo chico. Yo crecí con mi papá, ellos estaban separados cuando yo tenía meses y nunca supe más de mi parte materna, así que mi viejo me crió solo a los ponchazos y aquí estoy, crecí sano, no tomo, no consumo drogas, nunca anduve en cosas raras, sé valorar las cosas que realmente tienen valor y siempre me dediqué al deporte a través del ciclismo y de las motos”.

En el presente vive un par de meses solo y comparte su departamento con su padre el resto del año, cuando este regresa de España donde vive por temporadas. “Vivimos en una zona donde hay muchos italianos, polacos, rusos, alemanes y argentinos”.

Describe el lugar en el que vive como un ambiente que brinda muchas posibilidades de bienestar. El mar es su paisaje cercano. Alcanza con salir al balcón y verlo. Ir a la playa no es una actividad planificada. 

Se describe como un buen observador y ha sabido aprender a disfrutar de lo que ese entorno de vida le propone. Valora el país en el que vive, el apego a las normas y el modo ordenado de desenvolver la vida en sociedad. “En Estados Unidos la gente sabe lo que hay que hacer, el que viene de afuera a veces quiere hacer las mismas picardías que haría en su país de origen, pero no hay lugar para ello porque allá hay un mayor apego a las normas”.

Jaime vive solo, no se ha casado ni ha tenido hijos. Tiene muchos amigos, disfruta de rutinas sencillas como levantarse temprano, prepararse un café, tomarlo en la playa acompañado por su cámara fotográfica con la que retrata la salida del sol.

A 50 kilómetros de su lugar de residencia, trabaja como jefe de producción y personal en una empresa que hace equipamiento de distribución de corriente para petroleras y gasoductos, y por su empleo viaja a distintos países, incluida la Argentina.

 

En un lugar privilegiado

En Sunny Isles vive en un departamento sobre la avenida. Cruzando la calle está el mar. “El edificio tiene todas las comodidades, como casi todos allí. Todas las necesidades están cubiertas. No hay que planificar el ir a la playa, porque forma parte del entorno”, describe. 

Sabe que vive en un lugar privilegiado y considera que ese ha sido un regalo de la vida del que con los años ha aprendido a disfrutar. “Despertarse, salir al balcón y ver el mar, es una manera diferente de empezar el día”.

 

Cerca de casa

La entrevista que lo define como “un pergaminense lejos del pago” se realizó en su última visita a la ciudad, un tiempo en el que compartió con amigos. Cuando está lejos le gusta mantenerse informado sobre lo que pasa en Argentina. Lee LA OPINION, Clarín, mira Canal 13 o Telefe por Internet y escucha radios argentinas. Se lamenta de la mala evolución que han tenido ciertas cosas en el país y lo entristece la pérdida de algunos valores. “Cuando leés un diario argentino tratas de buscar buenas noticias, pero no las encontrás. Eso desa-lienta mucho la posibilidad de pensar en el regreso. Allá las cosas sin distintas, si alguien mete la mano en la lata, va preso y no hay beneficios. Eso en Argentina no pasa”.

Cuando viene de visita, sus rutinas son sencillas. Para en el Hotel Fenicia, y prefiere hacer “vida de turista”. “Antes iba a ver a todo el mundo, ahora solo veo a algunas personas, porque cada uno está en su actividad”.

Aprovecha para ver a los amigos con los que fue a la escuela. “Es la gente con la que he compartido la infancia. Con algunos tengo fotos juntos bañándonos en un fuentón, gente con la que nos conocemos de toda la vida”.

Destaca que en Estados Unidos las amistades no se traman de la misma manera. “Allá hay otra manera de establecer los vínculos, algunos son potencialmente fuertes, pero las personas tienen otro modo de relacionarse”.

 

En un país ordenado

Jaime describe el país en el que vive como “un lugar ordenado en el que nadie tira los papeles en el suelo, acá no hay cestos. Un teléfono público se cuida, nadie lo destroza porque todo el mundo sabe que cualquiera lo puede destrozar. Lo público es de todo el mundo y se respeta. Aquí ya no sucede esto. Hay una desaprensión y ese cambio no favorece a los argentinos como sociedad. Es una pena porque así retrocedemos”.

No se imagina volviendo a vivir en Argentina. Pero confiesa que cuando se está lejos del pago, siempre se extraña. “Es como que uno vive dividido. Cuando estás acá querés estar allá y cuando estás allá querés venir.

“Y no hay algo que pudieras llevarte para allá, porque no es un lugar, son las situaciones que se entrelazan en determinados lugares. Es el sentarte a comer pizza y encontrarte con alguien conocido, o con un amigo que llama a otro para decirle: ¿adiviná con quién estoy?”, concluye y mira con nostalgia algunas vivencias del pasado y con esperanza su futuro en aquel lugar del mundo en el que ya está establecido.

 

Ping pong 

 

Una calle: San Nicolás y Avenida. 

Un pergaminense: Muchos. Mucha gente que se tendría que comprimir y meterla en un solo nombre. Que le ha hecho bien a mi viejo y me ha adoptado a mí cuando yo andaba suelto por todos lados.  Es imposible decir un nombre. Hay varios, entre ellos, “Toti” Cocilova, Pedro Español, Andrés y Macagno.

Un maestro: Mis maestros de primaria, todos han puesto su voluntad en una época en que los docentes tenían autoridad. 

Amigos: Marcelo Sarlengo, Luis Guerrico, Federico Meoz. También muchos otros que se han desparramado por el mundo. Natalia Servidía que vivía al lado de mi casa cuando yo era chico y siempre nos estamos perdiendo y reencontrando, como que hay un cordón umbilical que nos conecta.

Una desventaja de vivir lejos:  Cuando te vas de algún lado no estás bien en ningún lado. Sentirte un turista en tu ciudad es una sensación rara. Esa sería la frase para poner en una foto que saqué de la Peatonal de Pergamino, donde vi gente que no conozco y que no me conoce. Hay sentimientos encontrados. Nunca el balance es perfecto.

Una ventaja de estar lejos:  El abanico de oportunidades es enorme. Todas las posibilidades están a la mano.


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