Editorial

Y un día Mauricio Macri habló


Como no podía ser de otra manera, el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Parlamento de Mauricio Macri mereció todo tipo de expresiones, favorables y desfavorables, tanto de los legisladores como de los medios de comunicación y analistas políticos. Del mismo modo que legalmente se debió pasar en Cadena Nacional el mensaje, propios y extraños se sintieron obligados a opinar sobre los dichos del mandatario.

Hay tres cuestiones básicas antes de comenzar el análisis que es necesario destacar: en principio que el discurso fue acorde a la ocasión. La Asamblea Legislativa no es, por esencia, aquí y en cualquier otro país, el momento de hacer autocríticas como pedía la oposición, sino de trazar un panorama muy genérico de la situación del país, algunos trazos gruesos sobre el futuro. También es la ocasión en que los jefes de Estado muestran un costado esperanzador de su gestión. Y eso fue lo que hizo el presidente. No hubo, como segunda cuestión, ningún anuncio descollante; ratificó el rumbo y fustigó a quienes intentan torcer el camino del modelo elegido. Y la tercera cuestión que fue absolutamente visible fue el tono de campaña electoral de parte del mensaje. Sobre todo cuando dejó de leer y apareció un Macri en estado puro, ese que conocemos poco, el del tono duro y firme y de las formas más distendidas. 

Fiel a su estilo optimista, enfatizó que este año y los dos siguientes la Argentina “estará mejor”, ya que -insistió “estamos sentando bases sólidas y duraderas” en la economía, sin hablar de la inflación más que aludiendo a que es “tóxica” y dando a conocer pocos aspectos técnicos. Solo como recomendación pidió a empresarios y trabajadores no excederse de la pauta inflacionaria anual de este año a la hora de negociar el alza de salarios: “La tendencia es clara. Empresarios y trabajadores deberían tener en cuenta las nuevas metas que se ha impuesto el Banco Central para 2017 de una inflación entre el 12 y el 17 por ciento”.

En el marco del discurso con tono político, se despachó con duras críticas al kirchnerismo, sector al que claramente identificó como su contrincante político, buscando una vez más polarizar sacando de la cancha al massismo. Y en este sentido hizo eje en dos temas clave: la reducción de la pobreza y el combate contra la corrupción. Fue contundente y emotivo cuando se lanzó a la temática política en pleno discurso; eso no es usual en el presidente pero es un lugar seguro para él confrontar con los K.

Reafirmó el rumbo de su gestión hablando de los “populismos irresponsables”, sin nombrar a Cristina porque, en realidad no hacía falta por lo claro de la alusión. Aquí es donde buscó marcar un contraste con la gestión anterior, a la que atacó por la falta de transparencia, ineptitud y corrupción. Fue en estos pasajes en los que su tono, alejado de la moderación habitual, se tornó enérgico y duro.

Pero sabiendo que le lloverían las críticas por la falta de transparencia de estos meses en que se conocieron casos como el Correo Argentino o Avianca y buscando marcar contrastes con la gestión anterior, Macri anunció el dictado de dos decretos para regular el conflicto de intereses entre funcionarios y empresas privadas y exhortó a los legisladores a que sancionen el proyecto de responsabilidad penal que presentó el año pasado para sancionar a los empresarios que cometan actos de corrupción. Y no se equivocó porque mientras trataba el tema desde la bancada kirchnerista le gritaban “Correo” o “Macri cínico”. Al fin el kirchnerismo también juega y es funcional a esta polarización, quizá también hayan entendido que al fin a ambos sectores les conviene intentar acorralar al massismo.

Si hubo un momento para criticar al presidente es cuando, en determinados momentos improvisó chicanas y críticas, siempre con el kirchnerismo como destinatario, pero apuntó contra el sindicalista docente Roberto Baradel, mencionándolo en el discurso. No fue positivo y se pareció en algo a los escraches que hacía Cristina a sus contendientes que tanto molestaban y además, le dio al dirigente gremial una entidad que, frente a un presidente de la Nación no debe tener.

Se mostró enojado también cuando reprendió a los legisladores del peronismo por la frustrada sanción de la ley de reforma electoral, por la cual el Presidente pretendía instaurar la boleta electrónica en todo el país en las próximas elecciones de octubre.

Este inicio de año electoral modificará claramente el contrato no escrito del Pro con la oposición en el Parlamento, habida cuenta que la mayoría, por no decir todas, las leyes que obtuvo la alianza Cambiemos en las cámaras legislativas, se lograron en base al apoyo explícito del Frente Renovador. Pero en esta etapa electoral y mientras el oficialismo puja con el peronismo, el massismo comenzará a endurecer posiciones para distanciarse de Cambiemos y tratar de construir la difícil “avenida del medio”. De modo que no será sencillo conseguir consensos de acá a octubre y muchas leyes quedarán para el año que viene. Son los daños colaterales e indeseados que dejan los años impares en la Argentina, los electorales.


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